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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
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Bolivia, ¿hacia la reconquista de las libertades democráticas?

FILEMON ESCOBAREl régimen militar boliviano es uno de los más inestables de todo el continente americano. Tras la rotura víolenta, en julio de 1980, del proceso democratizador que había dado la victoría en las urnas a la Unión Democrática Popular de Hernán Siles Zuazo, los militares bolivianos, enzarzados en una cadena inacabada de pugnas intestínas, no han sabido sacar al país de la postración política, económica y social en la que se halla. El Estado boliviano se ha desacreditado grandemente en el concierto internacional. El autor de este artículo, dirigente obrero boliviano, esboza la historia reciente del país y las vías de superación que su organización propone.

La Central Obrera Boliviana (COB), ilegalizada desde el golpe militar del 17 de julio de 1980, ha logrado paralizar literalmente a todo el país durante 48 horas a finales de marzo. Esta huelga general ha demostrado dos hechos básicos para la evolución de la actual situación política en Bolivia: por una parte, que las grandes mayorías oprimidas rechazan radicalmente a la dictadura militar y que están dispuestas a no cejar en su lucha por la reconquista plena de las libertades democráticas; por otra parte, que todo el pueblo cuenta ya con una organización capaz de centralizar su lucha contra la dictadura.Esta poderosa central obrera, que es, al mismo tiempo, un auténtico frente de todos los sectores y clases oprimidos del país, ha enarbolado la bandera de la restitución de las libertades democráticas. El pueblo boliviano, al acatar disciplinadamente la orden de huelga general de 48 horas, ha expresado su total respaldo a la COB.

El golpe militar del 17 de julio de 1980 tenía por objetivo el cierre de la apertura democrática conquistada por el pueblo en enero de 1978 y la liquidación del proceso electoral con el que la mayoría nacional se había identificado. El golpe fue cruenilo porque esa mayoría dijo no al golpe. Triunfante éste, los golpistas mostraron su garra fascista: anhelaban la destrucción del movimiento obrero y de toda forma de oposición democrátíca. El asesinato y la represión selectiva se pusieron a la orden del día. Los centros mineros fueron ocupados militarmente. Los aparatos de seguridad transformaron a Bolivía en una gigantesca cárcel.

Dieciocho meses después del golpe habían sido apresados más de 7.000 ciudadanos. A pesar de todo ello, los trabajadores se rnantuvieron en la oposición. A fines de 1981, los mineros reiniciaron la lucha con métodos defensivos, reclarnando la vigencia de sus organízaciones síndicales, salarios que conipensen en algo el vertiginoso alza del coste de vida y la reapertura de unas veinte radioemisoras mineras. Los mineros consiguieron el respaldo de otros sectores laborales, en particular del sector fabril.

Crisis económica

Al mismo ritmo en que crecía la lucha obrera, se acentuaba también la crisis económica del régimen. La presente lucha del pueblo boliviano no hace más que expresar la profundidad de la crisis económica. Esta se traduce en un alza del coste de vida de más del 300% en menos de dos meses. El dólar, que hasta el 5 de febrero último se cotizaba a veinticinco pesos bolivianos, ahora se vende a 120 pesos. Un 30% de las fábricas han cerrado ya sus puertas. El índice de desocupación ha rebasado la tasa del 10%.

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En las industrias que generan divisas se comprueba una baja en la producción que coincide con una marcada disminución de los precios en el mercado mundial. La balanza de pagos es deficitaria, el presupuesto lo es mucho más. La quiebra económica es total. Globalmente, la presente crisis es la más profunda de toda la historia económica de Bolivia. Es el resultado del desgobierno militar, que puso en práctica las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional.

La economía de mercado ha empobrecido a todo el pueblo, claro está que con la excepción de una ínfima minoría, que constituye la capa domínante, que se ha enriquecido hasta extremos detestables incluso para los propios capitalistas. El cuadro se torna cada vez más sombrío porque de los almacenes y mercados han desaparecido ya los artículos alimenticios más esenciales. En Bolivia no hay colas delante de los puestos de venta porque, simplemente, no hay nada que comprar. El país se está enfrentando a la peste del hambre.

La reciente huelga general es sólo el comienzo de la lucha del pueblo boliviano. En la misma medida, la fucha de los obreros bolivianos forma parte de la lucha de los trabajadores del Cono Sur.

Entre todos los países de esta parte del continente latinoamericano, el eslabón más débil en la cadena de las dictaduras es Bolivia, no tanto por la ferocidad de la dictadura, sino por la capacidad de resistencia y lucha de los trabajadores bolivianos. Por el momento, es en Bolivia donde se juega el destino del Cono Sur. Por ello adquiere enorme significación la lucha por el restablecimiento pleno de las libertades democráticas que protagoniza la Central Obrera Boliviana.

El país está radicalmente polarizado. Por un lado, la dictadura militar, que sólo posee el poder de fuego del Ejército. Por otro lado, la COB, que cuenta a su favor con toda la opinión nacíonal, activa y resuelta. En esta situación no hay más que dos alternativas: o bien que la dictadura sufra un brusco cambío en su cúpula y los elementos más duros bañen en sangre a los bolívianos en un intento desesperado de contener la rebelión, o bien que la lucha popular obligue a la dictadura (como en 1978) a abrir las compuertas para la restitución de las libertades democráticas más elementales y sea el propio pueblo el que finalmente: tome en sus manos la solución de los problemas heredados del desgobierno de las fuerzas armadas.

Es indudable que la primera solución requiere, para ser viable, una unidad de la cúpula castrense, que a estas alturas ya no existe. Las pugnas entre los militares se hicieron patentes ya desde comienzos de 1981. Al cabo ele iiumerosos intentos golpistas, el general Luis García Meza fue finalmente sustituido el pasado rries de agosto por un tríunvirato, que un mes después daba paso al ictual presidente, el general Celso Torrelio.

En cambio, la alternativa popular tiene todas las de ganar. Todo comenzó con las huelgas de finales de año en los distritos mineros. La represión no amortiguó la lucha. El 26 de marzo último, 10.000 trabajadores (sobre una población total de unos cinco millones) anaban por primera vez las calles de la tercera ciudad más importante del país, Cochabamba. La manifestación sa saldó (también por primera vez en Bolivia) con seis obreros asesinados y trece heridos por francotiradores paramilitares de las bandas fascistas que aún dirige el destronado coronel Arce Gómez. Al crimen siguió la represión. La respuesta popular fue la huelga de 48 horas. La represión fue más brutal. La nueva respuesta fue la huelga general indefínida en las mínas exigiendo la libertad de los dirigentes apresados. La decisión del pueblo boliviano de luchar hasta el final es irreversible.

Secretario de Defensa del Comité Ejecutivo de la Central Obrera Boliviana (COB), expulsado recientemente de Bolivia.

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