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Reportaje:

Secretismo aéreo en la UE

Los eurodiputados se indignan ante la confidencialidad de las nuevas normas de seguridad aplicadas en los aeropuertos

Todo es secreto. La norma regula los viajes de millones de pasajeros aéreos todos los días en la Unión Europea -sólo en España medio millón-, pero es confidencial. También lo fueron los debates y la votación que decidió prácticamente prohibir embarcar con líquidos en los aviones.

La comparecencia del vicepresidente y comisario europeo de Transportes, Jacques Barrot, se celebró además, la semana pasada en el Parlamento Europeo, a puerta cerrada y ante un puñado de eurodiputados que no pudieron ni siquiera leer las nuevas medidas sobre las que debatieron.

El descubrimiento, el 10 de agosto, de una supuesta trama para volar, con líquidos explosivos introducidos por terroristas, aviones que enlazaban al Reino Unidos con Estados Unidos, ha cambiado la forma de viajar. Ninguna sentencia judicial ni prueba contundente avala, sin embargo, esta hipótesis policial sobre una nueva modalidad de atentado.

En Oriente Próximo, el pasajero puede subir a una aerolínea europea con botellas de líquido
El anexo secreto, al que EL PAÍS tuvo acceso, no es más preciso que los folletos divulgativos

Una semana después, el 17 de agosto, los servicios secretos británicos comunicaron a la Comisión Europea el resultado de sus pesquisas sobre los explosivos líquidos que no aparecen en pantalla cuando se escanea el equipaje. "La Comisión", reconoció Barrot en privado, "no puede comprobar esta información y debe fiarse de los expertos de los Estados miembros".

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El 27 de septiembre esos técnicos, reunidos en el marco del Comité de Seguridad de la Aviación Civil, aprobaron, por 255 votos a favor y 48 en contra, la prohibición de llevar líquidos en el equipaje de mano "a menos que se introduzcan en recipientes individuales con capacidad no superior a 100 mililitros contenidos, a su vez, en una bolsa de plástico transparente (...)". Aunque la votación fue secreta se sabe que tres delegaciones (Italia, Irlanda y Chequia) se opusieron y tacharon la decisión de "desproporcionada".

La Comisión Europea promulgó, el 4 de octubre, un reglamento (1546/2006) cuyo único artículo consiste en ordenar que se apliquen las normas, recogidas en un anexo, acordadas por los expertos y que son "confidenciales". Lo son no sólo para los pasajeros, sino para los vigilantes jurados o guardias civiles encargados de ponerlas en práctica en los aeropuertos.

"Dicha norma nunca ha sido publicada, con lo cual la ciudadanía no puede verificar o, en su caso, impugnar su aplicación, al no tener derecho a conocer su contenido", se quejan los eurodiputados Maria Badia i Cutchet y Carlos Carnero en una pregunta parlamentaria formulada el jueves. ¿Por qué es secreta la norma? Hacerla pública "iría en detrimento de la eficacia de las disposiciones de seguridad si los terroristas pudieran obtener información detallada de las medidas adoptadas en los aeropuertos", argumentaba, en una carta publicada en EL PAÍS, Michele Cercone, el portavoz de Barrot.

La Comisión justificó las medidas, en una nota de prensa, porque las "han experimentado los norteamericanos". Instó además a los Estados miembros a publicar folletos informativos para los pasajeros. El que distribuye Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (AENA) no coincide del todo con el que reparten en Francia los Aéroports de París y todos los opúsculos dejan muchas dudas por aclarar.

Todo esto ha generado una serie de "malentendidos", se quejó de entrada, al acoger a Barrot, el presidente de la Comisión de Transportes de la Eurocámara, el diputado liberal italiano Paolo Costa. "Las medidas no han provocado problemas notables", le desmintió el comisario en una sesión secreta, que no fue transcrita en el diario de sesiones. Este periódico ha tenido, no obstante, acceso a las notas tomadas por un parlamentario.

A Barrot los eurodiputados se le echaron encima. "La aplicación de las medidas es incoherente", le espetaron Los Verdes. "No hay armonización ni interpretación común de las reglas, cada aeropuerto las aplica de manera diferente", denunciaron los parlamentarios. "Todo esto crea irritación entre los ciudadanos", remató el alemán Willem Schuth.

"Se necesita saber en qué se basan estas medidas", recalcaron Schuth, el austriaco Reinhard Rack y el griego Stavros Lambrinidis. "¿Son necesarias y proporcionadas en una sociedad democrática?", preguntaron después siete diputados enojados.

El alemán Holger Krahmer y el chipriota Marios Matsakis avasallaron a Barrot con preguntas que apenas obtuvieron respuesta. "¿Quién garantiza que las tiendas libres de impuestos, donde se pueden adquirir líquidos, son seguras?" "¿Qué pasa si dentro del avión varias personas juntan sus botecitos con líquidos y provocan una explosión?".

