_
_
_
_
_
Entrevista:GUNTRAM WEBER | Nacido en Lebensborn

"Soy el último niño que apadrinó Himmler"

Junto al portero automático del edificio berlinés donde vive Guntram Weber, nacido en 1943, no aparece su nombre. El anfitrión espera en el rellano, junto a la entrada de la vivienda, ofrece té o café y se sienta en un salón de techos altos para acometer la entrevista. En ocasiones, su voz se endurece para reforzar las palabras. Cuando cuenta cómo descubrió que es ahijado de Heinrich Himmler.

Pregunta. ¿Quién era su madre?

Respuesta. Empiezo a conocerla ahora que lleva 20 años muerta. En vida sólo contó mentiras.

P. ¿Cómo la descubrieron?

R. Cuando mi hermana necesitó un certificado de nacimiento para casarse, supimos que era la hija ilegítima de un ingeniero del Ejército. Creemos que fue una historia corriente de amor que terminó en embarazo indeseado. Cuando mi madre acudió a Lebensborn para dar a luz a mi hermana sin que sus padres se enteraran, los responsables de la maternidad reconocieron en ella a una nacionalsocialista convencida y la reclutaron.

Mi madre me dijo antes de morir: "Probablemente algún día me odiarás"
Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete
"Soy el niño L343-34. Una carta anexa explica que el padre me reconoció"
Más información
Hijos de la vergüenza

P. ¿En qué consistía?

R. Mi hermana conserva informes de la época sobre la buena disposición de mi madre para acatar las ideas del régimen. Estoy convencido de que ella creía en la necesidad de tener hijos para el Reich alemán.

P. ¿Cómo supo de su pasado?

R. Cuando me enteré del caso de mi hermana asumí que yo también procedía de Lebensborn. Recordé que mi madre tenía una caja que siempre cerraba con llave. La abrí por curiosidad y encontré una tacita de plata con dos inscripciones. En un lado estaba escrito: "Para Guntram Heinrich". Siempre me había llamado Guntram. En el otro lado: "De su padrino H. Himmler". Así descubrí que mi segundo nombre es el de Himmler.

P. ¿Se lo dijo a su madre?

R. No. Años después, antes de volver a EE UU, donde residí desde 1968, le pregunté por mi padre. Ella estaba enferma de cáncer. Me dijo que no quería hablar pero prometió que lo escribiría. Nunca lo hizo. Cuando volví a Alemania con mi hijo en 1985, mi madre había muerto. La última frase que me dirigió fue: "Probablemente, algún día me odiarás". Pensé que nunca sabría nada de mi padre. Se llevó su secreto a la tumba.

P. ¿Qué le movió a investigar?

R. Mi compañera me animó a enfrentarme con el pasado. Buscamos la lista de los ahijados de Himmler. Dimos con ella y descubrimos que los ahijados se dividían en los que recibían regalos regularmente y los que no. De esos ahijados de primera clase hubo 51. Yo soy el último que apadrinó.

P. ¿Cómo continuó?

R. Hace tres años y medio asistí a una reunión de antiguos niños de Lebensborn. Al escuchar sus relatos me di cuenta de que su historia era la mía. Me aconsejaron seguir ciertas vías y así encontré un expediente archivado en Baviera, una copia sacada en la antigua central de la asociación. Certifica que mi tutor legal era Lebensborn. Soy el niño L 343-34. Una carta anexa explica que el padre me reconoció.

P. ¿Decía su nombre?

R. No. Sólo que él pagaba con regularidad las cuotas que la asociación imponía a sus miembros. Fui ahijado de Himmler, recibí regalos como esta tacita o este candelabro, que mi madre encendía para mí en cada cumpleaños [en su base está grabada la doble runa de la SS]. Es evidente que mi padre perteneció la oficialidad de la SS.

P. ¿Ha visto algún documento?

R. No pierdo la esperanza. La SS destruyó muchos expedientes, pero estoy siguiendo pistas bien fundadas que conducen a Argentina. Sospecho que mi padre fue un alto oficial de la SS que escapó a Suramérica. Un criminal de guerra que vivió plácidamente hasta su muerte.

P. ¿Qué consecuencias ha tenido para usted esta búsqueda?

R. El amor por mi madre se resquebrajó. Ahora siento rabia, aunque debo decir que se esforzó en darnos una infancia feliz. Nos inculcó valores, como que la mentira es mala... El mayor conocimiento consuela a veces, pero también duele. Otro ejemplo: mi nombre es poco común. Nadie se llama Guntram, me encanta. Un día le pregunté a mi madre de dónde lo había sacado. Con una sonrisa, dijo que de un buen amigo. Mucho más tarde leí que el primer director de Lebensborn se llamaba Guntram. Fue oficial de la SS en el lugar más famoso de Alemania,

[el campo de exterminio de] Auschwitz. Ya sabemos lo que hacían allí.

P. La prensa sensacionalista e incluso la televisión pública de Alemania hablaron hace unos meses de que los alemanes se extinguen porque tienen pocos hijos. ¿Qué le parece este tipo de debates?

R. Que se extingan los alemanes. Me da lo mismo. Mis valores son los contrarios. Me gusta vivir entre gente diversa.

Guntram Weber en su casa de Berlín.
Guntram Weber en su casa de Berlín.PATRICIA SEVILLA CIORDIA

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_