Sólo un final posible

Los grandes actores implicados -Serbia, Kosovo, UE, Estados Unidos y Rusia- tratan de disimular un hecho, todos conocen el final de la obra: habrá independencia del territorio de mayoría albanesa administrado por la ONU desde el final de la guerra en 1999. La cuestión ahora es de puesta en escena -esencial en una zona donde la susceptibilidad nacionalista es alta y la manipulación mayor- y de compás, ni rápido ni lento.
Descartado el compromiso entre Belgrado y Pristina bendecido por el Consejo de Seguridad (ficción que se mantuvo hasta el 10 de diciembre para que la UE alcanzara su acuerdo interno), Bruselas estudia el mejor calendario para que una declaración unilateral de independencia de Kosovo no cause excesivos daños colaterales.
Primero se va a agotar la vía del Consejo de Seguridad de la ONU (una o dos reuniones), más por mantener la compostura que por convencimiento (Rusia vetaría la secesión). Después, el secretario general de Naciones Unidas, Ban ki-moon, haciendo uso de sus atribuciones legales, pedirá a la UE el despliegue de la misión civil aprobada por los Veintisiete.
Elecciones en Serbia
El Gobierno de Kosovo esperará a las elecciones presidenciales de Serbia (20 de enero y 3 de febrero) antes de dar cualquier paso. La UE está convencida de que aplazando la declaración unilateral de Pristina, el europeísta Borís Tadic podrá mantener la presidencia serbia. ¿Otra ficción? El ultranacionalista Tomislav Nikolic tiene muchas posibilidades de beneficiarse de la situación y dar la sorpresa. Si ganara el líder del Partido Radical, el proceso podría ralentizarse ante el temor de un nuevo incendio en los Balcanes.
La UE y EE UU manejaban hace unas semanas dos opciones: declaración de independencia rápida con reconocimientos inmediatos, quizá en febrero, o una vía lenta: apertura de un proceso con fecha de independencia incluida, quizá junio, y aplicación del plan Ahtisaari (elaborado por el ex presidente finlandés, Marti Ahtisaari, enviado especial de la ONU). Plan que establece garantías para los serbios que viven en Kosovo (unos 100.000 según fuentes oficiales).
Las declaraciones del primer ministro esloveno, Janez Jansa, parecen indicar que existe una tercera opción sobre la mesa, quizá la más peligrosa, seguir esperando.
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