_
_
_
_
_
VIOLENCIA EN ÁFRICA OCCIDENTAL

Informar desde la frontera entre dos infiernos

La inseguridad en Freetown espanta a las cadenas televisivas de EEUU, y sin imágenes, nada es real

Ramón Lobo

ENVIADO ESPECIALLa capital de Sierra Leona es un tremendo caos. Miles de refugiados deambulan de un lado a otro con sus escasas pertecencias salvadas de la quema a la espalda. Kissy Road es la frontera entre los dos infiernos: al este, el de las casas humeantes, las manos amputadas con machetes y los muertos en las calles; en el centro, el de la gente sin hogar, alimentos o medicinas.

En medio de esta catástrofe humanitaria, la fuerza de interposición africana (Ecomog) patrulla en dos de las terceras partes de la ciudad. Decenas de controles militares salpican cada 20 o 30 metros las bacheadas calles de Freetown. Unos son de Ecomog, otros de las unidades de la defensa civil -apenas unos niños excitados por el poder-, o de los kamajores (los pintorescos cazadores de la montaña que combaten junto al Gobierno).

Más información
Secuestrado un periodista español en Sierra Leona

En el oeste no hay excesivos problemas, aunque de vez en cuando se escuchan disparos. Sobre todo hay nerviosismo, el temor a que los rebeldes estén en sus barrios haciéndose pasar por refugiados. En el centro de la ciudad y en Kissy, los controles son obsesivos. Los civiles son cacheados sin rubor alguno. Los soldados de Ecomog les palpan con violencia sus partes íntimas. Este corresponsal ha estado varias veces en Kissy. En uno de los controles fue apuntado con un Kaláshnikov por un soldado fuera de sí. El pase oficial de Ecomog, un papel con sello y firma, no abre todas las puertas. "El problema es que en los dos lados hay mercenarios", dice un oficial ghanés al servicio de Ecomog. "Por eso, un blanco no puede sentirse seguro en las zonas conflictivas, puede ser un enemigo", añade.

Los controles, cada vez más indisciplinados, tienen el objetivo de buscar rebeldes. En la última ofensiva, la del seis de enero, muchos de los guerrilleros se hallaban infiltrados en la ciudad. "Hay miedo a que esto vuelva a suceder, por eso se cachea a conciencia a todos esos civiles, se registran una y otra vez los coches... Es para impedir una nueva penetración", dice una fuente militar de Ecomog.

En las zonas más conflictivas, cerca del frente, los soldados de Ecomog o las milicias civiles no hacen prisioneros. Cualquier sospechoso es apartado del grupo y fusilado en el primer muro. Los escasos periodistas internacionales que arriban a Freetown están dos o tres días y regresan a sus bases en África o Europa. Los demás, los que decidimos seguir aquí, deben pelear a diario con la escasez de gasolina, los controles, las peticiones de dinero o los soldados incontrolados que comienzan a gritar y hacen caso omiso de las acreditaciones.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

En Sierra Leona, un pequeño país con una cruenta guerra civil desde hace ocho años, se vive desde hace tres semanas una de las mayores catástrofes humanitarias. Un Gobierno legal, pero sin poder alguno, y Ecomog, impiden la presencia de las ONG, a las que considera aliadas de la guerrilla, incapaces de distinguir entre un mandato de neutralidad o la utilización del hambre como arma de guerra.

Esto no es Ruanda, no es Camboya, pero Sierra Leona tiene un poco de esas dos tragedias, y una tercera que es la mayor: la inseguridad de las calles, con su estricto toque de queda (de siete de la mañana a seis de la tarde), espanta a los grandes medios informativos norteamericanos. Y sin imagenes nada es real.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_