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Serbia decide hoy si acelera la marcha hacia la Unión Europea o se enroca por Kosovo

Las encuestas dan el papel de árbitro al Partido Socialista que lideró Milosevic

Ramón Lobo

Tras una campaña aburrida, sin apenas público en los mítines y plagada de insultos, 6,6 millones de serbios con derecho a voto tienen hoy la posibilidad de poner fin a la parálisis que vive el país desde la caída de Slobodan Milosevic, en octubre de 2000, y responder de una vez a dos preguntas esenciales de su inacabada transición: ¿Quiere Serbia ser una democracia plena? ¿Aspira a integrarse en la UE?

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Kosovo ha sido el reclamo emocional en unas elecciones generales y locales que se celebrarán también en las zonas habitadas por serbios en aquel territorio: los tres municipios al norte de Mitrovica y los enclaves. Es el rechazo de una independencia que el sábado cumple tres meses y un paso en el objetivo de la partición.

Las encuestas anuncian un empate técnico entre las dos Serbias. El Partido Radical, ultranacionalista y con su jefe, Vojislav Seselj, en La Haya acusado de crímenes de guerra, puede alcanzar el 34-35% de los votos. Su opuesto, el Partido Democrático, del presidente proeuropeo Boris Tadic, ronda el 32% y con una tendencia al alza. Ninguno podrá gobernar sólo y tal vez necesite dos socios.

En el escenario de un pacto entre tres partidos, el primer ministro en funciones, Vojislav Kostunica, podría dejar de ser imprescindible. Aunque apenas tiene votos (su partido ronda el 12%) ha logrado mantenerse estos años como la bisagra imprescindible para los europeístas. Esta vez, por retórica y objetivos, Kostunica está en el mismo lado de los radicales.

El inesperado papel de árbitro sería para el Partido Socialista. Sería una ironía que la formación que lideró Milosevic sea al final la palanca de la modernización de Serbia. De momento, los socialistas, que sobreviven en plena travesía del desierto, se inclinan por Tadic, que ya cuenta con los 8 o 10 diputados de las minorías. Es su única opción para ganarse un espacio en el futuro de Serbia.

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Mientras que dentro se disputan los decimales que decidirán el Gobierno, los aliados exteriores de Tadic han hecho todo lo posible por demostrar a los votantes que Europa es un hecho, no sólo palabras. La UE firmó a finales de abril el Acuerdo de Asociación y Estabilización (paso previo hacia una lejana adhesión) y una hoja de ruta para suprimir la exigencia de visado. Poco después, Fiat anunció una inversión de 700 millones en la empresa de automóviles Zastava, orgullo de la difunta Yugoslavia, garantizando miles de puestos de trabajo y la creación de otros nuevos en la arruinada Kragujevac, vivero del descontento y por lo tanto del voto ultra. Un golpe maestro que tal vez llegue demasiado tarde.

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