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Mejor preparados para la crisis

De la misma manera que a fines de la década pasada la crisis asiática y la de Rusia causaron un impacto negativo en América Latina, a fines de esta década la región enfrenta los efectos nocivos de una crisis global. La diferencia es que la región está mejor preparada, no sólo como consecuencia de mejores términos del intercambio, sino también de una mayor prudencia fiscal y de un menor déficit en cuenta corriente que permitió una fuerte disminución de la deuda pública y externa y un nivel inédito de reservas internacionales. Al mismo tiempo, la región fue capaz de implementar políticas de asistencia social que llegaron a los sectores de menores ingresos y permitieron en los años previos a la crisis una considerable reducción de la pobreza.

Estamos en las puertas de cambios profundos en la economía global

Como resultado de ello, los efectos de la crisis en la región fueron menores que los que hubiesen sido en cualquier otro momento de nuestra historia cercana. A pesar de ello, el aumento del desempleo y el incremento de la informalidad dejarán una huella indeleble que se manifestará, entre otras cosas, en un gran crecimiento de la pobreza, que algunos estiman en más de 10 millones de personas, y un deterioro en la naciente clase media de América Latina.

Afortunadamente, la crisis internacional durará menos que lo que se esperaba hace pocos meses, aunque la sostenibilidad del crecimiento no está asegurada dado la debilidad de la demanda privada y la necesidad de capitalizar al todavía endeble sistema financiero de Estados Unidos y de gran parte de Europa. En la medida en que se mantenga la recuperación de la economía mundial, habrá posibilidades de profundizar la reflexión sobre la estrategia de mediano y largo plazo. Una reflexión que debe partir de reconocer que las mejoras en la situación de corto plazo no significan que se pueda y deba restablecer la "normalidad previa". Estamos en las puertas de cambios profundos en la economía global. Estos previsibles cambios son resultado de las nuevas necesidades de la población mundial, que producirán desequilibrios espaciales, generacionales y ambientales a los que las economías se tienen que adaptar.

Ello genera nuevos desafíos y oportunidades. Al respecto, como se ha señalado en las reuniones previas a la próxima Cumbre Iberoamericana que se celebrará del 29 de noviembre al 1 de diciembre en Estoril (Portugal), hay un consenso generalizado en relación con el papel de la innovación como principal motor del desarrollo, capaz de generar y sostener ciclos prolongados de crecimiento.

De la mano de la revolución tecnológica, la innovación penetra en todos los sectores productivos y, por ende, genera incrementos de productividad en muchas actividades, algo de especial relevancia en una región caracterizada por una heterogenia estructura productiva. Las aplicaciones de modelos y metodologías novedosas y la introducción de nuevos productos, servicios y procesos en áreas como la salud, la educación y la seguridad social, constituyen soluciones importantes para los problemas de acceso a las prestaciones sociales.

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Pero la innovación no es espontánea. Requiere de una estrategia de país, una estrategia que permita establecer las reglas de juego para los años por venir y que fomente la productividad y la equidad. Dada la necesidad de un enfoque integral, esa estrategia debe abarcar desde cuestiones vinculadas a la política industrial y tecnológica y las políticas sectoriales, hasta las relacionadas con la ciencia y la tecnología y la formación de los recursos humanos en los distintos niveles. Se trata de lograr un cambio cultural en nuestras sociedades que convierta a la innovación en el centro de la estrategia de desarrollo económico y social.

Así como hay una nueva oportunidad para mejorar la gobernabilidad de la globalización con una mayor presencia de los países en desarrollo, y de América Latina en particular, creemos que existe la oportunidad de que la región siente las bases de un crecimiento con equidad sustentable. Afortunadamente, la próxima Cumbre Iberoamericana tendrá como eje central la innovación y el conocimiento. Ésta será una oportunidad para poner en marcha distintos programas que fortalezcan el ámbito iberoamericano como una instancia de apoyo a las estrategias nacionales.

Enrique V. Iglesias es secretario general iberoamericano.

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