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Reportaje:

Nápoles vuelve a apestar

Los vecinos de las faldas del Vesubio se rebelan contra la "criminal gestión" de los residuos urbanos

"Bienvenidos al Parque Nacional de la Basura". La rotonda que da acceso al Vesubio, reserva natural de la Biosfera de la Unesco situada entre los pueblos de Boscoreale y Terzigno, es el símbolo de la rebelión ciudadana. Los vecinos llevan un año y medio soportando el nauseabundo olor del vertedero, horadado en la misma falda del volcán, y hace dos semanas acamparon aquí de forma permanente. Unos metros más arriba, el Ejército impide el paso al vertedero y una pancarta ha cambiado el nombre a Boscoreale. Ahora se llama "Boscoletale".

"Estamos hartos, así no se puede vivir", dice Luigi Cascello, uno de los miembros del comité ciudadano. "Traen aquí basura de todo tipo y de toda la provincia porque los otros vertederos ya están llenos. Saben que es ilegal y muy peligroso. Es un acto criminal".

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Los habitantes de este entorno histórico, situado a unos kilómetros de la petrificada Pompeya, temen que las toneladas de inmundicia hayan entrado ya en la capa freática, y recuerdan que la cava del volcán es contraria a todas las normativas nacionales y europeas.

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"Somos la provincia más contaminada de la UE. El río Sarno es el más sucio del país", cuenta Angelo Genovese, profesor de universidad y líder del movimiento vecinal. "Las dioxinas de la basura quemada están por todas partes, en el aire y bajo tierra. Tenemos las cifras más altas de Italia en cáncer y malformaciones. ¿Y ellos siguen machacándonos?".

Con ellos se refiere a los dos colectivos que generan más rabia entre los habitantes honrados: los políticos y la Camorra. Ambos gestionan a medias el negocio de la inmundicia desde hace 30 años. La última emergencia, que ha durado 15 años, quedó abolida en enero de 2010, dos años después de que Berlusconi ganara las últimas elecciones prometiendo el "milagro de la limpieza".

Hoy, la propaganda se ha desvanecido y todo parece haber vuelto al punto de partida. Los 18 vertederos de la provincia están llenos, y la minicrisis de los pueblos vesubianos afecta ya a la capital: toneladas de basura legal e ilegal se acumulan en la periferia, y el centro histórico empieza a oler mal otra vez.

Pero nadie se hace responsable. Los servicios municipales, provinciales y regionales se dedican a guerrear entre sí y no dan abasto a recoger y eliminar; los sindicatos de la basura local han hecho dos días de huelga que han roto el delicado equilibrio de un sistema cogido con alfileres, y la situación económica no permite tomar decisiones. Los consorcios que se ocupan de coordinar el ciclo no tienen ya liquidez para pagar los sueldos de sus varios miles de empleados.

Según admite abatido el concejal de Basuras de Nápoles, Paolo Giacomelli, un hombre de mirada franca, grandes bolsas bajo los ojos y los hombros caídos por el peso de la situación, "la situación es absolutamente crítica". "Me temo", añade con fatalismo, "que solo Europa nos puede salvar del desastre, y que la única solución será que volvamos a mandar la basura a Alemania".

La Comisión Europea lleva tres lustros presionando a Italia por la dolosa gestión de la basura campana. Ha abierto un procedimiento de infracción y bloqueado ayudas por valor de 400 millones de euros. En realidad, tampoco exige un imposible: solo que Campania presente, como hicieron todas las regiones europeas hace 15 años, su plan integral de basuras.

La sensación en la zona es que eso no sucederá nunca. El Gobierno parece haber claudicado a la realidad, y en la flamante incineradora de Acerra, que inauguró Berlusconi hace un año con gran despliegue mediático, solo funciona hoy uno de los tres hornos; la Protección Civil, que controlaba con el Ejército la eliminación de residuos en la región, dejó de hacerlo el viernes pasado.

