Pacificadores bajo sospecha
Si el general Villegas no hubiese dimitido, España se habría visto salpicada por las durísimas críticas que está recibiendo la MONUC. El miércoles, en Nairobi, el jefe de misión de Médicos Sin Fronteras (MSF), Hakim Chkan, denunció la pasividad de los cascos azules ante las atrocidades del Ejército de Liberación del Señor (LRA), una milicia rebelde ugandesa dirigida por el fundamentalista cristiano Josep Kony, que ha matado a más de 900 civiles en el noreste de Congo desde diciembre. "Las tropas de la ONU nunca han intervenido para proteger a la población. Lo único que hacen es ofrecer apoyo logístico al Ejército congoleño, que también se queda impasible ante los crímenes", dijo Chkan. "Ni siquiera atienden a los heridos, aunque son los únicos que pueden acceder a zonas remotas", agregó.
El responsable de la MONUC, Alan Doss, replicó que "no se puede proteger a todos, en todos sitios y todo el tiempo", mientras que el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, recordó que aún no tiene los 3.000 nuevos cascos azules solicitados en noviembre.
Lo cierto es que el grueso de las tropas de la MONUC se concentra en los Kivus (este del país), donde operaba el CNDP de N'Kunda, la milicia que podía derribar al presidente Kabila. Pero ni el Ejército congoleño ni la MONUC hicieron frente a la ofensiva que este general tutsi lanzó el pasado 26 de octubre. Lo único que lo frenó fue el pacto entre Congo y Ruanda, por el que el Ejército ruandés podía combatir dentro de Congo a la milicia hutu del FDLR a cambio de dejar de apoyar a N'Kunda. Ya sin necesidad de intermediarios (la lucha contra la milicia hutu fue el pretexto del general tutsi para lanzar su ofensiva), Ruanda capturó en enero a su antiguo protegido.