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Reportaje:

Todo está en juego en Iowa

Hillary Clinton ve amenazado su papel de favorita frente a Barack Obama

Antonio Caño

Casi a la misma hora que Barack Obama exponía el lunes aquí, la capital de Iowa, su plan para hacer frente a los problemas de las familias norteamericanas con sus hipotecas y sus créditos, a unos 200 kilómetros al norte del Estado, en Clear Lake, Hillary Clinton defendía su proyecto de reforma de la seguridad social. Un día después, ambos, junto a los otros cinco candidatos demócratas a la presidencia de EE UU, contrastarían de nuevo sus ideas sobre Irán, China o el comercio exterior en un debate radiofónico desde el Museo de Historia, situado en el complejo del Capitolio estatal.

Ayer, la agenda de Obama incluía tres actos más en distintos puntos de Iowa, mientras que la de Clinton la alejaba 24 horas de estos nevados paisajes para llevarla a Washington a recaudar fondos para la campaña. Regresará antes del fin de semana, porque en este momento, y hasta el caucus -reuniones públicas en las que los electores discuten sobre sus preferencias antes de emitir sus votos- del 3 de enero, es aquí donde está en juego su victoria.

Clinton y Obama se juegan su futuro en los 'caucuses' del pequeño Estado
Aquí no valen los grandes discursos, sino el contacto casa por casa
Los aspirantes republicanos libran en Des Moines una batalla feroz
Desconocidos como Carter salieron catapultados de Iowa como favoritos
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No es un recurso retórico. Clinton se juega su futuro en este poco relevante Estado de la Unión: una derrota aquí pondría en serias dificultades su candidatura y dejaría más abierta que nunca la carrera demócrata hacia la Casa Blanca.

También Obama pone mucho en juego, pero no tanto. El hecho de que un candidato negro tenga serias opciones de triunfo en un Estado casi completamente blanco es ya un éxito sin precedentes; un digno segundo puesto sería un buen resultado para él, la victoria significaría una auténtica catapulta hacia la nominación final. Su buena actuación en Iowa, donde una última encuesta del diario The Des Moines Register lo coloca un punto por delante de Clinton, le ha permitido recortar en los dos últimos meses su distancia con la ex primera dama en el conjunto del país, aunque ésta todavía manda con 15 puntos de ventaja, según una encuesta publicada esta semana por USA Today y Gallup.

Hillary Clinton es consciente del peligro y ha corregido su estrategia de campaña para incluir ataques a sus rivales, principalmente a Obama, a quien en su discurso en Clear Lake llegó a llamar, indirectamente, "charlatán". "Yo no creo que la gente quiera que le hablen tanto del cambio", dijo la senadora. "Yo creo que lo que quieren es alguien que realmente lo pueda hacer, quieren alguien que cumpla, no un charlatán". Contestó inmediatamente en Des Moines el portavoz de Obama, Tommy Vietor, diciendo que su candidato "no necesita consejos de alguien que siguió a Bush en la guerra de Irak".

Hay un tercero en discordia en el campo demócrata también con posibilidades de triunfo en Iowa: John Edwards, al que sólo separan cinco puntos de Obama. Para él sí que este caucus es una cuestión de vida o muerte. Sólo un completo éxito le serviría para relanzar una candidatura que no se perfila bien en el escenario de las primeras primarias, New Hampshire, ni en los demás Estados donde siguen elecciones.

La emoción no sólo se vive entre los aspirantes demócratas. También los republicanos libran una batalla feroz, sobre todo tras la irrupción de la gran sorpresa de la temporada, el pastor evangélico Mike Huckabee, a quien los sondeos colocan en un sorprendente primer puesto, por encima del favorito hasta ahora en Iowa, Mick Romney, y del primer clasificado a nivel nacional, Rudy Giuliani.

Excepto para Giuliani, cuya agitada vida personal y moderada visión sobre religión y moral no se compadecen bien con las estrictas exigencias conservadoras de los republicanos de este Estado, tanto Romney como Huckabee se la juegan en el caucus del 3 de enero. Para el primero, que ha gastado grandes cantidades de su propia fortuna en su campaña en Iowa, una derrota sería un fracaso imprevisto que hundiría, seguramente, todas sus posibilidades futuras. Para Huckabee, la derrota sería el despertar de un corto sueño. Giuliani, que apenas ha hecho campaña aquí, ha preferido apostar por New Hampshire.

