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Sarah Palin se declara víctima de un "libelo de sangre"

La líder del Tea Party usa una frase antisemita para defenderse de las críticas

Antonio Caño

Mientras el Congreso se disponía a aprobar ayer con apoyo bipartidista una resolución contra el clima de intimidación creado por algunos discursos políticos, Sarah Palin, inasequible al sentimentalismo, se declaraba víctima de "un libelo de sangre" y persistía en una retórica similar a la que ha provocado que algunos apuntaran hacia ella tras la matanza de Tucson.

Aunque el vídeo de ocho minutos expuesto por Palin en su página de Facebook tenía el propósito de aclarar su posición y desvincularse de ese suceso, la simple mención a "un libelo de sangre", una frase históricamente utilizada para justificar el antisemitismo, ha tenido el efecto de agudizar la polémica y profundizar el abismo entre la famosa política de Alaska y sus detractores.

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Las palabras de Palin desataron inmediatamente una tormenta en Internet, donde durante horas se mantuvo un tráfico intenso sobre la intención de la ex gobernadora al utilizar unas palabras que, como mínimo, representan una ofensa para los judíos y una comparación inoportuna con el principal objetivo del ataque de Tucson, la congresista Gabrielle Giffords, que es judía.

"Libelo de sangre" es el término que se acuñó para referirse a la acusación que en la Edad Media se hacía contra los judíos de matar a niños cristianos para usar su sangre en rituales religiosos. Es uno de los pretextos ancestralmente utilizados para justificar la persecución y los pogromos judíos.

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"Los periodistas y los analistas no deberían fabricar un libelo de sangre que solo sirve para incitar el odio y la violencia que pretenden condenar", dijo Palin. La utilización de esa frase en estas circunstancias ha anulado cualquier esfuerzo que Palin pretendiera para desmarcarse del episodio de Arizona. Afirma que atentados como el del sábado "empiezan y terminan con los criminales que los cometen" y no se puede achacar "una responsabilidad colectiva a todos los ciudadanos de un Estado, a los que escuchan los programas de radio, a los mapas que utilizan unos y otros o a los ciudadanos que hacen uso de su libertad de expresión o a los que orgullosamente votaron en las últimas elecciones".

Palin aludía así al mapa aparecido en su página web en el que señalaba con una diana como las que se usan en las prácticas de tiro los distritos electorales, entre ellos el de Giffords, en los que era más factible derrotar a los demócratas. No ha pedido excusas por ese gráfico, cuyo título era No se retiren, recarguen, ni por ninguna de sus gruesas declaraciones pronunciadas a lo largo de su corta carrera, muchas inspiradas en el lenguaje bélico y acompañadas de parafernalia castrense.

Aunque Palin duda de que el clima político actual esté más penetrado por el odio que en el pasado, confía en que la sociedad salga de esta situación "más fuerte y más unida" en el deseo de implicarse "pacíficamente en el gran debate de nuestro tiempo".

Cuatro días después de los dramáticos acontecimientos de Arizona y una vez que da la impresión de que Giffords conseguirá salvar su vida, otros ilustres representantes de la extrema derecha vinculada al Tea Party, entre ellos los comentaristas Glenn Beck o Rush Limbaugh y el político Karl Rove, han creído conveniente unirse a Palin en el propósito de limpiar su imagen.

Su esfuerzo coincidió con otro de la clase política más tradicional para tratar de serenar el clima político y reducir los decibelios de sus mensajes. En la Cámara de Representantes, la votación prevista ayer para rechazar la reforma sanitaria de Barack Obama -uno de los momentos cumbres de la nueva mayoría republicana- fue sustituida por la discusión de una resolución de repulsa de lo ocurrido en Tucson.

Lo que podría haber sido una jornada parlamentaria de enorme crispación se convirtió en una simbólica sesión de unidad. El texto sometido a votación defiende "la firme creencia en una democracia en la que todos puedan participar y en la que la intimidación y las amenazas de violencia no puedan silenciar la voz de ningún norteamericano".

El momento culminante de este esfuerzo de unidad debía ser anoche la intervención de Obama en el funeral oficial a las víctimas de la matanza, previsto en Tucson. Para el presidente, es la ocasión de demostrar su capacidad de conectar con los sentimientos de sus compatriotas en las presentes circunstancias y ofrecerles empatía y guía. Tanto para Obama como para los republicanos estas son horas que pueden decidir su futuro por mucho tiempo.

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