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Merkel se la juega en Renania

El plan de rescate griego amenaza con pasar factura a los democristianos alemanes en los comicios de hoy

Angela Merkel se la juega hoy en las regionales en Renania del Norte-Westfalia. Por si quedaba alguna duda, el europarlamentario de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) que la presentaba el sábado en Bielefeld pedía el voto asegurando que ella es la "única garante posible de la estabilidad" en Europa. En tono épico, Elmar Brok añadió que Merkel hacía en Westfalia "una parada en su viaje a Moscú, proveniente de Bruselas", donde se había "asegurado de que los griegos van a ser austeros". Como si acabara de conquistar Troya.

Algo ronca por estos trotes mundiales, la canciller quiso dar con su mitin el último empujón a la campaña democristiana por el Estado más poblado e industrializado de Alemania. Un esfuerzo comprensible, porque si los votantes expulsan a la coalición democristiana-liberal que preside Jürgen Rüttgers en Düsseldorf, Merkel pierde la mayoría en la Cámara alta del Parlamento y podría enfrentarse al declive de su Gobierno. Ayer, en Bielefeld, era difícil escapar a dos impresiones erróneas: que la canciller federal encabeza las listas democristianas en las regionales y que en Düsseldorf se decide el destino de la Unión Monetaria Europea.

Una derrota en el Estado más poblado marcaría el declive del Gobierno federal
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La noción de que los comicios en los Estados determinan a menudo la política alemana es tan vieja como la República Federal. En pocas ocasiones fue tan clara como en esta. Sorprende que un asunto del calado de la crisis griega, que tiene pasmados a expertos e inversores de todo el mundo, centre el debate en unas elecciones regionales. Más aún sorprende que esas mismas elecciones hayan centrado el debate internacional en torno al salvamento de Grecia y al posible hundimiento del euro. La oposición y muchos analistas internacionales acusan a Merkel de haber agravado la crisis al aplazar las ayudas a Grecia por cálculos electoralistas. El esfuerzo del Gobierno alemán por justificar la demora y desvincularla de los comicios de hoy podría caer en saco roto.

Merkel alcanzó la cúspide de su poder político en septiembre. Ganó por segunda vez las generales y pudo sacudirse a los socialdemócratas para pactar un nuevo Gobierno con los liberales del FDP. Tras seis meses de desavenencias con sus nuevos socios y sólo unos días después de la costosa e impopular resolución -temporal o definitiva- del drama griego, una derrota en Renania del Norte-Westfalia supondría el punto de inflexión en su trayectoria ascendente.

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La canciller ganó las generales con una campaña de baja intensidad. Mientras sus contrincantes arengaban sobre la crisis y pintaban escenarios de paro y declive, ella se iba de viaje oficial. El mensaje era implícito: no le hacía falta luchar por una popularidad que tenía ganada. Después de todo, la crisis no sería tan grave si la gestionaba ella. Alemania acababa de salir de la recesión en el mismo verano. Los votantes premiaron a Merkel con la continuidad y sustituyeron la crisis económica por otras prioridades, como las jugosas rebajas de impuestos que prometían los aspirantes liberales a gobernar con Merkel. El FDP obtuvo un extraordinario 15% de los votos y pudo celebrarse así la anhelada boda del centro-derecha alemán. Desde entonces, todo han sido desavenencias entre ambos partidos, que han ahogado las reformas en una gresca tras otra.

Los 22.400 millones de euros que aporta Alemania al rescate griego han agrietado el prestigio del Gobierno. No es tanto el dinero, que en esas cantidades astronómicas pierden sentido para los no iniciados, como la sensación creciente de desamparo. El euro, la Unión Europea, los programas anticrisis, la recuperación económica, cosas ya asumidas como positivas y seguras, se tambalean. Una semana antes de las elecciones, la simpatía con la que muchos alemanes valoraban hace sólo 15 días la aparente resistencia de Merkel a ofrecer los créditos a Grecia se ha tornado en estupefacción. Se extiende un sentimiento de estafa y el miedo a que el grave escenario griego se extienda. A que la receta de "ajustes" y "austeridad", que con tanta plasticidad extiende la canciller para Grecia, vaya a aplicarse también aquí.

Casi 14 millones de personas están llamadas hoy a las urnas. Hace cinco años, esos votantes dieron a la CDU de Merkel la primera victoria en Renania del Norte-Westfalia en 39 años y le allanaron así unos meses más tarde el acceso a la Cancillería. Democristianos y socialdemócratas están empatados ahora en las encuestas. Sea cual sea el resultado o la coalición que salga hoy de las urnas, el recado es para Merkel.

La canciller alemana, Angela Merkel, durante el mitin celebrado en Bielefeld.
La canciller alemana, Angela Merkel, durante el mitin celebrado en Bielefeld.EFE

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