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Musulmanes de Aceh ven en el maremoto la oportunidad para extender su fe

"Ha sido un aviso de Alá. Ahora tenemos que volver a la 'sharía", dice un ulema indonesio

Una miríada de grupos islamistas ha desembarcado en Banda Aceh, la capital independentista de la provincia indonesia, para estar al lado de sus hermanos musulmanes golpeados por la catástrofe y explicarles que la gran ola ha sido una reprimenda divina para aquellos que no siguen las enseñanzas del Profeta. Los islamistas llaman a los damnificados a cerrar filas en torno a la sharía (ley islámica) para exigir a los líderes de la mayor democracia islámica del mundo (230 millones de habitantes) su plena implantación en Aceh.

"El tsunami ha sido un aviso de Alá. Ha dejado claro que él es el único que nos puede salvar y que tiene fuerza para acabar con miles de vidas. Ahora todos tenemos que estar unidos y volver al mensaje de Alá, a la sharía, para evitar más castigos", explica a este diario la máxima autoridad religiosa de Aceh, Muslim Ibrahim. Este ulema no duda de que el maremoto se ha convertido en "una oportunidad" para difundir una interpretación más estricta del islam. Lo mismo que las decenas de cuadrillas de voluntarios llegadas de todos los rincones del país, y que recuperan cuerpos de entre los escombros, rezan por ellos y ofrecen "consuelo espiritual" a los supervivientes que se hacinan en campos de desplazados.

Himly Almascaty dirige el Frente para la Defensa del Islam, una organización de 800.000 afiliados con sede en Yakarta. "Me llaman el Bin Laden asiático", bromea, y sostiene que "Aceh es el balcón de La Meca, un sitio muy especial para los creyentes. Alá ha castigado a esta población por no seguir a rajatabla la sharía [vigente en esta provincia]", sostiene Almascaty. La reacción internacional provocada por el tsunami tampoco escapa al control de la deidad, según el líder del Frente Islámico: "Es Alá el que nos envía el arroz que llega en aviones extranjeros".

Junto a una mezquita e instalados en tiendas de campaña más de mil jóvenes de la organización descansan después de una jornada en la que han desenterrado de entre los escombros y vuelto a enterrar en fosas comunes a cientos de personas. La semana que viene llegarán otros 500 de Java. Algunos de los voluntarios chapurrean el árabe y casi todos lucen el gorro propio de los estudiantes de las madrasas. "La llegada de los extranjeros tras el tsunami puede ser muy peligrosa para la tradición de Aceh", advierte Jafar Sidiq, coordinador del campamento. Cuenta, además, que algunos de los jóvenes han venido a reforzar la policía de la sharía, encargada de vigilar el cumplimiento de la ley islámica en Aceh. "Si vemos alguna mujer sin velo por la calle, le obligamos a que se lo ponga", asegura Sidiq, de cuya frente sobresale una protuberancia formada de tanto apoyar la cabeza en el suelo durante el rezo.

Mientras, en los arrabales de Banda Aceh, el responsable de Asuntos Sociales de Majelis Muyahidin espera la llegada de heridos a los que atender. "Nuestra misión es explicar a la sociedad en qué consiste la ley islámica y los beneficios de que se aplique hasta el final", afirma el doctor Mahdi, venido desde Yogyakarca, una de las principales ciudades indonesias. "También enseñamos a la gente a recitar el Corán y les damos consejo espiritual. Somos 300 voluntarios y tenemos 200 alumnos, todos niños, algunos de ellos huérfanos", explica este médico, quien asegura que las mujeres no tienen cabida en su organización. "A ellas les corresponde quedarse en casa lavando y en la cocina".

Fatma, una joven de 19 años educada en el rigorismo religioso, coincide con Mahdi en que "con el tsunami Dios ha demostrado que puede matar cuando quiera, y por eso ahora debemos rezar más y acordarnos de Alá". Pero Fatma no comparte la visión que los muyahidin tienen de la mujer. "Estudio Matemáticas en la Universidad Siiah Kuala [en Banda Aceh] y luego me gustaría trabajar", apunta.

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El Gobierno ha tolerado hasta el momento la campaña espiritual desatada tras el maremoto. Pero la cuestión religiosa mantiene al presidente indonesio, Susilo Bambang Yudhoyono, en un difícil equilibrio. Por un lado, se ve obligado a coquetear con los islamistas en busca del apoyo parlamentario de la oposición, y por otro, el ex general debe asegurarse la confianza del Ejército, encargado de combatir al Movimiento para una Aceh Libre (GAM), defensor de un Estado islámico en la provincia secesionista.

Un niño duerme junto a unos sacos de arroz en una mezquita de un campo de refugiados de Banda Aceh.
Un niño duerme junto a unos sacos de arroz en una mezquita de un campo de refugiados de Banda Aceh.ANA CARBAJOSA

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