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"Vamos a ganar esta guerra"

Ramón Lobo

El coronel Mice tiene 20 años; no es militar, pero lleva media vida guerreando. Es el jefe de un grupo de 450 muchachos a los que llaman west side boys y que ahora se han transformado en una milicia leal al Gobierno. Son, junto a los kamajors (cazadores de montaña) y al antiguo Ejército golpista, los que soportan el peso de la gran batalla de Masiaka. Detrás de sus líneas, a una treintena de kilómetros en dirección a Freetown, sestean los cascos azules nigerianos; ellos no combaten, sólo parecen proteger la ruta hacia la capital. "Estamos solos, nadie nos ayuda", exclama indignado Mice.A su vera, el comandante Bombarroja y el capitán Stallone, nombres inspirados en las películas de Rambo, asienten con sus armas entre los brazos: "Venimos de reconquistar Masiaka este mediodía [por ayer], pero no tenemos municiones para seguir". Mice y Sufan, un soldado del antiguo Ejército golpista, lucharon en el pasado junto a la guerrilla, pero ahora les combaten con denuedo. "Sé cómo se mueven y lo que pretenden", espeta Sufan. "Luchamos por nuestro país y vamos a ganar esta guerra, aunque no recibamos apoyo de Naciones Unidas ni de los británicos, que ni siquiera nos pasan información. ¡Los rebeldes jamás podrán tomar Freetown!".

En Masiaka, conquistada el sábado por el Gobierno, se produjo ayer un contraataque sorpresa del Frente Revolucionario Unido (RUF, en sus siglas en inglés), que logró recuperar la mitad. "No quedan civiles allá dentro, todo está destruido y hay muertos en la carretera", dice Paul Gimoseray, otro soldado que llega sudoroso del frente. No permiten ir más allá de Lupa. Dicen que es peligroso para los periodistas y que la ruta aún no está asegurada. Las fuerzas del Gobierno van y vienen de Masiaka, en un ajetreo ensordecedor, para alimentar sus armas. Están muy nerviosos. Mice es rotundo en su informe: "El RUF está combatiendo con las armas capturadas a la ONU en Makeni; tienen antiaéreos y blindados. Nosotros, sólo fusiles de asalto".

Se mueven en camionetas artilladas y vehículos en los que ocupan hasta el maletero. En Lupa aparecen un par de camiones repletos de hombres de refresco. Bizamba tiene 18 años y resulta bella. Viaja en el techo de uno de ellos. "No es una mujer, es un soldado", sostiene un compañero desdentado. Bizamba maneja con soltura una ametralladora y dice no tener tiempo para novios. Estallan varias discusiones entre las distintas facciones que apoyan al Gobierno. Los west end boys (que proceden del oeste del país) y los kamajors se pelean por las municiones. La situación parece inestable e insegura: vociferan con Kaláshnikov.

Masiaka está 75 kilómetros al este de Freetown. Es una localidad clave que cierra o abre la ruta a Puerto Lokko, ciudad que permite la defensa del estratégico aeropuerto de Lungi, donde la ONU y los británicos avituallan a sus tropas en el interior de Sierra Leona. En Masiaka se juega el futuro de la capital y, en gran medida, de toda la guerra; si el RUF la pierde, la batalla se traslada a Makeni.

La carretera que conduce a Hastings y Waterloo se ha repoblado de civiles que rehacen su vida. "Hace tres días no había nadie", asegura Mathew. "Ahora, cuando han visto que el anunciado avance del RUF se ha detenido, retornan a sus hogares". Más allá de Waterloo desaparecen los controles de la ONU; sólo hay cientos de kamajors y soldados del antiguo Ejército golpista, las únicas Fuerzas Armadas junto a los chicos de Mice, con los que cuenta el presidente, Ahmad Teja Kabbah. Se les ve en los controles tapiados con ladrillos y sacos terreros y en la floresta que crece a ambos lados. Cerca de Masiaka, los soldados están tensos, huelen el peligro; visten desaliñados uniformes de campaña y algunos portan estrafalarias gafas de sol o fuman marihuana. A los kamajors se les diferencia por sus abalorios colgados en el pecho. Son fetiches caseros que desvían las balas y les convierten en inmunes. Los west side boys resultan los menos aliñados de toda esta soldadesca de clanes, parecen espectros errantes del Harlem neoyorquino.

El teniente coronel Johnny Paul Koroma, el golpista de 1997 ahora arrepentido de sus pecados, y sus hombres son el único Ejército real. Mudaron lealtades del RUF al Gobierno tras probar que los rebeldes les dejaban sin trofeos en los acuerdos de paz. Los west side boys habitan en la floresta, son impredecibles y su apoyo actual al Gobierno es harto inestable. En Lupa tuvieron ayer un rifirrafe serio con un grupo de soldados, a los que pretendían desarmar para aprovisionarse de munición.

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