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Obama ofrece apoyo incondicional a Israel

El candidato demócrata garantizará la seguridad frente a Irán y el terrorismo - El senador sólo dedicó una de las 14 horas de su visita al presidente palestino

Antonio Caño

En una gira cargada de simbolismo, Barack Obama rozó ayer la apoteosis con un largo recorrido por lugares como el Museo del Holocausto, en Jerusalén, donde se preserva la memoria del exterminio del pueblo judío, o la Muqata, en Ramala (Cisjordania), donde también se recuerda el acoso sufrido por el pueblo palestino.

Entre unos y otros, Obama repartió dosis de la esperanza y el optimismo que llenan su candidatura presidencial. Pero a todos dejó claro, con palabras y gestos, que su prioridad es Israel, que su aliado será Israel y que está firmemente comprometido con la seguridad de este país frente a los viejos y los nuevos enemigos, el terrorismo palestino o Irán.

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"Estoy aquí para reafirmar las relaciones especiales entre Israel y Estados Unidos, mi compromiso permanente con la seguridad de Israel y mi esperanza de poder servir como un socio a la altura, bien sea como senador o como presidente", dijo Obama tras su entrevista con el presidente israelí, Simon Peres.

Su reunión, poco después, con el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, concluyó sin un solo comentario de ninguno de los dos. Ni una triste nota de prensa surgió del encuentro, del que se tiene constancia sólo por los fotógrafos a los que se permitió el acceso a la sala, puesto que la caravana de Obama entró y salió de Ramala -sin hacer cola en el puesto de control militar en el que los palestinos pierden varias horas cada día- con la fugacidad de Bienvenido Mister Marshall.

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De las 14 horas, aproximadamente, que Obama invirtió en su visita a Israel, sin contar el breve descanso, dedicó poco más de una a los palestinos. Puede decirse que ese breve espacio es más que lo que otros políticos estadounidenses de primera fila, entre ellos el candidato republicano, John McCain, habían hecho antes. Y así lo querían ver ayer dirigentes palestinos del ala moderada, como Saeb Erekat, el jefe de las negociaciones con Israel, que se esforzó en relatar a la prensa el éxito de la entrevista entre Abbas y Obama porque el candidato presidencial se había comprometido a ser "un socio constructivo" en el proceso de paz.

Quizá eso sea suficiente para los palestinos si Obama llega a la Casa Blanca. Pero esta visita no era para hacer avanzar el proceso de paz. Entre otras cosas porque, como repiten cada día los asesores que viajan con Obama, el candidato no está aquí para tomar decisiones políticas que sólo le corresponden al presidente. Éste es un viaje para emitir signos y dejar mensajes encubiertos. En este sentido, hay que anotar tanto el hecho de que Obama no visitase la tumba de Yasir Arafat, situada a unos pocos metros del lugar en el que se reunió con Abbas, como la indiferencia mostrada en las calles por la población de Ramala.

No era esa indiferencia, facilitada por las estrictas medidas de seguridad, un gesto de hostilidad con el candidato. Al contrario, la gente confiesa que prefiere que él gane las elecciones. Pero no se hacen ilusiones de que esa victoria signifique un cambio apreciable para la vida cotidiana de la población en los territorios ocupados. Obama casi lo reconoció al final del día en una conferencia de prensa: "Hay que asumir que la paz no va a llegar de la noche a la mañana".

Al otro lado del muro construido por Israel, los gestos de afecto fueron, sin embargo, abundantes y muy significativos, dejando aparentemente atrás las reservas iniciales que existían en este país respecto a un hombre de raza negra que lleva Hussein como segundo nombre. Después de una serie de entrevistas con toda la panoplia de la clase política israelí, tanto del Gobierno como de la oposición, en una sala del hotel King David rodeada de pancartas de apoyo al ilustre invitado, Obama, tocado con el clásico yarmulka judío, rindió homenaje a los mártires del Holocausto, a los que honró no sólo como víctimas, sino como "símbolos del espíritu humano", de la capacidad del hombre "para renacer de la tragedia y rehacer nuestro mundo".

No se quedó todo en el recuerdo solidario de aquella espantosa página de la historia. Obama quiso refrendar que está al lado de Israel para hacer frente a los peligros de hoy en día. "Estados Unidos tiene que respaldar siempre el derecho de Israel a defenderse contra los que amenazan a su pueblo", dijo el candidato en la pequeña ciudad de Sderot -otro símbolo-, en la frontera con Gaza, ante una pila -otro símbolo- que reunía algunos de los 2.000 cohetes disparados contra ella por Hamás en los últimos cuatro años.

La mayor amenaza, sin embargo, contra este país no es hoy Hamás sino Irán, cuyo presidente, Mahmud Ahmadineyad, repite casi a diario su deseo de borrar a Israel del mapa. En la conferencia de prensa celebrada en Sderot, Obama fue particularmente contundente en las advertencias a Irán, hasta el punto de no tener escrúpulos de situarse en el mismo nivel que George Bush. "Irán debe entender que, bien sea con una Administración Bush o con una Administración Obama, Estados Unidos contempla sus intenciones nucleares como una amenaza global", manifestó.

Sin excluir del todo, según él mismo dijo, "la política del palo y la zanahoria", el candidato demócrata añadió que negociaría con Irán siempre que ese país renuncie a sus intenciones nucleares "y sin retirar de la mesa ninguna opción".

Obama venía a Israel para convencer a los votantes norteamericanos que dudan de su firmeza frente a los enemigos de Estados Unidos y que mantienen reservas sobre sus condiciones como comandante en jefe. A ellos se estuvo dirigiendo indirectamente la mayor parte del día. Pero también quería dar satisfacción a los ciudadanos que buscan una vía de hacer política internacional sin tener que recurrir tan frecuentemente al uso de la fuerza.

A ellos se dirigió cuando, intentando preservarse como un futuro intermediario creíble para la paz si resulta ganador en noviembre, pidió a Israel un esfuerzo para el diálogo. "Creemos rotundamente que los intereses de seguridad de Israel se ven mejor salvaguardados si llega a un acuerdo de largo plazo con los palestinos", declaró.

Obama matizó una declaración anterior suya en apoyo a la indivisibilidad de Jerusalén como capital de Israel, y dijo que seguía creyendo que "Jerusalén debe ser la capital de Israel" y que, aunque no le parecía buena idea "partirla por la mitad", el estatuto final debían decidirlo las dos partes negociadoras.

Su acto final del día fue el encuentro con el primer ministro israelí, Ehud Olmert. Teniendo en cuenta las dificultades políticas por las que atraviesa el personaje, esa postergación quizá fuese el último mensaje de la jornada.

Barack Obama, ante los restos de cohetes disparados por milicianos palestinos desde Gaza contra la ciudad israelí de Sderot (sur).
Barack Obama, ante los restos de cohetes disparados por milicianos palestinos desde Gaza contra la ciudad israelí de Sderot (sur).REUTERS

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