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Rusia reduce el gas que envía a la UE por Ucrania

Putin ordena el recorte para castigar a Kiev por el "robo" de combustible

El primer ministro ruso, Vladímir Putin, ordenó ayer a la compañía estatal Gazprom una reducción del tráfico de gas a Ucrania en la misma medida en que ese país lo detraiga del flujo destinado a la UE. La medida amenaza con crear graves problemas de abastecimiento a los clientes europeos.

La crisis se abrió la semana pasada, cuando Rusia dejó de suministrar gas a Ucrania alegando el impago de deudas. Esta decisión ha acabado perjudicando a la UE, que recibe el 80% del gas ruso a través de Ucrania. Al menos seis países han registrado hasta ahora descensos en el suministro, incluso Alemania. La germana RWE anunció ayer que ha recurrido a Noruega para hacer frente a una caída del 5%.

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Mientras el vicepresidente de Gazprom decía en París estar dispuesto a sentarse a discutir con Ucrania y lamentar que nadie acudiera a la mesa, su jefe, Alexei Miller, declaraba en Moscú que "Ucrania roba gas ruso cada vez en mayor volumen", en parte para compensar el cierre del grifo por parte de Moscú, y ése es el motivo por el que algunos países europeos han comenzado a recibir menos gas.

Putin recibió al presidente de Gazprom para analizar la crisis y Miller le propuso disminuir hoy mismo los envíos a Ucrania en la cantidad que calcula que fue sustraída, 65,3 millones de metros cúbicos. En el futuro, Rusia disminuirá diariamente el bombeo de gas de acuerdo con la cantidad que determinen que Kiev se ha quedado. "De acuerdo. Recórtelos e informe a nuestros socios y a la Comisión Europea de la nueva situación", respondió Putin. Rusia se propone compensar la medida con el aumento del flujo gasista a la UE a través de Bielorrusia y de Turquía. Moscú no quiere que la sanción a Ucrania, que se niega a abonar el precio que le solicita su proveedor Gazprom, afecte a los clientes europeos, puntuales pagadores.

El mandatario ruso pidió que se informara a Bruselas de la decisión de reducir el envío de gas a través de Ucrania, pero anoche un portavoz comunitario decía no tener noticia de ello ni de nuevos trastornos en el aprovisionamiento. Un tercio del gas que consume la UE es de Gazprom.

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A la espera de ver los potenciales efectos sobre el suministro de la anunciada reducción del bombeo, las informaciones que circulaban ayer por Europa sobre lo ocurrido hasta ahora eran dispares y hasta contradictorias. Bruselas mantenía que, superadas las irregularidades registradas durante el fin de semana, los distintos países habían vuelto a la normalidad en el suministro. Ese ánimo tranquilizador lo reforzó Ferran Tarradellas, portavoz del comisario de Energía, Andris Piebalgs, al declarar que "no hay peligro sobre el aprovisionamiento a los consumidores". Y se fue al futuro inmediato: "Los niveles de las reservas son bastante altos, entre el 70% y el 90%, por lo que pensamos que no habrá problemas en las semanas venideras".

Sobre el terreno las informaciones eran menos tranquilizadoras. Algunos países, como Rumania, han tenido que recurrir ya a sus reservas, aunque se haya normalizado el suministro; otros, como Eslovaquia, han detectado cierta reducción; otro grupo ha sufrido pérdidas de presión y otros, como Polonia y Grecia, han tenido sustanciales caídas del volumen contratado compensadas con entradas vía Bielorrusia o Turquía. La germana RWE ha recurrido a Noruega para hacer frente al 5% de menoscabo. En Croacia unas fuentes hablaban de notables pérdidas mientras otras lo hacían de plena normalidad.

La presidencia checa de la Unión -que ayer encabezó una misión de información en Kiev y que hoy tiene previsto reunirse en algún lugar de Europa con Gazprom- convocó a los embajadores en Bruselas para analizar la situación.La Comisión y la UE mantienen que esta crisis es un mero conflicto comercial entre los dos países del que los Veintisiete no quieren salir perjudicados, por lo que piden a Moscú y Kiev el máximo esfuerzo negociador.

Un empleado controla la presión de una válvula de gas en una estación cercana a Budapest.
Un empleado controla la presión de una válvula de gas en una estación cercana a Budapest.AFP

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