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INVASIÓN EN PANAMÁ

El tribunal electoral proclama presidente a Endara

Antonio Caño

Guillermo Endara fue proclamado ayer presidente de Panamá por el mismo tribunal electoral, nombrado por Manuel Antonio Noriega, que hace siete meses suspendió las elecciones generales. Ya con la banda de jefe de Estado al pecho, las primeras declaraciones de Endara fueron para reconocer que su Gobierno no participa en las negociaciones sobre el destino del derrocado general, que se ha refugiado en la nunciatura vaticana.

La proclamación de Endara, de Ricardo Arias Calderón como primer vicepresidente y de Guillermo Ford como segundo se formalizó en circunstancias de total anormalidad en un edificio de la cancillería rodeado por soldados norteamericanos. Pese a que los tres máximos dirigentes panameños ya habían jurado en secreto su cargo la misma madrugada del 20 de diciembre en que empezó la invasión militar, anunciaron que próximamente volverán a tomar posesión de su cargo públicamente.El tribunal electoral presidido por Yolanda Púlice, la misma contra la que Endara y Arias Calderón lanzaron meses atrás feroces acusaciones de complicidad con Noriega, proclamó a los nuevos gobernantes sobre la base de las copias de las actas electorales rescatadas por la conferencia episcopal panameña, puesto que los documentos oficiales habían sido destruidos por el anterior Gobierno.

Las actas custodiadas por la Iglesia sólo recogen el escrutinio del 64% de los votantes, ya que el resto no ha podido ser encontrado. De acuerdo a esas actas, la coalición que respaldó a Endara, la Alianza Democrático de Oposición Civilista (ADOC) obtuvo el pasado 7 de mayo el 62% de los votos, la Coalición de Liberación Nacional (Colina), las fuerzas de Noriega, el 24,9% y el Partido Panameñista el 0,4%.

Estos resultados coinciden sustancialmente con los datos pronosticados por la mayoría de los observadores internacionales que vigilaron los comicios.

Los miembros del Tribunal Electoral se retiraron de la sesión oficial inmediatamente después de entregar a Endara los documentos que le acreditan como jefe de Estado. Allí quedó entonces el nuevo presidente para garantizar que, pese a las circunstancias en que llega al poder, "los gringos, como les llamamos cariñosamente, no pretenden afectar nuestra independencia ni nosotros los permitiriamos".

Para llegar desde la sede de esa ceremonia hasta el edificio de la Nunciatura, donde Noriega permanece refugiado desde el pasado domingo, hay que atravesar varias alambradas y controles militares norteamericanos. Allí, según un portavoz de la representación diplomática del Vaticano, la situación era tranquila durante el día de ayer, aunque se mantenía una intensa labor de consultas y negociaciones.

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Un viejo tratado

Los contactos son establecidos directamente entre Estados Unidos y el Vaticano, ya que las nuevas autoridades panameñas han decidido mantenerse al margen del asunto. Lo máximo que pudo aportar ayer Endara es la promesa de que su Gobierno revisará un tratado de extradición firmado con Estados Unidos en 1904 para comprobar si podría tener vigencia en la actualidad. Las leyes panameñas no prevén la extradición de nacionales.

"No tenemos mayor interés en Noriega más que lo saquen de la Nunciatura", dijo el presidente. Endara hizo un llamamiento al nuncio, el español Sebastián Laboa: "Consideramos que Noriega no es digno de asilo político porque sus delitos son comunes y de la peor especie, por lo que el nuncio debería pedir a ese criminal que abandone los predios de la Nunciatura".

Las autoridades del Comando Sur norteamericano han añadido, por su parte, que en el momento en que Noriega salga de la Nunciatura, en cualquier condición que lo haga, será detenido por las tropas estadounidenes que rodean la sede apostólica. Laboa mantuvo durante los dos últimos días vanas conversaciones con el general Maxwell Thurnman, jefe del Comando Sur, y con otros altos oficiales de las fuerzas militares de EE UU.

Entre otros asuntos, según fuentes próximas a la Iglesia, el nuncio se interesó por la seguridad de las cerca de 30 personas que en estos momentos se encuentran en el interior de la nunciatura. La instalación de posiciones de tiro por parte de las tropas norteamericanas sobre el muro que rodea la sede diplomática desaté rumores sobre el peligro de que se pudiese intentar una acción militar selectiva contra el general Noriega. Éste, por si acaso, permanace todo el tiempo en su habitación, sin asomarse siquiera a la ventana.

Aunque fuentes norteamericanas y panameñas expusieron ayer su deseo de que esta situación sea resuelta a la mayor brevedad, medios eclesiásticos advertían que todavía no se ha encontrado una solución acorde tanto con los intereses de Estados Unidos como con la necesidad de la Iglesia de no poner en riesgo su prestigio mundial.

Prácticamente agotadas las posibilidades de que Noriega sea enviado a un tercer país, se baraja ahora la fórmula de entregarlo a las nuevas autoridades después de que el Gobierno de Endara haya puesto en vigor ese tratado de extradición de 1904. Sin esa condición, EE UU no permitiría la salida de Noriega de la nunciatura.

Endara ha prometido revisar ese tratado y sin duda le dará vigencia si la negociación entre el Vaticano y EE UU avanza en ese sentido.

Mientras tanto, la ciudad de Panamá presentaba ayer algunas evidencias de vuelta a la normalidad. El tráfico de automóviles aumentó de tal manera que se formaron larguísimas colas ante los controles militares. Las patrullas norteamericanas siguen vigilando las calles, donde los comerciantes barren sus locales saqueados en los últimos días y los preparan para una próxima reapertura.

El hotel Marriott sigue ocupado por las fuerzas norteamericanas, pero otras han abierto ya sus puertas. Funcionarios de bajo rango del antiguo Gobierno establecen ya los contactos oportunos para volver al trabajo a las órdenes de los nuevos altos cargos. En el Ministerio de Gobierno prosigue el reclutamiento de lo que será la nueva fuerza de policía.

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