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Obama gana una votación clave para aprobar la reforma sanitaria

El Comité de Finanzas del Senado ve económicamente viable el plan

Antonio Caño

Barack Obama obtuvo ayer el mayor éxito hasta la fecha en su agenda de reformas domésticas con la aprobación por un decisivo comité del Senado de la ley para la reforma sanitaria. Nunca antes un proyecto similar, destinado a corregir una de las lacras sociales más sangrantes de este país, había llegado tan lejos en un proceso legislativo en el que entran en juego intereses políticos y económicos de gran magnitud.

["Hoy hemos franqueado una etapa crucial en nuestros esfuerzos para reformar nuestro sistema de salud. Estamos más cerca que nunca de una reforma sanitaria, pero todavía no hemos llegado a ella", dijo el presidente Obama tras la aprobación del comité del Senado, informa Afp].

Los anteriores intentos de reforma nunca habían llegado tan lejos
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Los demócratas presentan el proyecto de reforma sanitaria

Se trata de una victoria para la Casa Blanca en la medida en que, en este día, gracias al voto del Comité de Finanzas del Senado (14 a favor y nueve en contra), la reforma sanitaria ha pasado de ser una quimera, un sueño frustrado por múltiples obstáculos, a una realidad al alcance de la mano.

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Pero se trata también de una victoria doblemente pírrica. Dolorosa porque, en el camino, Obama se ha dejado mucha de su popularidad, y escasa porque se ha conseguido a base de considerables renuncias y con escaso apoyo de la oposición. La senadora de Maine Olympia Snowe fue la única republicana que ayer votó sí. Es mejor que nada, pero insuficiente como para considerar esto una actuación bipartidista.

Quedan todavía varios pasos por dar. Hay que unificar el texto aprobado ayer con el que había salido del Comité de Salud y llevarlo a votación del pleno del Senado. Posteriormente, será preciso conciliar la ley de la Cámara Alta con la que surja de la Cámara de Representantes, seguramente más ambiciosa y progresista.

No obstante, el visto bueno del Comité de Finanzas, que es el que establece la viabilidad económica del proyecto, ha acelerado la marcha hacia una meta histórica. Obama podría tener una ley lista para añadir su firma en un mes. Teniendo en cuenta lo ocurrido antes con otras iniciativas, éste es un momento trascendental. Nunca una ley había llegado antes a ser votada. El famoso proyecto de Bill Clinton, en el que comprometió su futuro como presidente, ni siquiera llegó a ser discutido en el Capitolio. "Es hora de terminar este trabajo, es nuestra oportunidad de hacer historia", declaró ayer el presidente del Comité de Finanzas, Max Baucus.

El proyecto que sale de ese comité es la versión más modesta de la reforma que pretende la Casa Blanca. Garantiza la cobertura sanitaria para casi todos los estadounidenses (deja fuera a los inmigrantes ilegales) y acaba con las reglas abusivas que en estos momentos imponen las aseguradoras. Pero no permite al Gobierno ofrecer un seguro público de salud (como pretendía Obama) ni obliga a las empresas a asegurar a sus trabajadores.

Tanto esos aspectos como otros relacionados con la financiación de la ley serán todavía objeto de negociación entre la derecha y la izquierda del Partido Demócrata. El Partido Republicano está, prácticamente, fuera de la jugada. Bajo una dirigencia radical que decidió hace tiempo no contribuir a darle al presidente esta victoria, la oposición se ha mostrado hostil con cualquier proyecto de reforma, incluso los más moderados.

Está en manos, por tanto, de los demócratas, decidir el destino y las características finales de esta legislación. La mayoría de los demócratas de la Cámara y algunos del Senado están empujando todavía a favor de la inclusión de la llamada opción pública, que puede acabar siendo posible, sobre todo si su renuncia no sirve para atraer votos republicanos.

Otro terreno de discrepancias en el Capitolio es el de la financiación de la ley. El presidente ha advertido que no firmará ningún texto que suponga un aumento del déficit público, lo que obliga a buscar recursos para hacer frente al coste de esta reforma -entre 825.000 y 900.000 millones de dólares, según las distintas versiones-. Los demócratas de izquierda piden nuevos impuestos. Los demócratas centristas pretenden que una parte considerable sea pagada con el ahorro que se obtenga de la racionalización del sistema actual, que, pese a sus carencias, es el más caro del mundo.

Antes de que esta dura batalla termine, se vivirán aún episodios de gran tensión. Los que se sienten derrotados por esta reforma no van a rendirse con facilidad. Ayer mismo, la industria aseguradora hizo público un estudio que advierte que el precio de los seguros individuales va a aumentar estrepitosamente si se aprueba esta ley. Inmediatamente, la Oficina de Presupuestos del Congreso desmintió las cifras de ese estudio, pero el miedo ya se ha extendido entre una parte de la población.

El presidente del Comité de Finanzas del Senado de EE UU, el demócrata Max Baucus (izquierda), habla con el republicano Charles Grassley
El presidente del Comité de Finanzas del Senado de EE UU, el demócrata Max Baucus (izquierda), habla con el republicano Charles GrassleyAFP

Una cobertura de seguro médico casi universal

Con la nueva legislación de la reforma sanitaria, el 98% de la población dispondría de seguro médico. Pero quedarían excluidos 25 millones de personas, un tercio de ellas inmigrantes indocumentados, según la Oficina de Presupuestos del Congreso.

El precio de implantar las medidas contempladas en la ley en un plazo de 10 años será de 829.000 millones de dólares (560.000 millones de euros). Se reducirá el déficit público en unos 81.000 millones de dólares en una década.

A las aseguradoras se les prohíbe denegar sus pólizas a personas que sufran enfermedades crónicas con anterioridad a contratarlas. Deberán ofrecer sus servicios a cualquier persona, sin condición. Aunque la nueva ley no obliga a las compañías a asegurar a sus empleados, se impone una multa a las empresas por cada trabajador que carezca de póliza. Estarán exentos los comercios con menos de 50 empleados.

Los ciudadanos, individualmente, deberán suscribir un seguro médico o pagar una penalización al Gobierno de hasta 750 dólares anuales a partir de 2014. Esta penalización se anulará si la persona aduce una de estas razones: extrema pobreza, motivos religiosos o pertenecer a la etnia nativo-americana. También se permitirá a las personas que quieran contratar pólizas a título individual que lo puedan hacer con los precios rebajados que se ofrecen a las grandes empresas.

Por otro lado, se impondrán nuevos impuestos, de hasta el 40%, a aquellas pólizas de elevado precio que permiten el uso indiscriminado de servicios médicos, diseñadas para personas con elevados ingresos. Habrá nuevos impuestos para los sectores fabricantes de medicamentos y material médico y las empresas aseguradoras. Entre los tres, entregarán al Estado 13.000 millones de dólares (8.700 millones de euros) anuales.

Finalmente, se ampliará el seguro público para personas de escasos recursos, Medicaid, para que cubra a un mayor porcentaje de ciudadanos, aquellos que ingresen hasta el 133% del llamado umbral de pobreza, fijado ahora en unos 14.000 dólares, 9.000 euros anuales. Se congelará el crecimiento de Medicare, la póliza pública que cubre, sobre todo, a los ancianos, y se reducirán un 25% los pagos a los médicos adscritos a este plan en 2011.

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