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Reportaje:

Marco Rubio, el Obama republicano

El joven candidato al Senado de EE UU impulsa la revolución republicana

Antonio Caño

La audiencia de su gira en autobús no ha sido muy numerosa pero la pasión que desata es considerable. Es difícil saber aún la verdadera valía y la suerte final de Marco Rubio. Él mismo se confiesa sorprendido de su éxito y reconoce que no sabe cómo acabará todo esto, pero lo cierto es que, de momento, es la estrella emergente del Partido Republicano, quizá de la política norteamericana, el rostro en el que se reconoce toda una nueva generación conservadora de EE UU.

Su recorrido durante unos días de esta semana por el Estado de Florida, donde compite por un escaño del Senado, ha sido la carta de presentación de su candidatura y la primera oportunidad de exponerse masivamente a los ojos del público. Como político es todavía un desconocido; como símbolo, algunos lo comparan ya con Barack Obama.

De origen cubano y humilde, tiene carisma y huye del lenguaje extremista
Rubio defiende la libre empresa, la libertad individual y un Estado mínimo

"Yo no sé si tiene cualidades para ser senador; lo que sí sé es que es un muchacho honrado y de sólidos principios, más de lo que puede decirse de la mayoría de los políticos", afirma un ciudadano de Coral Gables, donde Rubio tiene la sede de su campaña.

Es posible que todo sea un fenómeno coyuntural y pasajero. Tal vez Rubio no hubiera llegado hasta aquí sin la energía que le ha transferido el movimiento ultraconservador Tea Party, que le ha dado abiertamente su apoyo. Quizá su súbito ascenso no es más que la prueba de la ansiedad del Partido Republicano por encontrar una figura con el carisma suficiente como para competir con el actual presidente. Pero lo cierto es que algunos se toman a Rubio muy en serio.

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The New York Times publicó en enero un reportaje en portada sobre él con el título "¿El primer senador del Tea Party?". Durante su gira de esta semana, ampliamente cubierta por la cadena Fox, uno de los periodistas más cotizados de esa cadena, Sean Hannity, lo presentó en los siguientes términos: "Es un hombre que ha permanecido fiel a sus principios conservadores y, lo crean o no, su nombre está siendo mencionado como presidente en 2012".

Sarah Palin le ha manifestado en público su amor. Rudy Giuliani, el ex alcalde de Nueva York, le ha transmitido su apoyo en la carrera hacia el Senado. Estaba anunciado que anoche mismo el principal candidato republicano a la presidencia, Mitt Romney, le expresara oficialmente su respaldo. La voz más feroz y conservadora del Capitolio, el senador Jim DeMint, lo ha puesto como ejemplo de la gloria que espera al Partido Republicano si sus candidatos no especulan con sus valores conservadores. Mike Huckabee lo ha descrito así: "Es nuestro Barack Obama pero con sustancia".

Rubio es un hombre tranquilo y tímido que dice no prestar muchos oídos a los cantos de sirena, que evita a los periodistas y que se limita a manifestar un gran orgullo por su país. "Mi abuelo sabía cuántas cosas le estaban vetadas por haber nacido donde nació, pero él quería que yo supiera que yo no tenía esos límites, que por haber nacido donde yo nací nada me estaba prohibido", dijo en febrero al intervenir como principal invitado en la Conferencia de Acción Política Conservadora, en Washington.

Su familia es la narrativa principal de su campaña. Esta gira en autobús tuvo que ser reducida porque Rubio se vio obligado a regresar a casa al conocer el agravamiento de la salud de su padre, enfermo de cáncer de pulmón. "Mis padres nunca han sido ricos", dijo en su discurso en Orlando, "pero me enseñaron a creer en mis sueños".

Los abuelos y los padres de Rubio nacieron en Cuba; él, en Miami. No es el pijo heredero de la fortuna de un gusano, como han dicho algunos, caricaturizando su imagen de chico aplicado. Su padre fue un camarero y su madre limpiaba hoteles en Las Vegas. Fue a la Universidad de Florida gracias a una beca deportiva y acabó doctorándose en derecho.

Su biografía es tan americana como la de Obama, pero por la otra cara. Fue educado muy profundamente en la fe católica y en el agradecimiento al país que dio cobijo a su familia. Se casó con una cheerleader de los Miami Dolphins, el equipo de fútbol americano de su ciudad y, de la mano de uno de los personajes más influyentes de la comunidad cubana, la congresista Ileana Ros, se convirtió pronto en presidente de la Cámara de Representantes de Florida.

Ahora, cuando todavía no ha cumplido los 39 años, quiere devolverle a Estados Unidos el favor y está dispuesto a defender esta sociedad de lo que entiende como un ataque mortal de parte de Obama. Sin embargo, no suele mencionar al presidente en sus mítines, no recurre al lenguaje extremista que se le escucha a Palin y a otros políticos conservadores.

Su radicalismo -ese que intuyen y aplauden sus seguidores- se limita a prometer la defensa, por todos los medios disponibles, de los tres principios que forman su ideología: libre empresa, libertad individual y la reducción al mínimo indispensable del aparato del Estado. "Quiero ir a Washington para plantarme ante el proyecto de Obama y ofrecer una alternativa", repite en sus mítines.

Cuál es en realidad esa alternativa no está aún claro. Los elogios a Rubio son todavía, en gran medida, una forma de atacar al que será su rival republicano en las primarias de agosto, el actual gobernador de Florida, Charlie Christ. Christ pertenece a otra época del republicanismo, aquella en la que no mandaba el Tea Party y en la que se valoraba a los políticos moderados y centristas. Hoy es atacado salvajemente desde los principales foros conservadores, que quieren hacer de su derrota un ejemplo para todos los republicanos templados.

Christ, uno de los gobernadores más populares, hundió su carrera cuando, a los pocos meses de que Obama llegara a la Casa Blanca, abrazó al presidente en un acto público. En aquel momento, Rubio era conocido entre un círculo muy reducido de Miami; hoy va por delante en las encuestas por más de 30 puntos.

Su victoria sería revolucionaria en muchos aspectos. No sólo porque no pertenece al establishment republicano ni al establishment político general, sino porque una estrella latina, aún siendo cubana -un grupo con diferentes opciones y preocupaciones a mexicanos o puertorriqueños-, puede generar cierto oleaje electoral en el futuro.

Marco Rubio, antes de hablar en una reunión conservadora celebrada en Washington el 18 de febrero.
Marco Rubio, antes de hablar en una reunión conservadora celebrada en Washington el 18 de febrero.AP

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