Cualquier cálculo sobre el resultado en uno u otro partido conlleva en este momento un alto riesgo. El anacrónico sistema de elección en Iowa, los famosos caucuses, hace muy difícil cualquier pronóstico.

Es una de las grandes paradojas de la democracia norteamericana: el resultado es tan incierto y de tal trascendencia que todo el país, quizá el mundo entero, está por un momento pendiente de lo que unas pocas decenas de miles de personas decidan dentro de un complejísimo sistema de votación en un rincón de la América rural que no volverá a ser mencionado en los periódicos durante los cuatro años siguientes.

Son varias las razones que hacen el resultado tan imprevisible. Aunque es necesario registrarse para votar, ese registro puede hacerse momentos antes del inicio de las reuniones, lo que dificulta conocer de antemano el número de votantes. En el último caucus demócrata participaron poco más de 120.000 personas; algo similar ocurre entre los republicanos.

Los registrados se reúnen después por grupos en iglesias, escuelas, centros cívicos, casas particulares, para discutir por quién votar. Las reglas cambian en cada caucus, pero por lo general se destina una media hora a esa discusión, tras lo cual se emite un primer sufragio. Los candidatos que no sobrepasen un cierto límite (15% en algunos caucuses, 25%, en otros) quedan eliminados, pero quienes votaron por ellos pueden volver a votar por alguno de los candidatos supervivientes. Eso se hace después de otra media hora, aproximadamente, en la que los defensores de las candidaturas victoriosas intentan convencer a los de los candidatos derrotados que se sumen a sus filas.

Es un delicado esquema de influencia en el que entran en liza un sinfín de factores personales, desde la amistad hasta el poder de convicción de determinados vecinos, que se escapan al estudio del más riguroso método de análisis político.

Pero, aunque difícil y anacrónico, este es el escenario en el que el próximo presidente tiene, primero, que demostrar su valía. Aquí no valen de mucho los grandes discursos ni las grandes campañas publicitarias. Hay publicidad en la televisión, por supuesto, pero lo que cuenta es el contacto lo más directo posible, casa a casa, con la mayor cantidad posible de esas 100.000 personas que el día 3 van a tomar la decisión. Miles de ciudadanos de Iowa tienen estas semanas oportunidad de hacer preguntas al futuro presidente en cientos de charlas muy reducidas.

Iowa corona a neófitos y destruye mitos. Desconocidos, como Jimmy Carter o Gary Hart, salieron catapultados de aquí. Bill Clinton adquirió la etiqueta de favorito después de sobrevivir en Iowa, pese a los rumores sobre sus infidelidades. Iowa también se equivoca, desde luego. En 1980, le dio la victoria a George Bush padre frente a Ronald Reagan, que después ganó en New Hampshire y consiguió la nominación. Pero, por lo general, este Estado tiene bien ganada fama de saber ponerle la etiqueta de victoria a la persona adecuada.

En esta oportunidad, la gran novedad de la campaña entre los demócratas es el gran papel de Obama. Los voluntarios de su campaña, todos muy jóvenes, están pletóricos en su sede de la avenida Locust, en Des Moines. "Es grandioso lo que está sucediendo, nunca se había visto aquí una organización de base semejante", afirma Toni, una de las voluntarias de la campaña. Obama asegura que ha recolectado más dinero de pequeñas contribuciones -15 o 25 dólares- que todos los demás candidatos juntos.

Su campaña en Iowa, aunque algo juvenil y desordenada, se ha extendido como mancha de aceite. El inconveniente es que la tradición sostiene que los participantes en los caucuses, que tienen que abrirse paso entre la nieve para llegar a la reunión y renunciar a una noche de sueño o televisión, suelen ser mayoritariamente votantes de edad madura, más inclinados por Clinton.

Otro factor a favor de la senadora de Nueva York es el de que los votantes de Iowa suelen ser pragmáticos que apuestan por el más elegible de los candidatos. Y esta vez todas las encuestas coinciden en que los demócratas ven más elegible a Hillary Clinton que a Barack Obama.

La candidata demócrata a la presidencia estadounidense Hillary Clinton, antes de dar un mitin en Cedar Rapids, en Iowa, el domingo.
La candidata demócrata a la presidencia estadounidense Hillary Clinton, antes de dar un mitin en Cedar Rapids, en Iowa, el domingo.REUTERS

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