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Miles de italianos protestan contra la ampliación de una base militar de EE UU

La coalición de Prodi se divide tras haber acatado un acuerdo firmado por Berlusconi

Enric González

La izquierda italiana no está contenta con su propio Gobierno. El malestar suscitado por la gestión de Romano Prodi se puso ayer de manifiesto en Vicenza, durante una gran manifestación contra el proyecto de ampliación de una base militar estadounidense. La desarticulación de un foco terrorista en el seno de la izquierda radical ha agudizado las tensiones en la coalición prodiana, que debe enfrentarse pronto a una votación decisiva sobre la permanencia de tropas de Afganistán. La política exterior aparece como un nudo de contradicciones.

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El Gobierno de Silvio Berlusconi acordó con Washington de forma muy discreta (una carta de nivel ministerial) el incremento de las tropas estadounidenses en Vicenza, al noreste de Italia. En un primer momento se habló de una simple ampliación de la actual base, con unos 3.000 soldados, para que pudiera acoger a más de 5.000. Luego se comprobó que el proyecto implicaba la construcción de una nueva base, destinada a alojar la 173 Brigada Aerotransportada, hasta ahora acuartelada en Alemania. Romano Prodi heredó ese acuerdo, y decidió respetarlo.

Las circunstancias, sin embargo, no ayudaron a Il Professore. La muerte del agente secreto italiano Nicola Calipari en Bagdad (2005), por disparos de un soldado estadounidense, y el reciente procesamiento de altos cargos del espionaje italiano por colaborar con la CIA en el secuestro ilegal del islamista Abu Omar (2003), han inflamado a la izquierda y a los pacifistas, que no comprenden por qué su Gobierno, como el anterior de centro-derecha, se niega a tramitar las peticiones de extradición de 26 agentes de la CIA. Vicenza y la base se han convertido en símbolo del rechazo a la colaboración con la Casa Blanca de George W. Bush.

Prodi tampoco se ayudó a sí mismo al calificar el problema de la futura base como una simple "cuestión urbanística", ni al subrayar una y otra vez el riesgo de que la manifestación de ayer degenerara en incidentes violentos. La marcha, que congregó a unas 80.000 personas, fue pacífica. Y no sólo atrajo a representantes del ala izquierda del Gobierno (Refundación Comunista, Comunistas Italianos y Verdes), sino a parlamentarios de los Demócratas de Izquierda y de La Margarita, e incluso a una delegación de la Liga Norte, aliada de Berlusconi.

Il Professore consiguió a duras penas que no acudieran ministros y subsecretarios, pero no pudo impedir la sensación de que una franja importante de su propia coalición se manifestaba contra el Gobierno.

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También se había intentado desde el entorno de Prodi y desde el centro-derecha presentar, con mayor o menor sutileza, la manifestación como una protesta protagonizada de forma casi exclusiva por la izquierda antiamericana. La presencia de sindicalistas católicos, boy scouts y ciudadanos estadounidenses, del brazo de activistas antiglobalización, grupos anarquistas y extremistas de izquierda, reveló que el malestar por la base, y por lo que significaba, era difuso.

El dramaturgo Dario Fo, que se manifestó junto a su esposa, la actriz y senadora Franca Rame, subió a un escenario al término de la marcha y gritó contra la base. Y la humorista Sabrina Guzzanti (directora de la película Viva Zapatero) realizó una imitación de Bush.

La desarticulación, esta semana, de un grupo autodenominado Partido Comunista Político-Militar, preparado según la policía para efectuar acciones terroristas, agudizó las tensiones. La continua equiparación de este grupo con las antiguas Brigadas Rojas, las acusaciones al sindicato mayoritario Confederación General Italiana de los Trabajadores (CGIL) de tolerar entre sus afiliados a extremistas violentos, y los esfuerzos gubernamentales por construir frases en las que aparecieran juntos izquierdistas, pacifistas y terroristas, fueron percibidas como agresiones por una parte de los votantes de Prodi. La izquierda, a su vez estupefacta por el anacrónico brote de los político-militares, tenía la sensibilidad a flor de piel y no se sentía dispuesta a tolerar la menor descalificación.

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