_
_
_
_
_

Un Rasputín al servicio del mejor postor

Dick Morris es un personaje controvertido y misterioso que desde 1994 se ha convertido en el principal arquitecto de la resurrección del presidente Bill Clinton. Abogado, de 48 años, se ha formado en círculos liberales neoyorquinos, pero gran parte de su carrera la ha volcado al servicio de políticos republicanos. Su más conocido y polémico trabajo sirvió para la reelección como senador de Jesse Helms, uno de los representantes de la extrema derecha republicana.Sus enemigos, que son muchos, lo definen como una especie de Rasputín, como la actual eminencia gris de Clinton, pero también como un mercenario sin principios. El líder de la mayoría republicana en el Senado, Trent Lott, antiguo cliente de Morris, lo llama "el primer ministro". De hecho, despacha con Clinton varias veces por semana.

Más información
La dimisión de su asesor electoral por un lío de faldas empaña la gran noche de Clinton en Chicago

Nadie pone en duda dos méritos del personaje, amante de Francia y sus placeres: es brillante y tiene la confianza total del presidente. Clinton conoce bien a Morris y cuenta con su opinión desde que le ayudó a reconquistar el cargo de gobernador de Arkansas en 1982 después de su derrota dos años antes por alejarse de una política centrista. Desde ese momento, el actual inquilino de la Casa Blanca no ha sido vencido ni una sola vez en las urnas.

Poco después del desastre electoral demócrata en el Congreso en 1994, Morris firmó un contrato de 240.000 dólares anuales (unos 29 millones de pesetas) con el comité electoral de Clinton para corregir el rumbo de la Casa Blanca y ayudar al presidente a encontrar su espacio. Fue entonces cuando explicó lo que él llama la teoría de la triangulación, que consiste en colocar a Clinton en el vértice superior de un triángulo, equidistante de los demócratas liberales y los republicanos de extrema derecha. Y animó al presidente a hacer su propia aportación a esa teoría con reconocimiento público de sus errores durante el inicio de su mandato. Clinton le hizo caso, como ya ocurrió cuando era gobernador, y comenzó a entonar el mea culpa y a confesar que había gobernado con el timón demasiado a la izquierda. El punto débil de la estrategia de Morris es que ha obligado a Clinton a marcar distancias con los miembros de su propio partido en el Congreso y suscitar la hostilidad de algunos de ellos. Fueron fuentes demócratas las que revelaron la relación de Morris con un anuncio racista de la campaña de Helms.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_