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Talibanes al acecho en el sur de Afganistán

Las tropas canadienses de la OTAN, que han perdido 57 soldados, patrullan en Kandahar con miedo ante la hostilidad de la población

Miguel González

La pantalla del tirador es tan realista como un videojuego. Ante sus ojos pasan las calles de Kandahar, si acaso algo menos polvorientas que a través del cristal blindado. Cuando mueve la palanca, la ametralladora de 7.62 que lleva montada en el techo da media vuelta y apunta al vehículo que circula detrás. Una cruz en el centro de la imagen marca el objetivo. De vez en cuando, presiona el zoom para ver con más claridad al conductor del turismo o a la mujer que espera en la parada de autobús. Ninguno de los dos sabe que por unos segundos han estado en el punto de mira de un arma de guerra. Aunque en Afganistán no hay guerra, ¿o sí?

El teniente de navío James, portavoz del Equipo de Reconstrucción Provincial (PRT) de la OTAN en Kandahar, se muestra optimista: la ciudad del mulá Omar, cuya vivienda se encuentra a escasa distancia y en la que hasta hace poco aún vivía su familia, ha dado la espalda a los talibanes y empieza a apreciar los beneficios del esfuerzo de reconstrucción realizado por la comunidad internacional.

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Sin embargo, la bandera de Canadá ondea a media asta a la entrada de esta antigua envasadora de fruta reconvertida en cuartel. El pasado lunes, un artefacto improvisado (IED) mató a un soldado canadiense a 40 kilómetros al norte de Kandahar. Hace el número 57 y eso es demasiado incluso para un país que sintió como propio el 11-S. El 67% de los canadienses, según las encuestas, exige el regreso de sus tropas de Afganistán en cuanto expire su actual mandato.

El mayor Collin explica la misión de la patrulla ante un mapa de esta ciudad de medio millón de habitantes, cuyas viviendas de una sola planta y muro de adobe se extienden a lo largo de muchos kilómetros hasta donde sea posible encontrar una gota de agua.

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Finalmente, la patrulla hace un alto en una explanada. Los tres blindados se sitúan en círculo, con las armas apuntando al exterior, como las caravanas del lejano Oeste a la espera del ataque de los indios. Pero los indios no aparecen, dada la maniobra poco amistosa de los visitantes.

Pasado un rato se acercan dos hombres, ataviados con la tradicional camisola blanca hasta la rodilla, que son exhaustivamente cacheados. El mayor, Salim, explica que es el dueño de la factoría que se extiende alrededor. Bajo varias tiendas de campaña, sus empleados trenzan varillas metálicas para fabricar vigas de hormigón. La siguiente parada sirve para supervisar las obras del nuevo cuartel de policía. En las proximidades vive Abdulá Razac, de 60 años. Ha visto pasar la monarquía, la ocupación soviética, la guerra civil entre los muyaidín y los talibanes. Ahora manda Karzai. A él le da igual uno que otro. "Lo único que queremos es paz y trabajo".

El teniente coronel Bob Chamberlain es el jefe del PRT de Kandahar. Asegura que los talibanes son ahora más débiles que hace un año. Los portavoces del cuartel general aliado en el sur de Afganistán repiten lo mismo con otras palabras: si hay combates aún, es porque la OTAN "está explotando sus recientes éxitos militares". El coronel Mohamed Hussein es el enlace entre la policía afgana y el PRT. Al contrario que el teniente coronel Chamberlain, reconoce que la seguridad ha ido a peor. Y lo atribuye al magro sueldo de los policías -70 dólares al mes, frente a los 300 que pagan los talibanes-, lo que le dificulta el reclutamiento. La base canadiense está plagada de avisos. "No lo olvides, el enemigo está escuchando", advierte uno. Probablemente se trate de una inocua paranoia por exceso de celo y no de que los mandos sospechen realmente que puede haber espías entre los empleados afganos del cuartel.

Aunque fuera cierto que los talibanes están perdiendo, las fuerzas de la OTAN actúan como si estuvieran por todas partes y, con sus rigurosas medidas de seguridad, se han rodeado de un muro de recelo y desconfianza frente al conjunto de la población afgana.

Abrumado por el despliegue militar, el ayudante de Salim, dueño de una fábrica de vigas, no tiene ninguna duda. A la pregunta de si volverán los talibanes el día que se marchen las tropas de la OTAN, contesta: "La misma noche".

Un soldado canadiense hace indicaciones a una mujer en un control en Kabul.
Un soldado canadiense hace indicaciones a una mujer en un control en Kabul.AP

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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