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Netanyahu rehúye a Obama y no irá a la cumbre nuclear de Washington

El primer ministro israelí evita la presión de EE UU sobre el conflicto palestino

Enric González

Las relaciones entre Estados Unidos e Israel parecen sometidas últimamente a la ley de Murphy: si algo puede ir mal, va mal, y si puede empeorar, empeora. El anuncio de que Benjamin Netanyahu no acudirá el lunes a la cumbre de Washington sobre seguridad nuclear coloca un nuevo eslabón en la cadena de desentendimientos que rodea últimamente a ambos gobiernos, estrechamente aliados en lo militar pero cada vez más distantes en lo político. La cuestión palestina, sobre la que Barack Obama exige concesiones a Netanyahu, ha pesado decisivamente en la cancelación del viaje.

Netanyahu había asegurado que viajaría a Washington, después de recibir garantías de que Estados Unidos no sacaría a colación el asunto del arsenal nuclear israelí. Israel posee armas atómicas, al menos unas cuantas docenas de cabezas, quizá hasta doscientas, pero nunca lo ha reconocido y no ha firmado el Tratado de No Proliferación (TNP). Esa ambigüedad ha sido tradicionalmente tolerada por sus aliados occidentales. Netanyahu incluso se permitió un poco de pavoneo el jueves por la mañana: "La cumbre trata de seguridad, y no creo que nadie piense que Israel es un Estado terrorista. Cualquiera reconoce un régimen terrorista cuando ve uno, y, créanme, se ven bastantes alrededor de Israel".

Pero el Gobierno de Turquía anticipó horas más tarde que deseaba introducir en los debates de la cumbre la cuestión de las bombas israelíes, y Netanyahu renunció al viaje, delegando en el viceprimer ministro Dan Meridor.

Las intenciones turcas no deberían haber espantado a Netanyahu en condiciones normales. Se puede dudar sobre la solidez ideológica del primer ministro israelí, pero no sobre su capacidad dialéctica. Tanto en Jerusalén como en Washington se interpreta que Turquía ha facilitado a Netanyahu una buena excusa para no volver a Estados Unidos, donde el mes pasado recibió un trato gélido por parte del presidente Barack Obama.

Netanyahu mantenía una excelente relación personal con George W. Bush. Con Obama, por el contrario, la comunicación es mala. Eso tendría escasa importancia si Obama no se hubiera empeñado en insuflar un poco de vida al comatoso plan de paz para Oriente Próximo. La Casa Blanca no se conforma con que Israel no construya nuevas colonias en territorio cisjordano (todos los proyectos están congelados hasta septiembre), sino que exige además que dejen de crecer los barrios israelíes en Jerusalén Este. Durante la visita del vicepresidente Joe Biden a Jerusalén, a principios de marzo, el Gobierno de Netanyahu cometió la torpeza de anunciar nuevas obras en el sector palestino de la ciudad. Hubo bronca entre Biden y Netanyahu, y desde entonces las cosas han ido de mal en peor.

A finales de marzo, Netanyahu acudió a la Casa Blanca. Pero Obama no quiso fotografiarse con él y tras una conversación en la que el israelí no cedió en nada, el presidente de los Estados Unidos se fue a cenar con su familia y le dejó plantado. Obama reclama "gestos" por parte de Israel, empezando por la congelación total de las colonias, para atraer a la Autoridad Nacional Palestina a una nueva ronda de negociaciones encaminadas a la creación de un Estado palestino. La secretaria de Estado, Hillary Clinton, ha planteado a su vez a Netanyahu condiciones adicionales, que incluyen la retirada de tropas israelíes de los territorios ocupados y la liberación de algunos prisioneros.

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Netanyahu, por el momento, no ha dado respuesta. Y le habría resultado muy incómodo repetir el papelón del anterior viaje. El primer ministro israelí considera que Estados Unidos está avasallando la soberanía de su país y poniendo en peligro su seguridad, justo cuando Irán prosigue con su programa nuclear y la retórica iraní acerca de la destrucción de Israel alcanza límites grotescos.

Pero pesan, sobre todo, las limitaciones políticas domésticas. La coalición ultraconservadora con la que gobierna Netanyahu no acepta ninguna cesión; al contrario, bastantes ministros proclaman que Israel llega hasta el Jordán y que el único futuro de los palestinos consiste en largarse. Los rumores acerca del deseo de Obama de favorecer una nueva coalición de gobierno en Jerusalén, basada en una alianza del Likud de Netanyahu con los moderados de Kadima (el mayor partido en el Parlamento), agudizan sin duda el malestar del primer ministro.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, durante la rueda de prensa del 7 de abril en la que repasó su primer año en el cargo.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, durante la rueda de prensa del 7 de abril en la que repasó su primer año en el cargo.REUTERS

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