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Reportaje:El conflicto libio | El bastión del régimen

Objetivo: Sirte, la cuna del dictador

La toma de la ciudad es clave para evitar una contraofensiva de las tropas leales

"Yo me esperaría unos días antes de cruzar esa carretera", dice detrás de su mesa uno de los miembros del Consejo Nacional de Transición, en un despacho de las oficinas en las que los rebeldes tratan de recomponer las operaciones petroleras en el país. "Quizás tardemos más de un mes en eliminar esas bolsas de leales a Gadafi que quedan sueltas".

La advertencia se repite en Bengasi, la ciudad donde empezó el conflicto a mediados de febrero. Empresarios, personal de seguridad e inteligencia de distintas organizaciones y miembros del propio Consejo Nacional de Transición coinciden en que, aunque los centros de poder y los símbolos del régimen han caído, el asunto está aún lejos de terminar.

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La mayoría de los problemas están entre Misrata y Bengasi, especialmente en la zona de Sirte, provincia natal del dictador y donde cuenta con el apoyo tribal de su familia. Las fuerzas rebeldes han llegado hasta Ras Lanuf, al oeste de Bengasi, pero no pueden asegurar la carretera de la costa hasta que caiga Sirte, donde viven unas 100.000 personas.

Los últimos avances por tierra les dejan a un paso de la ciudad, según señaló ayer el presidente del Consejo, Mustafá Abdel Yalil, en Bengasi. La intención es negociar con las tribus para que permitan la entrada y dejar sin apoyo a los soldados que aún combaten con artillería pesada en esa área, despejando así el camino por carretera hasta Trípoli.

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Sirte está ahogada. Sin capacidad para abastecerse de combustible y con rebeldes avanzando por ambos frentes, la ciudad trata de sobrevivir al asedio aunque todavía tiene capacidad para lanzar desde allí misiles Scud como los que cayeron el pasado lunes en las cercanías de Misrata. Su importancia es estratégica porque, además de ser la ciudad de Gadafi, posee un aeropuerto civil que da cobijo a una base aérea militar.

Tanto es así que grupos de rebeldes de Misrata, la ciudad que ha sufrido el sitio más sanguinario en esta guerra, han optado por dirigirse hacia Sirte en lugar de Trípoli, según confirmó ayer el Consejo. "Si no lo hacen así, corren el riesgo de sufrir más ataques desde Sirte", añade un experto en seguridad que trabaja para una compañía de petróleo.

Bengasi está llena de estos especialistas que asesoran a organismos internacionales, empresas y canales de televisión. Se les puede ver en los hoteles o por la calle, casi siempre de la misma guisa: tatuajes, gafas de sol, relojes de acero y pantalones de muchos bolsillos. Suelen tener dos guardaespaldas. Uno de ellos, que asesora a la delegación de la Unión Europea en Bengasi, asegura que la situación es todavía muy caótica y que los informes hablan de enfrentamientos de leales al régimen en la carretera de la costa oriental. "Ni siquiera podemos decir que el camino esté seguro hasta Ras Lanuf", comenta.

Esos combatientes aislados son, según los rebeldes, jóvenes pagados por el régimen que solo obedecen a quienes "les alimentan y les facilitan drogas". "No son militares, no les importa su vida, solo quieren luchar y drogarse, esa es su forma de vida", dice Osama, un joven que hace guardia con el Kaláshnikov a la entrada de un hotel de Bengasi.

Algo parecido sugirió ayer a la agencia Reuters Hassan Droy, otro portavoz del Consejo de Transición de los rebeldes. "Han sido instruidos para el combate y puede que ni siquiera estén al tanto de que el régimen se está desmoronando. Gadafi les dijo que lucharan hasta la muerte. No han tenido teléfono en varios días y no saben lo que está pasando", señaló Droy, quien aseguró que solo el 10% de los miembros de otras tribus de Sirte diferentes a la de su familia apoyan al dictador.

Para todos en Bengasi, Sirte es el reto. Antes de Gadafi, la ciudad no pasaba de ser un desértico lugar de pescadores a orillas del Mediterráneo. A su llegada al poder, en 1969, el dictador modeló la ciudad a su imagen y semejanza. Instaló allí un campamento de tiendas donde solía recibir a jefes de Estado y construyó edificios y lujosas viviendas para su familia.

Si cae Sirte, los rebeldes podrán mirar hacia el sur, donde también quedan grupos que, en el aislamiento del desierto, hacen la guerra a su manera. Los últimos informes que maneja el Consejo advierten del peligro de que estos grupos logren conectar por el suroeste con Argelia y conseguir así abastecerse de combustible. Para los rebeldes eso minaría los éxitos conseguidos hasta ahora. La mayoría considera que es bastante improbable que eso ocurra, ya que los gadafistas se encontrarían con la resistencia de ciudades como Sahba, más al sur.

Mientras tanto, Bengasi celebra cada noche lo obtenido en estos seis meses. Los rebeldes salen a la calle todas las noches y disparan sus AK-47 al aire. La ciudad es una alfombra de casquillos de proyectiles en la que es imposible caminar sin darle una patada a alguno. Todo hace pensar que todavía es pronto para malgastarlos.

Cientos de libios celebran la caída del principal bastión de Gadafi en Trípoli, el complejo residencial-militar de Bab el Azizia.
Cientos de libios celebran la caída del principal bastión de Gadafi en Trípoli, el complejo residencial-militar de Bab el Azizia.SERGEY PONOMAREV (AP)

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