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Revolución democrática en el Magreb

Túnez acaba con 23 años de dictadura

El Ejército ha rechazado participar en la represión y su papel será clave ante el vacío de poder - El presidente Ben Ali huye en avión a Arabia Saudí

Un mes atrás, Mohamed Bouazizi, un hombre de 26 años, licenciado universitario que se ganaba el jornal vendiendo verduras, desató la chispa con su suicidio a lo bonzo en una pequeña ciudad del interior de Túnez sin saber que su acto desesperado desembocaría en el acelerado fin del régimen del presidente, Zine el Abidine Ben Ali, tras 23 años y cinco mandatos de autocracia. Docenas de muertos en cuatro semanas de revuelta popular han bastado para provocar la fuga de un líder crecientemente denostado. El presidente huyó en avión a Arabia Saudí, que acogió al mandatario y su esposa "por un periodo indefinido". El primer ministro, Mohamed Ghanuchi, asumió el poder interinamente, horas después de que Ben Ali decretara el estado de excepción y destituyera al Gobierno en pleno. Se abre ahora un panorama político plagado de incógnitas y de riesgos.

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El paro desbordante entre la juventud más preparada académicamente, el anhelo de instaurar un régimen democrático que garantice las libertades, los salarios de miseria de trabajadores y campesinos y la corrupción desmesurada y el saqueo de bienes públicos perpetrado por la familia presidencial propiciaron un alzamiento popular el 17 de diciembre con consecuencias inéditas en el mundo árabe. En ningún país de la región ha sucedido nunca que un levantamiento civil defenestre a un presidente aparentemente tan bien asentado. No obstante, ahora, se plantean un sinfín de obstáculos.

El 14 de enero de 2011 será una fecha que, probablemente, dará nombre a plazas en este país árabe de 10,5 millones de habitantes. Ben Ali abandonó el poder y Túnez, al que 24 horas antes dijo haber "servido durante 50 años", alrededor de las seis de la tarde en una jornada trepidante. Solo tres horas antes prometía convocar elecciones legislativas anticipadas en el plazo de seis meses y decretaba el toque de queda. Cualquier reunión de más de tres personas queda prohibida, y las fuerzas de seguridad emplearán las armas cuando un sospechoso no se detenga ante una orden policial. Un bandazo más.

El mandatario huido lo había intentado todo, ofreciendo en ocasiones una imagen patética. Hace ya días dijo que crearía 300.000 empleos antes del fin de 2012, destituyó después al ministro del Interior, el jueves anunció que no se presentaría a la reelección en 2014 y que comprendía a los tunecinos. Pocos, desde luego ninguna de las personas que ayer se adueñaron durante seis horas de la avenida Habib Burghiba, otorgaron la más mínima credibilidad a sus palabras.

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"Como el presidente es temporalmente incapaz de cumplir sus obligaciones, se ha decidido que el primer ministro sea quien asuma esas obligaciones", declaró el propio Ghanuchi.

Mientras, el misterio acompañaba la huida de Ben Ali. Un avion privado tunecino con tres pasajeros -entre los que se pensaba que estuviese el mandatario- aterrizó anoche en el aeropuerto de Cagliari, Cerdeña. El avión fue custodiado durante dos horas por fuerzas de policía y los servicios secretos. Tras un largo tira y afloja, la policía comprobó que el presidente no estaba a bordo y el avión salió escoltado por cazas italianos rumbo a Túnez, informa Miguel Mora. A la una y media de la madrugada, Arabia Saudí despejó las dudas anunciando que Ben Ali había aterrizado en Jedda.

En Túnez, Ghanuchi hizo un "llamamiento a los hijos e hijas de Túnez, de todas las tendencias políticas e intelectuales, a que se unan para permitir que el país supere este difícil periodo y regrese a la estabilidad".

Túnez es un país sin oposición organizada, laminada durante años de dura represión. Mustapha Benjaafar, líder del opositor Foro Democrático por el Trabajo y las Libertades, aseguraba a este diario el pasado martes: "Es posible que Ben Ali sea derrocado, pero el pueblo está fuera de juego y también los actores políticos". La labor que queda por delante es ingente. Ahmed Brahim, jefe de Ettajdid, otro partido de la oposición, proponía una "conferencia nacional para la reforma política". Najib Chebbi, primer dirigente del Partido Democrático Popular -el tercer partido que se enfrentaba desde la legalidad a Ben Ali-, declaró ayer una vez conocida la caída del presidente: "Estamos en un momento crucial. Un cambio de régimen está en marcha que debe conducir a profundas reformas para que el pueblo pueda elegir".

Al margen de las vicisitudes políticas, los interrogantes abruman. ¿Qué papel ha jugado el Ejército y cómo actuará en el futuro inmediato? Está claro que el Ejército ha rechazado participar en la represión. Pero se ignora si ha sufrido peligro de división durante la revuelta. ¿Qué sucederá con la clase dirigente afecta al régimen? Una cadena de televisión privada informó anoche de que algunos parientes de Ben Ali habían sido detenidos. Saqueos y pillajes se produjeron en varias ciudades. ¿Continuarán las protestas y los desórdenes? No escasean quienes no se fían.

La Constitución establece que es el presidente del Parlamento quien debe hacerse cargo de la máxima institución del Estado en supuestos como el presente, y convocar comicios en el plazo de tres meses. Además, Ghanuchi ha sido primer ministro durante una década y no recaba las simpatías de los alzados.

Con todo, pocos países árabes están tan preparados para que un nuevo sistema político democrático emerja como lo está Túnez. Prevalece el laicismo -los movimientos islamistas fueron machacados a conciencia por Ben Ali-, dispone de una clase media nada despreciable, de un sistema educativo más que decente, de un sistema económico con sectores muy diversos y muy conectado a Europa, y de unas élites intelectuales consistentes.

Otros líderes árabes -los de Egipto y Argelia, principalmente- observarán con aprensión lo ocurrido en Túnez. El efecto contagio es una circunstancia a tener en cuenta. Y la coyuntura en estos Estados es más grave que la de Túnez, con un desempleo atroz y una pobreza descomunal.

Escena de la gran manifestación que se registró ayer en la capital tunecina contra el presidente Ben Ali.
Escena de la gran manifestación que se registró ayer en la capital tunecina contra el presidente Ben Ali.REUTERS

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