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Columna
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Punto crítico

La situación de los secuestrados en Colombia llegó a un punto crítico que el Gobierno del presidente Uribe no parece interesado en resolver. Por un lado, los intentos de liberación cometidos por el Ejército siempre han causado víctimas entre los secuestrados, y por otro lado, al negarse a cualquier iniciativa que pudiera conseguir lo que las armas no han logrado, el presidente Uribe, voluntaria o involuntariamente, bloquea cualquier hipótesis de solución.

A todo esto ha venido a añadirse ahora un preocupante dato, el de que las familias de los secuestrados están siendo amenazadas de muerte por exigir que les sean restituidos sus parientes, algunos de ellos llevando ya siete años de secuestro. La situación se está volviendo insostenible, tres mil vidas humanas son despreciadas en aras de la razón de Estado, y el Gobierno del presidente Uribe no hace más que administrar políticamente las angustias y el terror de la población de su país.

Más información
La Iglesia colombiana busca un acuerdo sobre los secuestrados

Es hora de que la comunidad internacional, tan justamente preocupada por la suerte de los secuestrados en Irak, ponga también los ojos en lo que está ocurriendo en Colombia. Tres mil personas exigen que su vidas no sean utilizadas como peones en un ajedrez de intereses que no son los suyos. El presidente Uribe tiene por lo menos tres mil motivos para no dormir bien. No puedo más que desearle buenos y largos insomnios.

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