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Trabajadores "sin estímulo ni expectativas"

Un documental grabado en los últimos meses en Cuba recoge testimonios de la situación laboral en la isla

En Bajo el cielo cubano; los trabajadores y sus derechos, dirigido por Carlos Montaner, las declaraciones y quejas que se recogen contestan en gran parte a los lamentos de Raúl Castro por el mal funcionamiento de su economía. "La violación de derechos laborales es evidente cuando el Gobierno revolucionario es el único empleador y sindicato", dice Montaner.

Por su parte, George Plinio Montalván, productor ejecutivo del filme, presentado en la Asociación para el Estudio de la Economía Cubana (ASCE), destaca que "el Gobierno es también el que decide quién puede acceder a los golosos puestos en empresas extranjeras, pero se queda con un abusivo 97% de su salario en divisas. No hay el menor estímulo ni expectativas. Lo importante es trabajar con turistas para recibir las propinas en moneda extranjera".

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Jorge Olivera, uno de los condenados en la Primavera Negra de 2003 a 18 años de prisión, ahora en libertad por su delicada salud, es rotundo en el documental: "El trabajador cubano es un esclavo del siglo XXI. Sólo vive pensando en cómo irse de Cuba o cómo sobrevivir en el mercado negro. El salario promedio mueve a escándalo", afirma.

"Me pagan 400 euros, pero se los queda el Gobierno y a mí me dan 400 pesos cubanos", explica en el filme un empleado en una empresa francesa. Al cambio actual, los 400 pesos equivalen a apenas 13 euros, con los que hay que vivir trampeando, "resolviendo".

Otros entrevistados coinciden en que "el talento es lo que menos cuenta. Lo importante es la lealtad a la Revolución. La empresa dice que necesita tres cantineros y el Gobierno es el que se los da, no puede escoger".

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El documental, grabado con cuatro equipos distintos y en varias visitas a Cuba para reducir el riesgo de censura, recoge también entrevistas en hoteles de México o República Dominicana. "Lo difícil fue conseguir que los cubanos hablaran", dice Montaner. Un exiliado en Miami afirma: "Ahora puedo decir las cosas con toda libertad. Hace dos años en La Habana habría contestado algo completamente distinto, porque no podía arriesgarme a perder mi trabajo".

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