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Reportaje:

Latinoamérica pone los muertos

El 42% de los homicidios que se cometen en el mundo ocurre al sur del río Grande

Jorge Marirrodriga

Hoy morirán en el mundo unas mil personas por armas de fuego y otras 3.000 resultarán heridas. La región del planeta donde se producirán más homicidios -el 42% del total- es América Latina. Los expertos consideran que la razón es la masiva concentración de armas de fuego en manos de la población civil.

"Las armas pequeñas actúan como un virus que cruza las fronteras políticas y económicas, causando daño en áreas pobres y conflictivas", advierte Carola Concaro, investigadora del Instituto de Estudios Comparados de Ciencias Penales y Sociales de Argentina (Inecip). Sus trabajos señalan que, en Argentina, las armas de fuego son la segunda causa de muertes y que en la capital han llegado a superar en 2004 a todos los demás factores de mortandad, desde enfermedades a accidentes domésticos pasando por una elevadísima tasa de muertes en carretera. Cada día muere una persona y dos resultan heridas por bala.

Aunque en gran parte de los países latinoamericanos la tenencia de armas está regulada por la ley -existen importantes excepciones como Bolivia, que no obstante recogerá el problema en la nueva Constitución que está elaborando-, la inmensa mayoría de la población civil recurre al mercado negro para armarse.

"Una pistola robada puede costar unos 40 euros", explica una fuente judicial de la provincia de Buenos Aires que pide no revelar su identidad, y añade que contratar un sicario vale 2.000 euros. En otros países del continente es incluso más barato. Y en ocasiones son miembros de las fuerzas de seguridad los que facilitan las armas a los compradores.

Brasil, el récord

Mientras en el resto del mundo el 60% de las armas está en manos de particulares -que ya es una cifra muy alta-, en países latinoamericanos, como Brasil, la cifra se eleva al 90%, según datos presentados por la Coalición Latinoamericana de Prevención de la Violencia Armada. No es casualidad por tanto que en Brasil murieran 36.000 personas en 2006 por arma de fuego. Un índice de violencia que, por ejemplo, ha forzado al Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva a movilizar al Ejército en Río de Janeiro.

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Según el Inecip, la población civil suele recurrir a la posesión de armas en la creencia de que garantizan su seguridad personal, especialmente en situaciones en las que percibe que aumenta la delincuencia. "En el Cono Sur ha aumentado mucho la sensación de inseguridad", afirma Concaro, quien subraya que en cualquier caso en la mayoría de las muertes por armas de fuego -el 65% en Argentina según el Ministerio de Salud- el agresor y la víctima tienen alguna relación -son familiares, vecinos o conocidos-, y la muerte no está relacionada con la comisión de un delito como robo o asalto. Normalmente, se trata de viejas rencillas o discusiones nimias que van subiendo de tono hasta que uno de los litigantes recurre a las armas, precisamente porque las tiene a mano.

"El problema es que existe una distancia muy grande entre lo que dicen las leyes y la realidad", advierte Diego Fleitas, director de la Asociación de Políticas Públicas (APP), quien pone como ejemplo que, en Argentina, en la misma manzana donde se encontraba la Agencia de Control de Armas, se descubrieron varias armerías ilegales. Fleitas y su equipo se encuentran realizando una investigación que entre otros datos ha arrojado que desde 1992 hasta el año pasado, Latinoamérica ha importado más de 2.700 millones de dólares (1.980 millones de euros) en armas sólo para particulares. "Se trata de revólveres, pistolas, fusiles y escopetas, armas que son las que tienen un impacto directo en la violencia diaria de la región", destaca el responsable de la APP. Una violencia según la cual, apenas segundos después de que el lector termine de leer este reportaje, una bala matará a una persona en Latinoamérica.

Varios policías cachean a cuatro hombres en São Paulo.
Varios policías cachean a cuatro hombres en São Paulo.EFE

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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