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La UE teme más al bloqueo de Praga que al plebiscito irlandés

Senadores checos recurren de nuevo el Tratado de Lisboa

Andreu Missé

Los líderes europeos están más preocupados por las maniobras del presidente checo, Vaclav Klaus, para bloquear el Tratado de Lisboa que por un nuevo rechazo de los irlandeses en el referéndum del 2 de octubre. Los últimos sondeos pronostican que los partidarios del sí en Irlanda representan más del 55% de los votos. La crisis financiera ha arrimado a muchos indecisos a la UE en busca de un cobijo más sólido al amparo del euro. Las dificultades para el tratado se concentran en la República Checa, donde un grupo de 17 senadores tiene previsto presentar hoy un nuevo recurso contra el tratado ante el Tribunal Constitucional que podría retrasar varios meses su entrada en vigor. El tribunal checo ya estimó que no había contradicción entre el tratado de Lisboa y la constitución de su país.

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Un grupo de senadores checos presenta un recurso contra el Tratado de Lisboa

El propio primer ministro checo, Jan Fischer, expresó sus temores de un nuevo retraso para el tratado a los demás líderes europeos en el Consejo Europeo del pasado 17 de septiembre. Fischer precisó que el recurso de los senadores, pertenecientes la mayoría al ODS (Partido Democrático Cívico), fundado por Klaus, podría requerir al tribunal un plazo de entre tres y seis meses para decidir. La exposición de Fischer provocó una virulenta reacción del presidente francés, Nicolas Sarkozy, quien señaló que la posición checa era "escandalosa" e "inaceptable". También expresó su malestar el primer ministro luxemburgués, Jean Claude Juncker.

Impulso de Alemania

El triunfo de la canciller Angela Merkel en las recientes elecciones de Alemania puede ser el antídoto más serio a las veleidades de una minoría de políticos checos estimulados por su presidente, quien reiteradamente ha expresado su deseo de retrasar la firma del tratado. Merkel jugó un papel clave en 2007 para impulsar el Tratado de Lisboa, que recogía los aspectos esenciales de la Constitución europea, que no llegó a nacer por el rechazo de franceses y holandeses en 2005.

El nuevo tratado crea el puesto de presidente estable de la Unión, refuerza los poderes del Alto Representante para la política exterior, y agiliza la toma de decisiones permitiendo muchos acuerdos por mayoría cualificada en lugar de la paralizante exigencia de la unanimidad. Es muy dudoso que Klaus pueda resistir mucho tiempo la presión de Merkel y Sarkozy, que en este asunto van a la una.

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La postura disidente de Klaus, sin embargo, se ha visto reforzada por el apoyo del líder conservador británico, David Cameron. El dirigente tory sugirió al presidente checo, a través de una carta, que no firmara el tratado hasta dentro de unos meses para darle tiempo a ganar las elecciones, previstas para mayo o junio, y convocar un referéndum en el Reino Unido.

Para muchos observadores el sí de Irlanda equivaldrá a un apoyo político definitivo del Tratado de Lisboa. Con el horizonte de su entrada en vigor ya se están barajando nombres para los puestos de presidente y Alto Representante. Jan Peter Balkenende, primer ministro de Holanda, ha reforzado momentáneamente sus expectativas para presidir la Unión.

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