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Columna
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Seguridad cultural

Lluís Bassets

Está en el catecismo del buen maoísta. Hay que buscar la verdad a partir de los hechos. "Buscar la verdad" es Qiushi en mandarín, el nombre de la revista teórica del Partido Comunista de China, fundada naturalmente por Mao Zedong. No es fácil buscar la verdad sobre China por las escasas facilidades, no tan solo lingüísticas, que tienen los observadores exteriores. El último número del órgano intelectual comunista, por ejemplo, publica un resumen de la intervención del máximo dirigente del régimen, Hu Jintao, en el último pleno del Comité Central, que ha recibido una especial atención por parte de quienes pretenden enterarse de lo que se cuece entre los sólidos muros de Zhongnanhai, el Kremlin chino. Tiene su lógica, porque del mencionado cónclave del partido único, celebrado en octubre, apenas se destilaron noticias, y de la intervención del secretario general nada se supo hasta ahora en que nos llevamos la sorpresa: el líder máximo del mayor partido comunista del mundo dedica su artículo a la cultura.

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Hu Jintao está preocupado por la cultura china y escribe que "la fuerza del conjunto de la cultura china y de su influencia internacional no se corresponde con el status internacional de China". Cree que "la cultura internacional de Occidente es fuerte mientras que nosotros somos débiles", a pesar de "la grandeza de la cultura china", y plantea la necesidad de una escalada en la confrontación cultural con Occidente, apoyada en la idea del soft power o poder blando. "Debemos ver claramente que las fuerzas internacionales hostiles están intensificando su estrategia para occidentalizar y dividir a China, y los campos ideológicos y culturales son las áreas centrales de esta infiltración a largo plazo", asegura.

Hu Jintao cumple 70 años este 2012, año decisivo en que cambiará la cúpula dirigente. La ventaja de la sucesión china, a diferencia del Partido Republicano americano, es que ya se sabe quién será el secretario general y quién el primer ministro, es decir, los números uno y dos del régimen. Y se sabe desde 2007, cuando Xi Jinping, 59 años y próximo secretario general, fue ascendido, junto con Li Keqiang, 57 años y próximo primer ministro, como miembros del exclusivo Politburó, donde se sientan los nueve hombres que mandan en China. Como Hu Jintao en su día, Xi Jinping saldrá elegido primer secretario general en el XVIII Congreso que se celebrará a finales de 2012; en 2013 el Congreso Nacional del Pueblo, que hace las funciones de un Parlamento, le elegirá presidente de la República, e inmediatamente después se convertirá en presidente de la Comisión Militar, auténtica almendra del poder en China.

La sucesión de 2012 será la primera que completará el ciclo generacional entero sin percance alguno entre dos líderes y dos equipos seleccionados por el mismo y oscurantista sistema. La anterior sucesión, por la que Jiang Zemin pasó el testigo a Hu Jintao, fue el primer ensayo exitoso de relevo tranquilo en un partido donde lo normal eran las purgas e incluso la liquidación física. Hubo, sin embargo, unos últimos codazos entre los líderes viejo y nuevo por la silla más preciada del imperio rojo, la mencionada presidencia de la Comisión Militar. Víctima de aquella pelea fue Zhao Yan, un periodista chino que trabajaba en la oficina del The New York Times y que fue condenado a tres años de cárcel bajo la acusación de obtener y filtrar ilegalmente la información sobre el caso.

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A cada generación le corresponde un pensamiento propio, un eslogan que marca y orienta su época. A Deng Xiaoping, el auténtico fundador del comunismo capitalista chino, se debe la "teoría del socialismo con características chinas". A Jiang Zemin, "las tres representaciones", que sitúa la clave del éxito en juntar "las fuerzas avanzadas de la producción, las fuerzas avanzadas de la cultura y las fuerzas de las amplias masas populares". De Hu Jintao, a punto de preparar su legado teórico, conocemos la "teoría del desarrollo científico" para conseguir la "sociedad armónica" a través del "ascenso pacífico", a la que se añade ahora la guerra cultural que plantea en la revista Qiushi.

Buscar la verdad a partir de los hechos y aprender de la experiencia. Todo está en el catecismo. En 1989 consiguieron a duras penas que no les sucediera lo mismo que a la Unión Soviética. En 2011 han conseguido que no se repitiera 1989. La persecución de los disidentes, la frenética actividad de la policía digital, la sesión del comité central dedicada a la guerra cultural y ahora la lucha contra los programas de entretenimiento se explican por la preocupación ante la primavera árabe y el potencial uso político de las redes sociales. Ahora, en 2012, quieren culminar la sucesión sin que las filtraciones perturben los consensos unánimes del partido y pasar a la ofensiva ante su competidor geoestratégico, en nombre de la "seguridad cultural", un concepto de alcance mayor, que incluye el proteccionismo nacionalista, la censura y una incruenta guerra cultural con Occidente.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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