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Olmert rechaza el canje de un soldado en manos de Hamás

Los islamistas exigen la liberación de 1.500 prisioneros palestinos

Ehud Olmert está dispuesto a abandonar el cargo sin lograr la liberación del soldado Gilad Shalit, cautivo en manos de Hamás desde junio de 2006. El primer ministro israelí ha soportado la tremenda presión popular y mediática y rechazó anoche —en un breve discurso televisado a un país en vilo, tras una reunión extraordinaria del Gabinete— las exigencias del movimiento islamista para canjear al militar por unos 1.500 prisioneros palestinos, decenas de ellos autores o cerebros de atentados que causaron cientos de muertos en Israel. La consecuencia inmediata es clara: el asedio económico y militar al millón y medio de habitantes de Gaza continuará, y la reconstrucción tras la guerra de diciembre se antoja una quimera.

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Israel está atrapado en un dilema expuesto en pleno centro de Jerusalén, a las puertas de la residencia oficial del primer ministro, donde la presencia de los medios locales e internacionales es constante. Miles de personas, incluidos varios ministros, han visitado a los familiares del uniformado israelí, en vigilia desde hace 10 días en unas carpas a pocos metros de donde duerme Olmert.

En la acera de enfrente, los deudos de fallecidos en atentados suicidas han colocado pancartas con las fotografías de las víctimas y el lema "No liberen a los terroristas". No hay israelí que no ansíe el retorno de Shalit, capturado en una base militar lindante con Gaza. Podría ser el hijo de cualquiera en este país donde el servicio en filas es obligatorio. Ni uno desea tampoco ver liberados a los prisioneros que Hamás demanda.

En Gaza y Cisjordania también aguardaban expectantes que el pacto entre los islamistas e Israel viera la luz. Superan los 10.000 los reos palestinos. Unos 500 purgan meses de cárcel, algunos hasta cuatro años, sin juicio ni cargos. El nombre de Shalit es más conocido que los de la mayoría de estos reos indefensos, incluso en la prensa árabe. Nadie se ocupa de ellos.

"Hay líneas rojas que Israel no cruzará. El Gobierno no accederá bajo ninguna circunstancia a las exigencias de Hamás", declaró solemne Olmert. Se había barajado la liberación de cientos de prisioneros, e incluso la deportación de decenas a países árabes o a Gaza. Fuentes cercanas a Hamás aseguran que esta organización aceptaba la deportación de algunos de ellos, pero el asunto de los prisioneros es vital para los palestinos.

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Lograr la excarcelación de reclusos condenados a cadenas perpetuas habría supuesto un triunfo rotundo frente a sus rivales de Al Fatah, que nunca consiguieron la liberación de reos de calibre. Y también allanaría el camino a la apertura de los cruces fronterizos de Gaza con Israel para aliviar el bloqueo. Algo que Israel no permitió ni cuando Hamás respetó la tregua pactada en la segunda mitad de 2008.

El panorama se complica. El Ejecutivo de Olmert llega a su fin y es previsible que su sucesor, Benjamín Netanyahu, impulse iniciativas más radicales.

Familiares y amigos del soldado israelí Gilad Shalit se manifiestan frente a la residencia de Ehud Olmert.
Familiares y amigos del soldado israelí Gilad Shalit se manifiestan frente a la residencia de Ehud Olmert.EFE

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