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Rehén del dinero

Como una forma de conmemoración de los 10 años que cumple el diario EL PAÍS en Argentina, me piden que escriba sobre libertad de expresión en el país durante el período comprendido entre 1999 y 2009. En este periodo hubo siete presidentes: Fernando De la Rúa, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, además de otros tres breves mandatarios en los fatídicos 10 días transcurridos entre el 21 de diciembre de 2001 y el primero de enero de 2002, donde se turnaron al frente del país Ramón Puerta, por dos días; Adolfo Rodríguez Saá, por seis días y Eduardo Camaño, por dos días. Pero el decenio anterior tuvo un solo presidente: Carlos Saúl Menem (1989-1999).

Lo primero que se podría inferir es que EL PAÍS llegó tarde a Argentina, se perdió el momento de mayor estabilidad y tuvo que soportar el de mayor crisis de la historia del país. Lo segundo es que no podrían haber sido años fáciles para la libertad de expresión porque ésta no está desvinculada del contexto en que se desarrolla y mal podría no haber involucionado el respeto que a ella se le profesa mientras otras libertades cívicas eran degradadas. No puede haber prensa independiente si sus actores no son independientes económicamente. En 2002, Argentina atravesó la mayor cesación de pagos de deuda en la historia moderna de la economía mundial, una caída de dos dígitos en su producto interior bruto y una devaluación de la moneda que multiplicó por cuatro el precio del dólar y que redujo el poder de compra de los salarios en la misma proporción inversa. Durante el lustro 2003-2008 hubo una gran recuperación que se detuvo y retrocedió durante el último año. Pero la recuperación de lo perdido, aun antes de que el nuevo deterioro económico hiciera sus estragos, no alcanzó a cubrir más de la mitad de la distancia entre el piso de 2002 y el techo de 1994: cuando Argentina soñaba con alcanzar a España en poco más de una década, sueño que sí pudo cumplir Brasil en igual periodo.

No puede existir una prensa independiente si sus actores no lo son

La reducción de la libertad de expresión fue "comprada" por los dos Kirchner con el dinero de la publicidad oficial, en un momento de debilidad económica de los medios. EL PAÍS se imprime en las rotativas del diario Perfil, medio que precisamente ha sido castigado por los dos últimos gobiernos a la pena de no recibir publicidad de organismos públicos y de las empresas privadas con un alto grado de dependencia del Estado. Perfil inició un proceso judicial y hace pocos meses, después de cuatro años, la Cámara Federal falló a su favor, un trámite que se encuentra a la espera de una resolución de la Corte Suprema por apelación del Poder Ejecutivo, pero con pronóstico de sentencia favorable para la libertad de expresión.

Durante los primeros años del proceso se organizó también el "Fideicomiso en contra de la discriminación con la publicidad oficial", donde los ciudadanos aportaban donaciones y testimonios y brindaban su apoyo al medio que padecía del perjuicio. Las cantidades de dinero recaudadas fueron simbólicas, pero se logró instaurar en la sociedad la preocupación por el uso arbitrario de la publicidad oficial, y en el Congreso ya existen seis proyectos de ley que proponen reglamentar la discrecionalidad de los futuros gobiernos sobre su uso. Son pequeños grandes triunfos que aspiran a recuperar el tiempo perdido en esta década.

El periodismo de investigación fue la gran víctima de la política gubernamental de castigar a los rebeldes con la falta de publicidad. Entre 1989 y 1999, la investigación periodística alcanzó su momento de esplendor mientras que el periodo entre 2003 y 2008 vivió la situación opuesta. Algo similar ocurrió con el humor político, que pasó de ser la vedette de los medios audiovisuales en los años noventa a extinguirse en gran parte del presente cercano. Esta situación ha cambiado radicalmente en el último año, y más recientemente a causa del enfrentamiento entre las grandes empresas de la comunicación y el Gobierno por la aprobación de la nueva Ley de Medios. No resulta muy tranquilizador, sin embargo, que el interés de muchos medios para una mayor independencia del Gobierno se produzcan por el interés individual de esas empresas y no por una convicción permanente sobre la responsabilidad que tiene el periodismo en un sistema democrático. Esto que indica que la libertad de expresión en Argentina sigue siendo todavía una rehén del dinero disponible.

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Jorge Fontevecchia es periodista argentino y fundador del diario Perfil.

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