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Una multitud silenciosa despide a Mitterrand con una emocionada ceremonia en la Bastilla

Enric González

Decenas de miles de sombras se congregaron anoche en la plaza de la Bastilla. Las sombras silenciosas de una enorme multitud acudieron al santuario histórico de la izquierda francesa para despedir a François Mitterrand con una ceremonia sobrecogedora: música clásica y oscuridad en torno a grandes retratos de quien fue presidente durante 14 años y que en esa misma plaza, en mayo de 1981, despertó una inmensa ilusión de cambio y progreso. Fue la llamada ceremonia de los anónimos, previa al funeral oficial en París y al entierro íntimo en su ciudad natal de Jarnac, que se celebrarán hoy.

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Como aquella noche del 10 de mayo de 1981, Mitterrand estaba ausente. Entonces, recién conocida su victoria electoral, prefirió ponerse ya a trabajar en su programa de nacionalizaciones y equidad social. Ayer, su cuerpo reposaba en el número 9 del bulevar Frédéric-Le Play, a la espera del traslado, esta mañana, al panteón familiar de Jarnac. Como aquel 10 de mayo, el pavimiento brillaba por la lluvia. Pero lo de 1981 eran vigorosos aguaceros de mayo, y ayer caía una intermitente llovizna invernal.Muchas de las personas que acudieron anoche a la Bastilla habían estado allí 15 años antes. "Había que cerrar la historia", dijo una mujer. "Celebro los 25 años que tuve entonces", dijo un cuarentón. Los jóvenes también eran numerosos. No habían conocido otro presidente que François Mitterrand y acudieron con sus omnipresentes rosas rojas en mano para despedir a aquel hombre anciano, que, desde su punto de vista, permaneció siempre por encima del bien y del mal.

Los focos iluminaban un inmenso retrato de Mitterrand, de por 10 metros. Era una fotografía en blanco y negro, tomada durante la campaña electoral de 88, en la que el entonces candidato a la reelección se despedía del público. En torno de la plaza habían sido colocadas otras fotografías de menor tamaño del Mitterrand anciano de los últios años, ya consumido por el cáncer. Bajo las imágenes había casetas con libros de condolencias y larguísimas colas de gente que deseaba dedicar unas líneas al difunto.

Sin discursos

No hubo discursos, por deseo expreso de Mitterrand. Sólo música de Mozart, Beethoven y Chonpen difundida por altavoces, y dos momentos de emoción intensa. El primero, cuando la soprano Barbara Hendricks -amiga personal del ex presidente- cantó El tiempo de las cerezas ante la fachada de la Opera. El tiempo las cerezas, compuesta por Jean-Baptiste Clément, músico y cargo electo de la Comuna de París en 1871, es una de las canciones emblemáticas de la izquierda francesa. El segundo momento, que hizo asomar lágrimas a muchos ojos, se producuando los altavoces difundieron un fragmento de un antiguo discurso de Mitterrand.El Partido Socialista (PS) se había asociado a la secretaría particular de Mitterrand como convocante del acto, pero evitó protagonismos. La dirección del PS con Lionel Jospin al frente, llegó en autocar desde su sede de la calle Solferino y se mezcló con la multitud. También estaba allí Robert Hue, secretario general del Partido Comunista, con varios de sus diputados y dos ex ministros del Gobierno de coalición PS-PC de 1981. Entre el público no eran pocas las personas que jamás habían votado a Mitterrand, pero habían llegado a considerarle un tótem nacional.

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Mientras, entre las seis y las nueve de la noche, se desarrollaba la ceremonia en el lugar donde comenzó la revolución de 1789, seguían llegando a París los dirigentes extranjeros que, como el rey Juan Carlos y el jefe del Gobierno español Felipe González, debían asistir esta mañana a la misa fúnebre de Notre-Dame.

El formidable eco internacional obtenido por la noticia de la muerte de Mitterrand, los elogios casi unánimes expresados en Francia y en el mundo y, sobre todo, el caluroso mensaje de despedida que su sucesor, Jacques Chirac, le dispensó el lunes en una intervención televisada, llegaron a doler a algunos diputados de la derecha. El boletín interno de la Reagrupación para la República (RPR), el partido gaullista de Chirac, se vio obligado a justificar los elogios dedicados por la necesidad de "ser noble ante el adversario desaparecido" y de "realzar los valores de la democracia,y la continuidad de la República".

'Mitterrandmanía'

La mitterrandmanía, incubada durante los últimos dos años a la vista del coraje demostrado por el anciano ex presidente en su lucha contra el cáncer y disparada tras la noticia de su muerte, ha inundado Francia y ha impuesto una tregua en los conflictos sociales. "No pasan dos minutos sin que se oiga hablar de Mitterrand", se quejó el diputado conservador Alain Danilet.Los alcaldes de distintas ciudades francesas han anunciado su propósito de dedicar calles y monumentos al ex presidente fallecido. El alcalde de París, Jean Tiberi, afirmó el martes que contará con "un lugar en la capital"."François Mitterrand ha entrado en la historia de nuestro país. Quedará también en la memoria de los parisienses", dijo Tiberi.

Dentro de la colección de grandes obras arquitectónicas que legó a París y, en menor medida, a otras localidades, el expresidente, bibliófilo y enamorado de la literatura, estimaba especialmente la llamada Gran Biblioteca, situada junto al Sena con sus cuatro torres de cristal en forma de libros abiertos y con una oferta, cuando se inaugure en unos meses, de 24 millones de volúmenes. En los últimos años se especuló, sin que él se pronunciara, con la posibilidad de dar a la gigantesca biblioteca el rionibre de François Mitterrand.

Los errores cometidos por el ex presidente socialista, las promesas incumplidas, el balance irregular de sus 14 años, todo quedaba borrado anoche bajo la imagen en blanco y negro del hombre que se despedía entre las sombras de la Bastilla.

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