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La nueva Casa Blanca

Obama arranca su mandato a todo gas

El presidente asume sus compromisos desde el primer día sin perder la calma - El plan para estimular la economía suscita dudas en EE UU

Antonio Caño

El día antes de su toma de posesión, cuando se aplicaba esforzadamente en la limpieza de un edificio público en reconstrucción en el sureste de Washington, Barack Obama mantenía el mismo aspecto fresco y relajado que exhibe habitualmente en un mitin o en una reunión de trabajo. "Es que yo nunca sudo", les dijo a sus compañeros de faena, en lo que parecía ser una revelación, no sólo de su capacidad natural para el esfuerzo, sino de su templanza en cualquier circunstancia.

Desde ese momento, sólo se le ha visto perder los nervios una vez. Precisamente en el momento de repetir la frase ritual de la jura, y no fue por su culpa, sino porque el presidente del Tribunal Supremo, John Roberts, un viejo rival político, le hizo confundirse en ese histórico momento y obligó a que hubiera que repetir la ceremonia en privado.

Aún no ha empezado lo más duro del trabajo y la gente necesitará paciencia
El presidente ha mostrado en esta semana templanza y moderación
"Comprendo el escepticismo", dijo Obama respecto a su plan económico
La fuerza de la realidad puede interponerse ante la voluntad de diálogo
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Y si Barack Obama no ha sudado en esta semana de vértigo en la que, literalmente de un plumazo, ha derribado el edificio de seguridad, control y detención levantado por George Bush tras el 11-S, cabe esperarse de este hombre el aplomo suficiente para encarar los dificilísimos días que se le auguran.

La primera semana de Obama -al que, popularmente, por primera vez en la historia de este país, se empieza a conocer por su nombre, Barack-, ha sido ejemplificadora de las mejores virtudes del nuevo presidente, su resolución para cumplir lo que promete y su moderación para hacerlo de una forma, en la medida de lo posible, integradora, sin molestar a los rivales. Pero estos primeros días han permitido comprobar también que los problemas por resolver son de tal calibre -desde la crisis económica a la retirada de Irak- que los éxitos no van a llegar en días ni en semanas ni, probablemente, en meses.

Pese a su meteórico comienzo en las áreas en las que está capacitado para ejercer los limitados poderes presidenciales -media docena de decretos para el cierre de Guantánamo, la prohibición de la tortura y de las cárceles secretas, el establecimiento de nuevas reglas éticas dentro de la Administración o el levantamiento a las restricciones de las ayudas internacionales vinculadas al aborto-, lo más duro del trabajo todavía no ha empezado, y la población va a necesitar paciencia para observar los primeros resultados significativos. Una encuesta de Gallup que debía hacerse pública ayer situaba a Obama entre los presidentes más populares en su inauguración desde John Kennedy. Todos los analistas coinciden en que posee un extraordinario capital político que, con la mínima habilidad necesaria, tardará tiempo en consumir.

Pero los acontecimientos se precipitan hoy a mayor velocidad que nunca. Sin restar importancia al gesto del cierre de Guantánamo -complicado, enseguida, por el debate no resuelto sobre qué hacer con los cerca de 250 presos que allí quedan- o la liquidación de toda forma de trato inhumano a los prisioneros, ahora y en el futuro, todo eso se ha visto rápidamente engullido por la brutalidad de una realidad que empeora por momentos, especialmente en el ámbito económico, pero no sólo.

Obama volvió a reunirse ayer con su equipo de asesores económicos para dejar constancia de la existencia de "una tarea de dimensiones históricas" en ese terreno. Antes de que se haya gastado la segunda partida de 350.000 millones de dólares para el rescate del sistema financiero, ya empieza a hablarse en el Capitolio de que va a ser necesario aprobar pronto cantidades suplementarias, algunos cientos de miles de millones más. Antes de que se haya aprobado en el Congreso el plan de estímulo económico, calculado en 825.000 millones de dólares, ya empieza a haber temores de que éste no sea más que un parche que cree empleo de forma volátil y no sirva para recomponer las bases de la economía a medio plazo.

