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Reportaje:

Ser francés es...

La cuestión de la identidad nacional sacude a toda Francia - El Gobierno de Sarkozy ha alentado un debate en la Red con miles de testimonios de ciudadanos

Antonio Jiménez Barca

El pasado lunes, el activo y controvertido ministro de Inmigración e Identidad Nacional francés, el ex socialista Éric Besson, lanzó un polémico debate que polarizó (y polariza) la vida política francesa y que tenía, como origen de la discusión esta pregunta diabólica: "¿En qué consiste ser francés?".

Hasta el 31 de enero, todos los franceses están invitados, con su nombre o de forma anónima, a través de la página www.debatidentitenationale.fr, a dar respuesta -su respuesta- a este resbaladizo interrogante en un país con un 11% de inmigración. Según datos del ministro, ya hay 14.000 franceses que han dado su definición. Reflejan lo que piensan de sí mismos, con su diversidad y sus contradicciones.

Pseudo: "Es amar la diferencia, elogiar la tolerancia, rechazar las dictaduras"
Jacqueline: "Es cantar La Marsellesa en actos patrióticos y deportivos"

Y cierto sentido del humor. Un participante que se esconde bajo el alias de Pseudo asegura: "Ser francés consiste en glorificar al hombre y no figurar en ningún currículum; es amar la diferencia, elogiar la tolerancia, rechazar las dictaduras, la corrupción... y no participar en debates como éste".

Jacqueline, sin embargo, aprueba, como muchos otros, la idea: "Ser francés es leer y escribir la lengua francesa, cantar La Marsellesa en los actos patrióticos y deportivos, enarbolar la bandera, conocer nuestra historia, respetar nuestro Estado de derecho y amar nuestro paisaje. ¡Enhorabuena, señor ministro, por esta iniciativa!".

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La Marsellesa, el himno nacional francés, silbado hace un año en el estadio de fútbol de Saint Denis antes de un partido entre las selecciones de Túnez y Francia por aficionados residentes en la periferia parisiense, aparece en muchas de las frases. La mayoría para bien. Pero no en todas: "Yo soy bretón, francés, europeo, ciudadano del mundo, hijo espiritual de Gandhi, Einstein, Espinoza y muchos más. No necesito una identidad nacional para decir lo que soy: yo soy un hombre libre, y nadie me hará cantar las infames estrofas belicosas de La Marsellesa...".

Hay palabras que, junto a La Marsellesa, se citan mucho: valores, historia, tradición, orgullo... Tres ejemplos: "Francia es un país de raíces cristianas, admitámoslo y estemos orgullosos de eso. Si nuestro país va mal, es justamente porque los franceses reniegan de sus orígenes y los destruyen", dice Benoit.

"Para mí, ser francés consiste en el orgullo de pertenecer a la nación más grande del mundo, tanto por su influencia como por su historia", añade Fabian. "Ser francés consiste en defender los valores ligados a 1.500 años de historia. Ésta se hereda o se merece. Por eso, ser francés no es sólo vivir en Francia. Es ser consciente y orgulloso de nuestra historia común, participar en el desarrollo de nuestro país trabajando y respetando nuestras leyes, nuestras tradiciones y cultura judeo-cristiana: cuando se va a un restaurante, uno no se lleva su propia comida", dice Marwan.

Hay quien no está de acuerdo con tantas grandes palabras: "Ser francés no consiste en estar orgulloso de serlo. Tampoco en avergonzarse. Pero no olvidemos que la palabra francesa orgullo [fierté] comparte etimología con feroz. ¿Por qué meter el orgullo en todo? Ya tenemos bastante con algunos comentaristas deportivos...".

Entre las propuestas, hay testimonios emocionantes. Uno es del hijo de un refugiado argelino: "En 1960, mi padre entró en Francia, se hizo francés y declaró: sé que mis hijos no volverán a Argelia jamás. No se equivocó. Ser francés es comprender por qué hemos elegido serlo al quedarnos, enraizarnos en esta tierra, respetarla, incluso cuando no es un paraíso". Otro es de un profesor: "Ser francés es confiar en la educación para la libertad, la igualdad y la fraternidad, las palabras grabadas en los umbrales de nuestros ayuntamientos (y en su página web, señor ministro) no sean en vano. Desde hace 30 años yo contribuyo a ello, enseñando en colegios que no están en los barrios ricos. Ser francés es respetar los derechos humanos, que no se limitan a los franceses, que yo sepa".

Hay quien defiende las esencias rurales de Francia, su determinante laicidad, su esencia frente a Europa y frente al mundo. Y hay quien va por otro lado, como Rafael: "La identidad nacional es plural en Francia. Está mejor representada en el metro que en la Asamblea Nacional".

También escriben lectores que, como la izquierda francesa, desconfían del debate por considerarlo una añagaza política de Sarkozy. Dos ejemplos: "Éste es un debate muy práctico: en tiempos de confusión general, nos dividen para gobernarnos mejor. La idea de nación está cerca del fascismo, ya que se asegura que una nación es superior a la otra". "Todo esto no es sino una maniobra política para provocar a los electores de derecha ante las elecciones de marzo próximo. Yo soy francés por azar, no por elección".

A propósito de la necesidad de que los inmigrantes aprendan francés, Sally asegura: "Es normal que lo aprendan. Pero nosotros deberíamos también aprender su lengua. Sueño con un país en el que hablar árabe o chino sea tan normal como hablar inglés".

En la misma línea, Khader añade: "Si se aman los colores de la bandera, que se amen también los de la piel".

Durante meses, seguirán llegando ideas, propuestas y definiciones. De uno y otro lado. Serán miles de maneras de definir y explicar lo francés. Todas inútiles para alguien que se esconde detrás del alias Nicopol: "Francia, como todos los otros países, forma parte de un todo. Así que si usted pregunta qué es ser francés, pues nadie será capaz de adivinarlo. ¿Qué es ser terrícola para usted?".

Estatua de la República en París, tras la bandera de Francia.
Estatua de la República en París, tras la bandera de Francia.AFP

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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