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Obama se juega su credibilidad en la reforma sanitaria

El presidente se vuelca en promocionar el proyecto

Antonio Caño

Barack Obama pasó el miércoles una hora y media en la televisión, en la franja de máxima audiencia, respondiendo a las dudas del público sobre sus planes de reforma sanitaria. Es la sesión más larga de preguntas a la que se ha sometido desde que es presidente. Ningún otro asunto, internacional o doméstico, ha consumido hasta ahora tanto de su tiempo.

Obama ha mantenido numerosas reuniones sobre temas de salud con congresistas. Ha viajado a media docena de Estados para promocionar su proyecto. Ha hablado con médicos, compañías de seguro, pacientes... Ha hecho más que nadie antes en su puesto. Pese a todo, el contenido de la reforma sanitaria, que Obama se ha comprometido a sacar adelante este año, es todavía un gran misterio y su futuro, una incógnita.

La reforma sanitaria es de esos gigantescos proyectos que todos los presidentes norteamericanos se proponen y ninguno consigue. Existe un pensamiento general en Estados Unidos de que el sistema sanitario es un desastre: más de 40 millones de personas están sin seguro de salud, el sistema gasta el doble que cualquier otro en Europa sin repercutir en los pacientes ni la mitad de la atención.

Obama ha declarado que la situación es crítica y no permite más demoras, ha puesto toda su credibilidad en este asunto y ha hipotecado una buena parte de sus posibilidades de reelección. De ahí el riesgo que en este momento representa para él la incertidumbre sobre el resultado de esa apuesta.

Los ciudadanos quieren un nuevo régimen sanitario, como demuestran todas las encuestas de forma contundente. Pero, al mismo tiempo, están aterrados ante lo desconocido. La perspectiva de una masiva intervención del Estado en el sistema, el alto precio de la operación -más de un billón de dólares- y la perspectiva de que eso acabe elevando fuertemente los impuestos, produce recelo entre la opinión pública.

El acceso a la sanidad como opción individual, voluntaria y en las condiciones que cada cual desee, es algo más que una de las características del sistema sanitario de Estados Unidos, es el sello de identidad de una cultura nacional.

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Consciente de esa resistencia y consecuente con su estilo en otros ámbitos, Obama ha tratado de hacer las cosas a medio camino: ni ha asumido el principio progresista de que el Estado tome el control pleno del sistema, ni ha aceptado la idea liberal-conservadora de crear las condiciones para que el mercado arregle el desbarajuste actual.

El proyecto de Obama contempla un sistema público de salud en convivencia (o en competencia, según entienden otros) con el sistema privado. El presidente entiende que de esta forma se pueda garantizar la cobertura casi universal al atender a gente sin empleo o a trabajadores autónomos que no pueden afrontar los costes de un seguro, sin obligar a nadie a renunciar a los seguros que tienen en la actualidad. La oposición considera que eso va a llevar a la ruina a las aseguradoras privadas y va a dejar sin cobertura a muchos más de los que hay en la actualidad.

Obviamente, todo este gran debate está intercalado de verdades a medias e intenciones mezquinas. Las elecciones legislativas de 2010 están a la vuelta de la esquina y muchos congresistas saben que se juegan su puesto en el voto que den a esta reforma. Los demócratas conservadores se resisten a aceptar la idea de un sistema público de salud y le han pedido al presidente que busque otros caminos.

Obama confesó el martes en una rueda de prensa que estaba abierto a esa posibilidad, siempre que esos caminos garanticen la ampliación de la cobertura y la reducción de los costes totales.

Los republicanos no tienen en estos momentos fuerza política suficiente para torcer la voluntad del presidente y de los demócratas. Pero antes hay que ver cuál es el proyecto que sale a votación, quizá antes del fin del verano. Puede ser el final de Obama o el comienzo de su leyenda.

Barack Obama camina por los jardines de la Casa Blanca.
Barack Obama camina por los jardines de la Casa Blanca.AP

Las claves

- El plan de Obama contempla un sistema público de salud en convivencia (o en competencia, según otros) con el sistema privado.

- La reforma costaría más de un billón de dólares (casi 718.000 millones de euros).

- Más de 40 millones de personas carecen de seguro de salud.

- Estados Unidos gasta en sanidad el doble que cualquier país de Europa sin repercutir en los pacientes ni la mitad de la atención.

- Las encuestas demuestran que los ciudadanos quieren un nuevo régimen sanitario.

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