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Obama se acerca a la reforma sanitaria

"No soy el primer presidente que afronta esta causa, pero seré el último", advierte - El Congreso reacciona positivamente a la defensa del plan estrella del mandatario

Antonio Caño

En una emotiva y robusta defensa de sus ideas para transformar el país, Barack Obama ha apelado al imperativo histórico de Estados Unidos de prestar atención médica a todos sus ciudadanos y ha puesto bastante más cerca de la meta su objetivo de aprobar una ley para la reforma del sistema sanitario. La reacción dominante a su esperado discurso ante el pleno de ambas cámaras del Congreso fue positiva, y el vicepresidente, Joe Biden, predijo ayer que la legislación será firmada antes de las celebraciones del Día de Acción de Gracias, a finales de noviembre.

La próxima semana, el presidente del decisivo comité de Finanzas del Senado, Max Baucus, dará a conocer, con o sin apoyo de la oposición republicana, el proyecto de ley que puede llegar a ser el definitivo. Se trata de un texto que, como el discurso de Obama, busca el consenso en el centro, ignorando los deseos de la izquierda de darle al Estado el papel central en la atención sanitaria y desoyendo las presiones de la derecha para ampliar el terreno de los seguros privados o dejar las cosas como están.

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Esto último ha sido lo que, ante las gigantescas dificultades, ha acabado ocurriendo cada vez que se ha intentado esta misma batalla. No parece que vaya a suceder esta vez. "No soy el primer presidente que afronta esta causa", recordó Obama, "pero estoy decidido a ser el último". "El mantenimiento del estatus quo no es posible, no esta vez".

Muchos detalles del proceso legislativo quedan aún por resolver. La lucha política dentro del Partido Demócrata tampoco se puede dar por terminada. Mucho menos se ha eliminado el rechazo de los republicanos, que no han cambiado de posición tras la sesión extraordinaria del miércoles por la noche en el Capitolio. Pero la intervención del presidente, que detalló los principales aspectos de su propuesta y advirtió apasionadamente sobre su urgencia, ha conseguido resituar el debate en un terreno en el que se hace visible un final feliz.

En primer lugar, porque Obama elevó la discusión a la categoría que realmente tiene, la de la responsabilidad moral de la sociedad con los 47 millones de norteamericanos sin cobertura sanitaria y con otros muchos millones que sufren las condiciones abusivas de las compañías de seguros. "Somos la única democracia avanzada sobre la Tierra, la única nación rica que permite ese trato para millones de sus ciudadanos", recordó Obama.

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En segundo lugar, el discurso sirvió para desmentir algunos de los bulos desatados durante el verano por los enemigos de la reforma -el más escandaloso, respaldado por Sarah Palin, era el del consejo de funcionarios que debía decidir cuándo se ponía fin a la vida de los ancianos enfermos- y para dejar claro qué piensa el presidente en esta materia, esencialmente que no tiene intención de socializar la medicina.

Una mayoría de norteamericanos, aparentemente, le ha creído. El número de personas que respaldan la reforma subió del 53% al 67%, según un sondeo hecho por la cadena CNN entre quienes siguieron el discurso por televisión, aunque estas cifras deben de ser matizadas por el hecho de que había un predominio de votantes demócratas ante las pantallas.

La principal asociación de médicos y el grupo mayoritario entre las enfermeras respaldaron también al presidente. Un portavoz del colectivo de las aseguradoras declaró que este plan deja espacio para trabajar junto al Gobierno. Otros muchos comentaristas y expertos elogian la intervención de Obama, aunque detectan algunas lagunas y contradicciones, particularmente en lo que se refiere a la financiación del plan.

El presidente dijo que costará 900.000 millones de dólares en 10 años y que no aportará ni un céntimo al déficit nacional puesto que todo será financiado con recursos procedentes del ahorro generado por la corrección del despilfarro. Pese a sus enormes carencias, Estados Unidos dedica a la atención sanitaria casi el doble que cualquier país occidental.

Esa preocupación, el coste del plan, era ayer uno de los principales argumentos de los republicanos para rechazar el proyecto de la Casa Blanca. "Las matemáticas no cuadran", dijo el senador John McCain. "He visto muy poco en este plan que contribuya a reducir gastos. No podemos dejar otro billón de dólares de deuda a las siguientes generaciones". El segundo motivo de oposición republicana es el exceso de intervención por parte del Estado. "Es mucho Gobierno, el mismo producto vendido por otro vendedor", manifestó el líder de los republicanos en el Senado, Mitch McConnell.

La estrella de la noche entre la oposición fue, no obstante, el representante por Carolina del Sur Joe Wilson, quien, violando un protocolo largamente respetado, interrumpió la alocución del presidente con el grito de "¡mentiroso!". Ayer pidió públicamente disculpas por lo que él mismo calificó como "falta de civismo".

Pese al clima de pasión que ha dominado desde el primer día este debate y que reinó el miércoles en el hemiciclo, Obama trató de trazar puentes con la oposición. Hizo suyas dos propuestas defendidas hasta ahora por los republicanos, entre ellas una del propio McCain, y se ofreció a incorporar todo aquello que pueda servir para mejorar la reforma. Pero parece haber asumido que no va a encontrar mucha colaboración y que tendrá que sacar adelante su proyecto sólo con los votos demócratas. "Voy a estar abierto a otras ideas, pero no voy a perder el tiempo", advirtió, "con los que han hecho el cálculo de que la mejor política para ellos es matar este plan".

Después de este discurso puede hablarse ya, en efecto, de un plan Obama para la reforma sanitaria. Estos son algunos de sus principales ingredientes:

- Cobertura universal. Sólo quedarán fuera del sistema los inmigrantes ilegales, que se calcula que son unos 12 millones del total de 47 sin cobertura actualmente. Los jóvenes y los trabajadores autónomos estarán obligados a tener seguro.

- Participación del Estado. El Gobierno promoverá una opción pública para garantizar la cobertura universal, pero sólo como última solución para aquellos que no puedan acceder al seguro privado. El seguro público tendrá que ser, además, autosuficiente; no podrá concluir sus ejercicios con déficit que no pueda cubrir con sus propios clientes. Por supuesto, nadie estará obligado acogerse a esta opción. Se calcula que no más de un 5% de norteamericanos lo haría.

- Control sobre las aseguradoras. El principal objetivo del plan es mejorar el sistema de seguro privado, aumentando la competencia y sometiendo a las compañías a un serio escrutinio para que no puedan rechazar pacientes por condiciones médicas pre existentes ni darles de baja cuando tienen una enfermedad grave.

- Respeto a las condiciones actuales. Nadie estará obligado a cambiar su seguro actual, ni de compañía ni de médico.

- Nadie se quedará sin seguro por perder el trabajo. Un grupo de aseguradoras subvencionada por el Estado se encargará de dar cobertura a los trabajadores que queden desprotegidos cuando son despedidos.

- Atención a los jubilados. Obama aseguró que no se reducirá en lo más mínimo el actual programa de cobertura pública a los pensionistas (Medicare) para pagar la opción pública, desmintiendo lo que era uno de los principales motivos de angustia entre los mayores.

Obama en el Capitolio. Detrás, el vicepresidente Joe Biden y la presidenta de la Cámara baja, Nancy Pelosi.
Obama en el Capitolio. Detrás, el vicepresidente Joe Biden y la presidenta de la Cámara baja, Nancy Pelosi.AP

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