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El conflicto de Oriente Próximo

Turquía congela las relaciones con el Gobierno hebreo

Erdogan pide un castigo internacional por la "sangrienta matanza"

Juan Carlos Sanz

"Israel debe ser castigado. La comunidad internacional tiene que decir basta. Condeno esta sangrienta matanza". La voz de tribuno del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, tronó ayer en el Parlamento tras haber regresado apresuradamente a Ankara desde Chile. La muerte de cuatro activistas turcos en el asalto israelí a la flotilla de ayuda humanitaria a Gaza y la detención de más de 360 voluntarios ha abierto una crisis sin precedentes en las relaciones estratégicas entre dos aliados militares desde 1996.

Cientos de manifestantes turcos seguían ayer concentrados ante la residencia del embajador israelí en Ankara y del Consulado del Estado judío en Estambul. Pero apenas un puñado de izquierdistas acudieron anoche a la concentración convocada en la céntrica plaza de Taksim de la capital económica de Turquía.

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El tono del discurso del primer ministro turco ante el grupo parlamentario del gubernamental Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, islamista moderado) parecía el apropiado para escenificar una ruptura de relaciones . La oposición laica, encabezada por el nuevo líder del Partido Republicano del Pueblo (CHP), Kemal Kiliçdaroglu, le pidió abiertamente que anulara el acuerdo de cooperación militar y cortara las relaciones con Israel.

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Pero Erdogan solo dejó claro que "las cosas ya no van a ser igual que antes". Las sucesivas declaraciones de sus ministros a lo largo del día pusieron de relieve una estrategia de congelación de las relaciones en campos como la energía, el comercio bilateral y la seguridad. "Nadie debe poner a prueba la paciencia de Turquía. Israel debe levantar el inhumano embargo a Gaza. Nosotros no daremos la espalda a los palestinos". Las palabras del jefe del Gobierno de Ankara mostraron hasta qué punto han quedado dañadas las relaciones con el Estado judío.

El acuerdo de cooperación militar y asociación estratégica firmado por Turquía e Israel en 1996 parecía beneficioso para ambas partes. Las Fuerzas Armadas turcas han logrado desde entonces la modernización en los hangares de la industria militar israelí de sus aviones y carros de combate de fabricación estadounidense en contratos que rondan los 700 millones de euros. El Ejército turco se dispone a recibir también de Israel 10 aviones no tripulados de vigilancia Heron, con un coste de 150 millones de euros, imprescindibles para combatir a la guerrilla separatista kurda del PKK en el sureste de Anatolia y el norte de Irak.

¿Y qué ha recibido a cambio Israel? Espacio aéreo. Los cazabombarderos israelíes se entrenan rutinariamente sobre las llanuras y montañas de Anatolia en lugar de hacerlo en su angosto territorio. La base de Inçirlik, desde donde EE UU aprovisiona a sus fuerzas en Irak, es uno de los centros neurálgicos de estas maniobras aéreas. Las relaciones comerciales bilaterales ascendieron en torno a los 2.500 millones de euros en 2009, también gracias en gran medida a los contratos de armamento y a los 400.000 turistas israelíes que cada años pasan sus vacaciones en las costas turcas. Los multimillonarios proyectos de futuro para suministrar a Israel agua y gas a través de conducciones submarinas parecen ya papel mojado.

"¿Cómo podemos confiar en que nuestros aliados tienen intenciones pacíficas si no respetan a los ciudadanos de un país amigo?", se preguntaba ayer en Estados Unidos el ministro de Exteriores turco, Ahmet Davutoglu, después de arrancar al Consejo de Seguridad de la ONU una condena formal por el ataque israelí a la flotilla. Davutoglu, artífice de la llamada diplomacia neotomana, ha reforzado las relaciones de Ankara con los países árabes. El Gobierno de Erdogan ha recibido a representantes de Hamás en Turquía, pero también ha actuado como mediador entre Israel y Siria.

La fulminante retirada del embajador turco en Israel, la condena internacional del Estado judío en Naciones Unidas y la cancelación de la cooperación militar conjunta parecen dar por enterrada una alianza estratégica apadrinada por Estados Unidos. Las tres maniobras militares conjuntas programadas han quedado canceladas, entre ellas las que precisamente organizan cada verano las marinas de guerra de Turquía, Israel y Estados Unidos en aguas del Mediterráneo oriental.

El temperamental Erdogan no dará previsiblemente pasos atrás. Y mucho menos a un año vista de las elecciones legislativas en su país. Para lograr una tercera mayoría absoluta, los neoislamistas del AKP no vacilarán en jugar las cartas de la solidaridad con la población palestina y de la agresión israelí a la flotilla que se dirigía a Gaza. En Turquía, antaño tierra de musulmanes, cristianos y judíos, toda la sociedad condena hoy el abordaje en alta mar y la captura de cientos de jóvenes voluntarios turcos.

La policía turca intenta contener en Ankara a los manifestantes que ayer radicalizaron su protesta contra Israel.
La policía turca intenta contener en Ankara a los manifestantes que ayer radicalizaron su protesta contra Israel.REUTERS

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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