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Reportaje:

Todo se juega en California

Dos exitosas empresarias republicanas compiten con dos pesos pesados del Partido Demócrata por la gobernación del Estado y un puesto en el Senado

Antonio Caño

Aclamado el viernes por más de 35.000 personas en la Universidad del Sur de California, en Los Ángeles, podía pensarse que nada ha cambiado para Barack Obama desde que en 2008 obtuvo el 61% de los votos de este Estado: que no existe el Tea Party, que sus índices de popularidad no han caído dramáticamente y que su gestión goza del reconocimiento unánime de sus compatriotas. Lo cierto es que no es así. Lo cierto es que hoy Obama tiene que luchar desaforadamente por conservar una posición digna después del 2 de noviembre. Sin embargo, a juzgar por lo visto a su paso por California, también es verdad que conserva la base suficiente como para reconstruir su presidencia.

California será una buena prueba, tanto de las posibilidades de resurrección de Obama como de las verdaderas opciones de poder de la oposición. "Dentro de 11 días tendrán la oportunidad de marcar la dirección de este Estado y de este país no solo para los próximos dos años, sino para los próximos cinco años, los próximos 10 y los próximos 20", dijo el presidente. Alcanzar la mayoría aquí, el mayor Estado del país y la octava economía del mundo, es, en efecto, mucho más que ganar unos cuantos escaños.

Ambos partidos se juegan en el Estado su presente y su futuro electoral
La zona, en franco declive económico, es terreno abonado para el Tea Party
El demócrata Jerry Brown, de 72 años, aspira a una tercera gobernación
Meg Whitman y Carly Fiorina son ex consejeras delegadas de e-Bay y HP
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En los últimos años California se ha ido escorando hacia la izquierda. Pero, con un desempleo del 12,4% -casi tres puntos sobre la media nacional-, una auténtica bancarrota en las finanzas públicas -algunos salarios se han abonado este año con pagarés- y una tendencia emigratoria más que inmigratoria por primera vez en su historia, esta California, en franco declive, no está como para conservar lealtades ideológicas y parecería un terreno abonado para la causa del Tea Party.

En alguna medida lo es. El conservadurismo ha ganado espacio. Sarah Palin pasó aquí varios días la semana pasada movilizando con éxito a sus huestes en el Orange County, y el propio Obama se ha visto obligado a venir porque la victoria de sus principales candidatos en California está lejos de darse por garantizada.

El Partido Republicano presenta en los dos principales cargos a votación, el de gobernador y un escaño en el Senado, a dos mujeres de fuerte personalidad y brillante trayectoria profesional que, de ganar, cualquiera de ellas se convertiría de inmediato en una potencial candidata a la presidencia. Atención, por tanto, a estos dos nombres: Meg Whitman, candidata a gobernadora, y Carly Fiorina, aspirante al Senado.

Whitman es la antigua consejera delegada de eBay, Fiorina ocupó el mismo cargo en Hewlett-Packard. Ninguna es pobre, pero Whitman posee una fortuna de tal volumen que se ha permitido el lujo de gastar 140 millones de dólares de su propio bolsillo en esta campaña, la mayor cantidad que ningún político ha empleado nunca en unas elecciones legislativas.

Su riqueza le ha permitido actuar con mayor independencia que otros republicanos respecto al Tea Party y a las fuentes de financiación de ese movimiento conservador. "Como me estoy gastando mi propio dinero, no le debo nada a nadie", suele repetir la candidata en sus intervenciones públicas. Se ha sentido libre, por tanto, para apoyar el derecho al aborto y sostener posiciones centristas que suenan raras entre los candidatos de su partido en esta campaña electoral. Su modelo es otro multimillonario, el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, un independiente que hace campaña por ella.

Fiorina, en cambio, ha buscado el apoyo de Palin y del Tea Party y ha hecho una campaña agresiva más a tono con lo que sus compañeros de filas están ofreciendo a nivel nacional. Se ha confesado entusiasta de aumentar las prospecciones de petróleo, contraria a las leyes de medio ambiente aprobadas en este Estado y partidaria de las armas de fuego y de dar a los delincuentes "el castigo que merecen".

Ambas tienen en contra a dos viejos pesos pesados de la izquierda norteamericana. Whitman compite con Jerry Brown, de 72 años, que ya fue dos veces gobernador de California en los setenta y los ochenta, aspirante a la presidencia en los noventa y alcalde de Oakland hasta 2006. Todo eso después de una juventud de pelo largo y corazón hippy en la que recorrió África junto a su novia de entonces, la cantante Linda Ronstadt. Para calibrar el peso de Brown en la política californiana basta decir que, de los gobernadores que este Estado ha tenido en el último medio siglo, uno fue el propio Brown, otro el padre de Brown y otro el antiguo jefe de Gabinete de Brown, Gray Davis.

Fiorina se enfrenta a Barbara Boxer, que ejerce como conciencia de la izquierda en el Senado norteamericano desde que fue elegida por primera vez, en 1992. Antes había estado ya 10 años en la Cámara de Representantes, siempre defendiendo los derechos de la mujer como su principal causa. En esta campaña, Boxer es uno de los blancos preferidos de la propaganda política pagada por la Cámara de Comercio y el ejemplo de todo lo que el Tea Party aborrece.

En una época en la que los electores norteamericanos parecen haberse puesto en pie de guerra contra los políticos profesionales, Brown y Boxer se antojan objetivos fáciles de batir por dos rivales que aportan originalidad y savia nueva. De hecho, ambos estaban bastante por detrás en las encuestas hasta hace pocas semanas. Actualmente, sin embargo, Brown aventaja ligeramente a Whitman, mientras que Fiorina y Boxer están en un virtual empate.

La derrota de sus candidatos sería un desastre de graves consecuencias para los demócratas. Si no ganan en California, ¿dónde van a ganar?, podría pensarse. Pero, al mismo tiempo, una derrota de los republicanos abriría serias dudas sobre las posibilidades de la oposición de alcanzar mayorías sólidas como para recuperar la presidencia en 2012. Si no ganan en California, ¿cómo van a ganar?

California no es el irreductible feudo demócrata que a veces se pinta. Aquí están enterrados los dos presidentes republicanos más importantes del siglo pasado, Ronald Reagan y Richard Nixon. El actual gobernador del Estado, Arnold Schwarzenegger, es un republicano. La duda no es si un republicano puede ganar aquí, la duda es si el actual Partido Republicano puede ganar aquí. Schwarzenegger es un centrista que ha promovido políticas progresistas, como la del medio ambiente, que reniega de Sarah Palin y que le ha negado el apoyo a los candidatos del Tea Party. No asistió, por ejemplo, a la designación de Fiorina como candidata. California es, en ese sentido, no un feudo de los demócratas, sino un termómetro sobre los límites del extremismo republicano.

El presidente de EE UU, Barack Obama, saluda al actor Jamie Fox antes de participar en un mitin del Partido Demócrata en la Universidad del Sur de California, en Los Ángeles.
El presidente de EE UU, Barack Obama, saluda al actor Jamie Fox antes de participar en un mitin del Partido Demócrata en la Universidad del Sur de California, en Los Ángeles.AP

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