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Reportaje:

Pesadilla en una celda de Teherán

La inquietud se adueña del marido de Haleh Esfandiari, una profesora de EE UU detenida en Irán que sigue incomunicada desde hace un mes

Yolanda Monge

El último ultraje sufrido por la pareja Shaul Bakhash y Haleh Esfandiari ha sido la congelación de sus cuentas. Al profesor de historia de la Universidad George Mason y marido de la profesora irano-estadounidense encarcelada en Teherán se le comunicó por carta el miércoles que "de acuerdo con las sanciones reguladas por EE UU", se le congelaban los fondos. Bakhash no podía sacar ni un céntimo de sus cuentas porque, para Citibank, su mujer era ahora una residente iraní y los bancos americanos no pueden prestar servicios a ciudadanos iraníes. No sólo se congelaron las cuentas de su mujer, sino otras dos a su nombre.

Tuvo que intervenir el Departamento del Tesoro y aclarar que esta norma no se puede aplicar a ciudadanos de doble nacionalidad si el Gobierno no les designa como objeto de sanciones. ¿Cómo se llegó a esa situación? "Alguien debió de ver el nombre de mi mujer en el diario y pensó que debía tomar esta medida sin ni siquiera consultarme". Al final, el Departamento de Estado y la presión mediática han conseguido que se le devuelva al profesor el acceso a su dinero. "Me llamaron dos altos cargos del banco y lo solucionaron al final del día. Ahora ya dispongo de nuestro dinero. Pero ha sido una situación ridícula".

Como ridículo es acusar a una investigadora de 67 años de reputación impecable de formar parte de una red destinada a acabar con la República Islámica. Interrogada durante seis meses 50 horas a la semana y aislada, Esfandiari no se ha comunicado con su esposo desde hace casi un mes. Paranoico de que una red de académicos estadounidenses esté fomentando una "revolución de terciopelo", el régimen iraní ha acusado esta semana formalmente a tres ciudadanos irano-americanos de espionaje. Si fueran condenados, se enfrentarían a la pena capital. Ayer mismo, el presidente George Bush exigió a Irán su liberación "inmediata y sin condiciones". Junto a Esfandiari comparten acusación y pabellón en Evin otros dos ciudadanos irano-estadounidenses, uno de ellos ligado a la fundación Soros, con un importante papel en las revoluciones de colores de algunos países y con quien el Gobierno iraní ha trabajado en el pasado, por ejemplo durante el terremoto de Bam.

No haber podido pagar las facturas hubiera sido una mera complicación en comparación con los angustiosos meses que Bakhash vive desde que su mujer fue retenida a finales del año pasado en Irán, cuando se disponía a volver a su casa, en Potomac (Maryland), tras pasar unos días visitando a su madre. "No he hablado con ella desde el 8 de mayo", insiste con voz pausada el marido. Ese fue el día en que Esfandiari fue trasladada a la prisión de Evin tras vivir en arresto domiciliario. La directora del programa de estudios de Oriente Próximo en el Centro Internacional Woodrow Wilson lleva 26 días incomunicada. "Gente más fuerte ha sucumbido" al tristemente famoso Pabellón 209, donde se recluye a los considerados enemigos del régimen de los ayatolás, dice su marido sin ocultar la preocupación.

¿Sus condiciones de vida? "No sabemos nada, la única respuesta de las autoridades iraníes es el silencio", dice Lee Hamilton, ex congresista demócrata que estuvo al frente del Grupo de Estudios para Irak y presidente del Woodrow Wilson. "Son muchos días en una celda minúscula. Nadie la ha visto, pero nos la podemos imaginar".

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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