"Ya puestos, ¿por qué no tomar esas medidas en los autobuses y trenes dónde el equipaje de mano no suele ser registrado?", inquirió Krahmer tras recordar que en Madrid y en Londres los únicos atentados mortíferos estuvieron dirigidos contra el transporte público urbano.

Los blogs en Internet añaden otras muchas preguntas de viajeros iracundos. "¿Qué pasa con las armas de cerámica indetectables, pero mortíferas?", se interroga Miriam. "¿Y con el polonio 210 del que se han encontrado trazas en cinco aviones y con el que se asesinó al ex espía ruso Alexander Litvinenko?", interpelan decenas de internautas.

Adoptar estas disposiciones sobre líquidos con tanta urgencia e improvisación, concluyó Paolo Costa, es el principal éxito de los terroristas. Solo un eurodiputado, el laborista Robert Evans, se desmarcó de las críticas, apoyó a la Comisión y alabó incluso los procedimientos dispares en vigor en cada aeropuerto "porque así se confunde a los terroristas".

Esta puesta en práctica incongruente de las medidas muchos eurodiputados, todos ellos grandes viajeros, las han sufrido. El socialista Carlos Carnero asistió atónito a un breve debate en Bruselas entre los vigilantes jurados, proclives a que viajase con tres pequeñas latas de foie gras, y un gendarme que se opuso a ello y se las quitó.

En Baleares empezaron por prohibir llevar en mano ensaimadas, pero, ante las protestas, AENA y la Guardia Civil, acabaron rectificando. Volar con ese dulce y su caja octagonal entre Francia y Alemania es, sin embargo, imposible. Otros productos tradicionales, como la miel de El Hierro (Canarias), siguen, en cambio, sin poder ser transportados en el equipaje de mano en vuelos domésticos españoles

La arbitrariedad afecta también a envases que rebasan los 100 mililitros pero que están medio vacíos. Este corresponsal vio, por ejemplo, como una joven era obligada a desprenderse de un frasco de maquillaje de 150 mililitros en el que sólo quedaba un tercio del producto. "Se ha impuesto de un plumazo un nuevo estandar de mini envasado a la industria farmacéutica y cosmética", subraya el eurodiputado de CiU Ignasi Guardans.

A los caprichos sobre el contenido del equipaje de mano se añaden las sorpresas que depara el arco voltaico que detecta los objetos metálicos que lleva el pasajero. No todos los aeropuertos gradúan al mismo nivel su sensibilidad. "Cada vez que viajo en el puente aéreo en dirección a Barcelona me hacen que me quite el cinturón, pero en dirección a Madrid, no", constataba sorprendido el escritor José Antonio Millán.

Las nuevas normas rigen, desde el 6 de noviembre, en la UE, Noruega y Suiza, pero no en otros países terceros. En Turquía, en el Magreb o en Oriente Próximo, el pasajero puede embarcar en el avión de una aerolínea europea con botellas de litro de agua, colonia o alcohol, adquiridas en la ciudad. ¿Por cuánto tiempo? "Les estamos presionando para que adopten nuestras medidas", reconoce una fuente de Fomento.

Prohibición con cinco excepciones

El famoso anexo secreto, aplicado desde noviembre, con el listado de artículos prohibidos en el equipaje de mano, del que EL PAÍS ha obtenido una copia, apenas proporciona más detalles que los folletos informativos repartidos en los aeropuertos europeos.

Tras precisar el tamaño de los recipientes (100 mililitros) y cómo deben presentarse (en bolsa de plástico transparente con cierre), indica que los líquidos "incluyen gel, pastas, lociones, mezclas líquidos/ sólidos (...) y dentífrico, gomina, bebidas, sopas, jarabes, perfume, espuma de afeitar, aerosoles", señalan las normas del anexo.

Prevé cinco exenciones, que deberán ser justificadas, "por necesidades médicas, dietas especiales, incluyendo comida infantil", y para productos adquiridos y precintados en tiendas "en la zona restringida de seguridad" o "a bordo de una aeronave de una compañía comunitaria", pero no en aviones de terceros países.

Señala que "ordenadores portátiles y otros grandes artículos eléctricos deberán ser sacados del equipaje de mano" para ser revisados aparte y "abrigos y chaquetas serán también inspeccionados" como si fueran equipaje de mano.

En ningún caso estos datos pueden dar pistas a terroristas. De ahí que resulte difícil comprender la confidencialidad del anexo. "En Europa lo secreto está creciendo al mismo ritmo en que crece la etiqueta de seguridad", explica Ignasi Guardans.

También aumenta el gasto. En España aplicar estas normas supone duplicar el número de vigilantes jurados en controles aeroportuarios -de 900 a 1.800-, desarrollar una campaña divulgativa, etcétera, con un coste adicional de siete millones de euros -en los dos últimos meses de 2006- que ni el Ministerio de Fomento ni el de Interior quieren sufragar.

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