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Reportaje:

Ségolène se lanza a lo grande

La candidata socialista a la presidencia francesa transforma su reducido equipo de asesores en una gran maquinaria electoral

El próximo domingo 26 de noviembre tendrá lugar en París el congreso de investidura de Ségolène Royal como candidata del Partido Socialista francés (PS) a la presidencia de la República. A cinco meses de los comicios -la primera vuelta el 22 de abril de 2007 y la segunda, el 6 de mayo-, Royal no quiere perder ni un minuto y se dispone ya a entrar en campaña. El desafío toma ahora otras dimensiones. El pequeño equipo con el que ha trabajado hasta ahora debe crecer y abrirse a la clase dirigente del partido y a la sensibilidad de sus dos contrincantes derrotados. De momento, ni unos ni otros han recibido ninguna señal.

"Nuestro equipo de campaña era un pequeño negocio", reconocía ayer su portavoz Gilles Savary, "hay que transformarlo a escala industrial". Savary, uno de los hombres clave de la organización que ha llevado a Royal al triunfo, tranquilizaba a los perdedores. "En estos momentos, ni sus competidores ni los amigos de éstos están excluidos", decía, "todos los talentos encontrarán su lugar". Pero hasta el momento, y pese a que ambos se apresuraron a felicitarla y ofrecerle su colaboración, ni Laurent Fabius ni Dominique Strauss-Kahn, sus dos rivales derrotados, han recibido una llamada de Royal.

"Nuestro equipo era un pequeño negocio; hay que convertirlo en industria", dice un asesor

En un gesto más que reafirma su intención de revolucionar el viejo modelo político de la V República y de acabar con sus usos y costumbres, Royal está decidida a romper el corsé de la tradición jacobina francesa. En su segundo mandato el presidente Jacques Chirac puso en marcha una descentralización del Estado dotando de contenido a los gobiernos regionales. En 2004, sólo dos años después de la derrota, los socialistas arrasaron en las elecciones regionales, sólo para darse cuenta después de que el Estado central no se creía realmente su propia reforma, y cerraba el grifo de la financiación.

Pero a lo largo de la campaña que le ha llevado a convertirse en candidata de su partido, en sus discursos y en todos los debates televisados, Royal ha aprovechado la más mínima oportunidad para reivindicar su condición de presidenta de la región de Poitou-Charentes y publicitar la acción política y los éxitos de su Gobierno, usando a menudo sus logros como ejemplos prácticos de su programa. Ahora pretende articular la campaña en torno a las regiones y se dispone a reunir a los 20 presidentes de región socialistas de Francia para atribuirles un papel determinante.

Patrick Mennucci, el auténtico ayuda de campo de Royal, asegura que la campaña electoral será completamente diferente de la que llevó al fracaso a Lionel Jospin hace cinco años, distante y rezumando autosatisfacción y arrogancia, que el propio Jospin ha repudiado. El equipo cambiará de dimensiones, ciertamente, pero seguirá siendo "participativo", palabra clave de modelo político segolenista. Sus páginas en Internet serán reconfiguradas y tendrán una presencia aun mayor que la que han tenido hasta ahora. Los comités locales Deseos de Futuro se convertirán en comités de apoyo a la candidata. Mennucci es uno de los personajes clave de este equipo construido al margen del partido en la base logística de Poitiers, capital de Poitou-Charentes. Hombre de primera hora, el vicepresidente de la región Provenza-Costa Azul es un excelente conocedor de los recovecos del partido y ha servido de guía a Royal por entre las baronías socialistas, abriéndole todas las puertas durante su exhaustivo periplo del último año por toda Francia. A este marsellés de facciones meridionales, extrovertido, se le puede ver merodeando en todos los actos a los que acude Royal, ya sea en la fiesta de la rosa de un pequeño pueblo de la Provenza o en la sede socialista parisiense. Y ahora está llamado a un papel importante.

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El viernes, el discurso de Royal tras la victoria, de tonos entre líricos y kennedianos, seguía teniendo la firma de sus dos fieles consejeros, Christophe Chantepy y Sophie Bouchet-Petersen. El primero es el presidente de la Asociación Deseos de Futuro que ha articulado la campaña; la segunda, su principal consejera. Ellos dos, junto a su jefa de prensa, Agnès Longeville, componen el núcleo duro del equipo y acompañan a Royal prácticamente desde que ésta accedió a su primera cartera ministerial, bajo François Mitterrand, en 1992.

Junto a ellos, en los últimos tiempos, la candidata se ha rodeado de importantes asesores al margen del partido: expertos, sociólogos, economistas, publicitarios... Pero el aparato del partido, que en buena parte le era hostil, está ahora llamado a jugar un papel determinante en la campaña. Y Royal ha aceptado que el cuartel general se sitúe en la sede central de la calle Solférino, en París. Allí está su compañero, el primer secretario François Hollande, cuya magistral actuación de funambulista ha hecho posible que Royal accediera a la candidatura. Y con él algunos de los que han estado a su lado desde el primer momento: el secretario de organización y alcalde de Dijon François Rebsamen, el líder del grupo parlamentario socialista Jean-Marc Ayrault y el portavoz del PS, Julien Dray. También el carismático Arnaud Montebourg, fundador de la corriente Nuevo Partido Socialista, que supo subirse en marcha al carro este verano, e incluso Jack Lang, que renunció a su candidatura en el último momento para apoyar a Royal.

En sus dos intervenciones públicas tras alzarse con la victoria, Royal no mencionó para nada a sus rivales. Pero todos los analistas coinciden en que ambos están llamados a jugar un papel. Strauss-Kahn se apoya en el hecho de haber aglutinado en torno a él a más de un 20% del partido favorable a una socialdemocracia moderna. Fabius se reclama como el hombre que abre puentes hacia la izquierda. Previsiblemente ninguno de los dos planteará problemas a la candidata, ni tampoco la mayor parte de los antaño temibles elefantes que la mandaban a la cocina. En junio hay elecciones legislativas y todos quieren conservar su escaño.

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