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Columna
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Lecciones de Costa de Marfil

Por desgracia, el arresto de Laurent Gbagbo y la toma del poder de Alassane Ouattara no han puesto fin a la violencia. Este país, Costa de Marfil, era presentado hasta hace poco, y con toda la razón, como un modelo de desarrollo africano, rápido y equilibrado. Pero hoy se encuentra sumergido en una cuasi guerra civil acelerada por el rechazo a la alternancia por parte del presidente saliente. En este país, ayer afortunado, hoy maldito, los dos meses prometidos por el nuevo presidente para intentar calmar los ánimos van a ser más que necesarios. Este último preconiza la reconciliación y la pacificación, pero sus tropas y sus principales aliados, como el primer ministro Guillaume Soro, antiguo jefe rebelde y nuevo hombre fuerte, nunca han dudado en utilizar la violencia. Es sin embargo indispensable que Alassane Ouattara tenga éxito. La suerte reservada a Laurent Gbagbo ilustra la ambigüedad en la que se mantiene Ouattara: había ordenado que se respetase la integridad física de su rival, pero las condiciones del arresto de este último y de su esposa han sido humillantes y violentas. Desde luego, ese no ha sido un paso hacia la reconciliación.

La detención de Gbagbo es un mensaje para todos aquellos que quieren aferrarse al poder

Los acontecimientos de Costa de Marfil han sido seguidos en toda África, y seguirán siéndolo. Por tanto, no parece inútil que intentemos extraer algunas lecciones.

La primera está relacionada con el movimiento democrático, con esa famosa revolución iniciada en Túnez. Como observó Abdulaye Wade, presidente de Senegal, a partir de ahora, a los jefes de Estado africanos va a resultarles mucho más difícil ignorar el veredicto de las urnas. Si Laurent Gbagbo hubiera conseguido mantenerse en el poder después de perder las elecciones presidenciales, cualquier futura elección celebrada en África sería inútil. Es pues un mensaje para todos aquellos que quieren mantenerse en el poder a toda costa, y los hay.

La forma en la que Laurent Gbagbo se ha visto obligado a ceder es también una lección. Los militares franceses han tenido algo que ver, qué duda cabe, pero han actuado bajo mandato de la ONU y a demanda del secretario general de esta institución. Como en Libia, pese a las tergiversaciones de unos y las críticas de otros (especialmente de China, India y Brasil), la comunidad internacional se dota progresivamente de medios para intentar actuar en el sentido del respeto de la democracia y, cada vez más, cuando puede, para evitar lo peor. Pues lo peor estaba en marcha en Costa de Marfil. Y sería posible reprocharle a la mencionada comunidad internacional, movilizada por la Comunidad Económica de Estados de África Occidental, una lentitud y una prudencia iniciales que han costado cerca de dos meses de enfrentamientos que, a su vez, han causado la muerte de numerosos civiles. Pese a todo, es una etapa más de la política de intervención de la comunidad internacional dentro de la lógica de lo que se inició tardíamente -para conseguirse en 1995- en beneficio de Bosnia.

Si nos remontamos un poco en el tiempo, hasta el origen de estos años de cuasi guerra civil en Costa de Marfil, hay que retrotraerse a la campaña lanzada por Henri Konan Bédié, que sucedió a Félix Houphouët Boigny, padre de la independencia marfileña y líder histórico. El entonces presidente Bédié lanzó, en efecto, un debate sobre la identidad marfileña. Por aquellos días, le reprochaba a Alassane Ouattara (con el que ahora está aliado) que era ajeno a esa identidad. Habrá quien diga: "¡Es África! ¿Qué puede tener en común con el debate francés sobre la 'identidad nacional' o con el que se ha abierto en Roma sobre la 'italianidad'?". ¿Nada en común? Solo esto: hay debates que engendran discriminaciones que pueden sembrar el odio y destruir una sociedad. Haríamos bien en recordarlo.

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Seguramente, habrá quien le recrimine a Francia el papel que ha desempeñado en la derrota de Laurent Gbagbo. Olvidando por supuesto que eran antes que nadie los electores marfileños quienes querían deshacerse de un presidente que reinaba desde hacía más de cinco años sin mandato. Francia habría sido igual de criticada si se hubiera quedado con los brazos cruzados. El hecho más importante es que ha actuado como brazo armado de la ONU y de los Estados africanos que habían movilizado a las Naciones Unidas. Y si miramos hacia el continente africano, destinado a un rápido desarrollo, veremos la implantación sistemática de una China ávida de tierras cultivables y de materias primas de toda clase. También veremos que Estados Unidos está más presente y que pretende no ejercer su liderazgo de la misma manera. Por tanto, no podemos sino desear que Europa tome una parte activa en el desarrollo de ese continente limítrofe, al tiempo que en el desarrollo de un espacio democrático cada vez más amplio, que es la única perspectiva de futuro que vale la pena alentar.

Traducción de José Luis Sánchez-Silva.

El expresidente Laurent Gbagbo y su esposa, detenidos en Abiyán.
El expresidente Laurent Gbagbo y su esposa, detenidos en Abiyán.AFP

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