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Elecciones en Perú

Latinoamérica se mira hoy en Perú

Las presidenciales del país andino son clave para forjar en la región un modelo capaz de crear riqueza y mantener la fe de sus ciudadanos en la democracia

Fernando Gualdoni

Amanece nublado en Lima y un quiosquero del elegante barrio de Miraflores se resiste a interpretarlo como un mal augurio. "Ay, señor, ojalá no se nos nuble el futuro...". El hombre es uno de los tantos votantes indecisos que hoy tienen prácticamente en sus manos el nombre del próximo gobernante de Perú. Las encuestas oscilan como un medidor de presión fuera de control: unas dan una ligera ventaja al nacionalista Ollanta Humala y otras a la populista Keiko Fujimori. Todo apunta a que quien se alce con la victoria lo hará por un puñado de votos.

La expectación que han levantado los comicios está más que justificada. Tras una primera vuelta hace dos meses en las que por propia torpeza quedaron eliminados los dos candidatos del centro político, la presidencia ha quedado en manos de los dos contrincantes populistas más extremos: la hija del expresidente Alberto Fujimori, condenado a 25 años de prisión por delitos de lesa humanidad, y un exmilitar que antes comulgaba con el chavismo venezolano y que ahora dice identificarse con la izquierda más moderada del continente.

Todo apunta a que la victoria electoral se decidirá por un puñado de votos
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La elección entre el horror del pasado y el temor al futuro es una dura prueba para Perú y para toda Latinoamérica. Hace apenas 40 años había solo tres democracias en la región y hoy como mucho puede decirse que hay unas pocas autocracias. Al alcance de todo el continente está la consolidación de los sistemas que consagran la libertad y la igualdad de oportunidades. Las elecciones de hoy serán una prueba de si los avances políticos y económicos son irreversibles o si el peligro de volver a los días del autoritarismo y el caos económico aún acecha.

Brasil, Uruguay, Colombia, Chile..., con todos sus fallos y asignaturas pendientes, son países que han logrado un equilibrio entre los sistemas político y económico que les da estabilidad y permite a sus ciudadanos no solo soñar con el bienestar, sino albergar la esperanza de obtenerlo. Esta convicción, un pilar del desarrollo también palpable en Perú, fue descrita por uno de los padres de la economía moderna, el británico William Stanley Jevons: "Podemos llamar feliz al hombre que, no importa cuán baja sea su posición y reducidas sus posesiones, puede siempre esperar más de lo que tiene y sentir que cada momento de esfuerzo tiende a realizar sus aspiraciones". Pero aunque la mayoría de los peruanos ya se siente así, aún hay un 35% que no lo entiende de ese modo.

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Perú ha crecido económicamente mucho, pero ha descuidado la equidad en la distribución de la renta y este error le puede costar hoy 20 años de esfuerzos. Por eso ambos candidatos han prometido mantener el modelo de desarrollo pero con una vuelta de tuerca en las políticas sociales para frenar el descontento popular de aquellos que no han visto los beneficios de que la economía haya avanzado a un ritmo medio del 5% anual los últimos 10 años. Sin embargo, muchos votantes, especialmente la clase media que ha florecido al calor de la bonanza, no se fían de que Humala vaya a cumplir con la promesa de mantener el modelo económico o de que Keiko Fujimori no caiga en la tentación de aplastar las libertades para gobernar a su antojo.

"En mi lado puede haber dudas", explicó el viernes el candidato de Gana Perú tras una entrevista, "pero en el otro lado hay pruebas. La gente que acompañó a Fujimori y Montesinos [el exjefe del servicio secreto] es la misma que ahora acompaña a Keiko". Pero la candidata de Fuerza 2011 dice que el "comandante" Humala no puede hablar de integridad cuando sobre él pesan denuncias sobre abusos de autoridad y negocios con el narcotráfico durante su etapa militar. Ninguno de los dos ofrece certeza sobre sus credenciales democráticas.

La campaña ha sido muy sucia y ha polarizado a la sociedad peruana. Humala logró el apoyo del expresidente Alejandro Toledo y del equipo que consolidó el camino del crecimiento económico tras el fin del fujimorismo. Keiko sumó al exministro de Finanzas Pedro Pablo Kuczynski y otros políticos de centro para moderar su imagen y contrató al exalcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, para que le asesore en la lucha contra la delincuencia.

Aparte de los fichajes, la carrera presidencial reabrió viejas heridas y atizó antiguos rencores. El Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa decidió respaldar a Humala, y Fujimori respondió sumando a sus filas al economista Hernando de Soto, enconado enemigo del escritor desde los tiempos en que fue candidato presidencial contra Alberto Fujimori. Los enemigos de Humala se encargaron de reavivar los abusos cometidos durante la guerra contra el terrorismo y de poner al exmilitar en el centro de la infamia.

Las nubes sobre Lima invitan a reflexionar y a leer. Todo lo visto y oído estos días recuerda al libro El pez en el agua, las memorias de Mario Vargas Llosa, a la novela La hora azul, de Alonso Cueto, o a la investigación Muerte en el Pentagonito, del periodista Ricardo Useda; que dan cuenta de los abusos del conflicto interno... Solo falta La promesa de la vida peruana, ese ideal de una vida mejor descrito por el historiador Jorge Basadre que ha renacido y se ha frustrado miles de veces.

Pintadas y cárteles en favor de Keiko Fujimori, en un barrio de infraviviendas en Lima.
Pintadas y cárteles en favor de Keiko Fujimori, en un barrio de infraviviendas en Lima.ESTEBAN FELIX (ASSOCIATED PRESS)
Una partidaria de Ollanta Humala despliega un póster electoral, en Lima.
Una partidaria de Ollanta Humala despliega un póster electoral, en Lima.ENRIQUE CASTRO-MENDIVIL (REUTERS)

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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