Según fuentes municipales y vecinales, Guido Bertolaso, el jefe del organismo, "se ha echado atrás ante el avance de Nicola Cosentino", el coordinador campano del Pueblo de la Libertad (el partido de Berlusconi), imputado por los jueces por colaborar con el clan de los Casaleses, dueño y señor de la inmundicia local.

Lejos de admitir el fracaso, Berlusconi ha acusado al Ayuntamiento de Nápoles de ser el culpable de la crisis por no hacer la recogida separada de residuos. Según el concejal, que lleva un año en el cargo, el municipio recoge, "con mucha fatiga", unas 200 toneladas diarias (un 19%) con ese método. "Lo malo", añade Giacomelli, "es que sirve de poco: nadie se acordó de construir plantas de tratamiento, y debemos mandar la parte húmeda a Sicilia, a 200 euros la tonelada".

Mientras, en Nápoles se cobra el impuesto más alto de basuras de todo el país: un piso medio, de 80 metros cuadrados, abona 360 euros anuales. Un euro diario. El concejal, que es romano, esgrime razones autóctonas: "Aquí tenemos que recoger sábados y domingos porque la gente come mucho esos días, y come cosas que huelen. Pescado, sobre todo. Y eso en Milán pasa menos".

Los datos le dan la razón. Milán genera la mitad de basura orgánica que Nápoles. A eso hay que sumar, cuenta Giacomelli, "que la crisis económica ha aumentado la economía sumergida y el abandono de residuos especiales, es decir, los restos de las obras ilegales, que con los medios que tenemos no logramos eliminar".

El concejal parece un hombre honrado. Dice que no duerme hace días y que cada poco rato baja a la calle para ver si los camiones han recogido. Pero los vecinos están hartos de excusas y buenas intenciones. "Es para sublevarse, porque la gestión de la basura ha movido 13.000 millones de dinero público desde 1994 hasta ahora", explica Luigi Cascello, jefe de estación jubilado, de 58 años, que lucha en Boscoreale por la defensa del territorio del área vesubiana.

"El negocio lleva 30 años en manos de la Camorra. Y para contrastarla, el Gobierno central se inventó el concepto de la emergencia", recuerda. "En esencia, consiste en derogar las leyes ordinarias para robar mejor. Izquierda y derecha se reparten el lucro con la mafia, y han convertido el sector en una reserva de votos cautivos, un mercado de puestos de trabajo para los amigos, un refugio de camorristas y un amortiguador social".

El drama del Mezzogiorno se supera siempre a sí mismo. Difícil comprender cómo esta gente sigue sin hacer una revolución. Hace unos meses, la policía grabó una conversación entre el jefe de la Protección Civil y su número dos, ambos imputados por la gestión de los paquetes ecológicos de residuos. "Hablaban de reabrir el vertedero del volcán y dijeron: 'Echaremos allí toda la mierda, total, esos son unos capullos'", recuerda el vecino Genovese.

Protección Civil cumplió su promesa y reabrió la cava ilegal, una bomba atómica que la región cerró en 1994. Los vecinos siguen en pie de guerra y ayer varios miles se manifestaron de nuevo y quemaron sus tarjetas electorales.

Berlusconi tenía previsto escenificar su regreso el viernes declarando clausurada la cava, pero tuvo que aplazarlo porque no encuentra el dinero para inventarse una alternativa. Todo induce a pensar que la gran crisis estallará otra vez en horas o días. Cualquier chispa bastará. Hace unas semanas, una eurodiputada que visitó la zona del Vesubio halló residuos tóxicos en la cava. Al salir, preguntó a la presidencia de la región cuánto tiempo necesita para resolver el problema. La respuesta fue: 20 años.

Camiones de basura incendiados  cerca de Nápoles, hecho que la fiscalía atribuye a un grupo de delincuentes locales.
Camiones de basura incendiados cerca de Nápoles, hecho que la fiscalía atribuye a un grupo de delincuentes locales.GIUSEPPE CAROTENUTO

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