Obama trató ayer de salir al paso de esas dudas en el primero de los tradicionales discursos radiofónicos -ahora ya disponibles con imagen en Internet- que todos los presidentes hacen cada sábado. "Comprendo el escepticismo", admitió el presidente, "y por eso es por lo que este plan de recuperación incluye medidas sin precedentes para permitir al pueblo norteamericano un control estricto sobre sus resultados. No vamos a echar dinero sobre los problemas, vamos a invertir en lo que funciona".

Obama tiene un montón de escépticos en el campo republicano a los que trata de ganar para su causa. Primero, ha intentado no molestarlos, firmando el decreto sobre el aborto sin cámaras y a última hora del viernes. Segundo, va a reunirse con sus líderes en el Congreso el próximo martes para procurar aunar voluntades. Pero también les ha advertido que no va a ceder (mucho) en lo que considera aspectos de principios del plan económico, como son los subsidios de desempleo y otras ayudas sociales, a las que los republicanos se oponen. "Eso son diferencias de tipo filosófico, y en ese caso yo soy el presidente", les recordó el viernes a los principales líderes políticos.

El presidente comparte la urgencia de los republicanos de invertir en aquellos sectores de la economía que más rápidamente crean empleo, pero considera que eso no es suficiente. "Esto no es sólo un programa de corto plazo para potenciar el empleo", explicó ayer, "es un programa para invertir en nuestras principales prioridades, como la energía y la educación, la atención sanitaria y las nuevas infraestructuras, que son necesarias para mantenernos fuertes y competitivos en el siglo XXI".

El reto económico, por sí solo, justificaría el esfuerzo de una presidencia. Pero Obama tiene, además, que hacer compatible ese trabajo con el de contener la extensión de la inestabilidad internacional. A las pocas horas de que se reuniera, el miércoles, con los jefes militares para poner en marcha los planes de retirada de Irak, el embajador norteamericano en Bagdad, Ryan Crocker, y el secretario de Defensa, Robert Gates, alertaron sobre los enormes peligros de una salida precipitada. Un día más tarde, después de que Obama pidiera contención a Israel en Gaza, pese a comprender su derecho a defenderse, el jefe de la oposición israelí, Benjamim Netanyahu, advertía de que Irán era el centro mundial del terrorismo y que habría que actuar en algún momento.

Obama se ha estrenado con una voluntad negociadora en política exterior y ha señalado, junto con la nueva secretaria de Estado, Hillary Clinton, que la diplomacia será el primer instrumento de esa política. Pero, de nuevo, también en este asunto, la fuerza de la realidad puede crudamente interponerse.

Mejor, por tanto, que Obama no sude. Esto va a ser una carrera de obstáculos a la velocidad de la fórmula 1. Abróchense los cinturones.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, revisa su aspecto poco antes de la ceremonia de su toma de posesión, el pasado 20 de enero, en una imagen cedida ayer por la Casa Blanca.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, revisa su aspecto poco antes de la ceremonia de su toma de posesión, el pasado 20 de enero, en una imagen cedida ayer por la Casa Blanca.EFE
SCIAMMARELLA

Promesas cumplidas

- El fin de Guantánamo. En su primer día como presidente de Estados Unidos, Barack Obama ordenó el cierre de la prisión militar de Guantánamo y fijó para la clausura el plazo máximo de un año.

- Retirada de Irak. Tras

los fastos de la toma de posesión, Obama se reunió con varios mandos militares para organizar la retirada de los 140.000 soldados desplegados en Irak.

- No más torturas. Después de haber ordenado el día anterior el cierre de Guantánamo, Obama decretó el jueves el fin de las torturas y de las cárceles secretas en países extranjeros. Obama encargó redactar nuevas normas que se atengan a las exigencias básicas de la Convención de Ginebra.

- Grupos proaborto. El nuevo presidente autorizó las ayudas económicas a los grupos de planificación familiar, sin tomar en consideración si apoyan el aborto. Estas organizaciones dejaron de recibir fondos del Estado con Ronald Reagan en 1984. Bill Clinton volvió a concedérselos en 1993 y George W. Bush les retiró la ayuda económica en 2001.

- Estímulo económico. Obama reclamó al Congreso que libere 825.000 millones de dólares (636.000 millones de euros) para iniciar lo antes posible un plan de estímulo económico.

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