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Reportaje:

¿Terrorista o cabeza de turco?

Julien Coupat es para la policía francesa líder de un grupo peligroso de ultraizquierda. Para otros, un chivo expiatorio

Antonio Jiménez Barca

En la última manifestación contra el Gobierno francés en París había muchos jóvenes con una camiseta que decía: "Liberad a Julien Coupat". En las amenazas de muerte que un perturbado envió hace días a algunos políticos franceses, incluido Nicolas Sarkozy, acompañadas de una bala, había una frase dedicada a Coupat. Durante las últimas revueltas en Grecia, se produjeron dos atentados que fueron reivindicados por grupos que decían homenajearle. Ayer mismo, un grupo de políticos de izquierda, de activistas y de abogados defensores pidió de nuevo la libertad del que se ha convertido desde hace meses en el preso más famoso de Francia.

¿Quién es Julien Coupat? ¿Qué ha hecho?

El 11 de noviembre, este hombre de 34 años, licenciado en Derecho y Ciencias Políticas, junto a otros ocho compañeros, fue detenido y acusado de haber inutilizado, días antes, varias líneas de alta velocidad en Francia, lo que causó un auténtico caos en la red ferroviaria francesa y una pesadilla para los viajeros. La policía, que ya seguía al grupo desde hacía meses, les acusó además de pertenecer a un grupo terrorista de ultraizquierda capaz de matar.

Coupat fue detenido por el sabotaje de la red de alta velocidad francesa
Grupos de activistas reclaman su libertad y le dedican sus acciones

Los habitantes de Tarnac, el pueblecito de 300 habitantes de la región de Corrèze, en el centro de Francia, donde Coupat y sus amigos regentaban una tienda de ultramarinos y una granja donde criaban pollos y conejos, se asombraron mucho de que esos jóvenes alternativos, anticapitalistas y amables fueran catalogados de peligrosos asesinos. No así la ministra del Interior, Michèle Alliot-Marie, que sostiene la teoría de que una izquierda debilitada, políticamente hablando, favorece la creación de grupos extremistas que pueden cruzar la línea.

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Uno a uno, casi todos los detenidos fueron puestos en libertad bajo vigilancia. Sólo queda Coupat en prisión. Para la policía, no hay duda: es el líder del grupo, un tipo que se sabía perseguido, capaz de emplear tres cuartos de hora en recorrer tres estaciones de metro para despistar o de pedir el teléfono a un viandante en la calle para establecer una comunicación segura.

Un testigo protegido, conocido como "el señor X", se presentó en una comisaría poco después de enterarse de la detención para declarar que le conocía y que, para Coupat, "la vida humana tiene un valor inferior al poder político".

El juez se lo preguntó directamente al afectado a lo largo de la investigación:

-¿Cree usted que la lucha política puede tener a veces un valor superior a la vida?

-Eso forma parte de la delirante declaración del señor X, que pretende hacerme pasar por un Charles Manson de la política. Yo sostengo que es un error metafísico creer que una justificación política pueda valer la vida de un hombre.

El diario Le Monde tuvo acceso hace días a las miles de páginas del sumario, que dan fe de la concienzuda investigación y del estrecho seguimiento, con teléfonos pinchados incluso, del que fue objeto El grupo de Tarnac. Pero no hay ni una sola prueba firme, ni ninguna confesión, ni ningún testimonio (salvo el del señor X) que demuestre que los nueve jóvenes tuvieran intención de matar a nadie.

Es cierto que Coupat y su novia fueron vistos cerca de una de las líneas saboteadas, pero ellos lo achacan a una coincidencia. En cualquier caso, denuncian sus abogados, eso no les convierte en integrantes de ETA o de Al Qaeda.

"Es un abuso premeditado y político contra unas personas que no piensan como las demás y que rechazan el sistema", asegura Irène Terrel, abogada de Coupat. "No existe El grupo de Tarnac, no son terroristas, Julien no es líder de nada", añade.

Esto último, tal vez a pesar de él mismo y de la policía, ya no es del todo cierto. No hay más que fijarse en las camisetas de muchos jóvenes en las manifestaciones de París.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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