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Los 'jemeres rojos' abandonan el proceso de paz en Camboya

Juan Jesús Aznárez

La violencia y el miedo encuentran nuevamente el paso franco en el sureste asiático. Los jemeres rojos, que convirtieron Camboya en un cadalso durante sus tres años de Gobierno, se han retirado del proceso de paz suscrito en París hace dos años. También abandonan el Consejo Nacional Supremo, la frágil escuela de tolerancia y civismo establecida en la capital francesa por potencias que financiaron con armas y apoyos políticos la pasada guerra civil.

Los comisarios políticos de los jemeres rojos cerraron ayer los locales de Phnom Penh, la capital, y regresaron a sus bases militares en las junglas y arrozales abonados por el genocidio desencadenado en 1975. Allí se sienten fuertes.Su potencia de fuego es insuficiente para una ofensiva a gran escala, pero mantienen abiertos frentes de combate que hacen imposible la pacificación del país donde la ONU ha comprometido la operación más costosa y ambiciosa de su historia.

Portavoces de la UNTAC (Autoridad Provisional de la ONU en Camboya) divulgaron el contenido de la carta entregada a varias embajadas por Khieu Sampan, cabeza visible de la milicia decidida a boicotear las elecciones generales del próximo mes de mayo. Las hubieran perdido según todos los sondeos de opinión. "He dimitido de mi puesto en el Consejo Nacional Supremo y salimos hoy de Phnom Penh", anunció Sampan.

Integran este organismo de debate las tres facciones que lucharon agrupadas trece años contra el actual Gobierno y delegados del Ejecutivo, instalado en el poder por la invasión vietnamita que a finales de 1970 derrocó a los jemeres rojos. Este movimiento, al que se atribuye la autoría de la muerte en las últimas semanas de más de 100 personas, en su mayoría vietnamitas, niega su desarme y participación electoral por estimar que la UNTAC, compuesta por 15.000 soldados y 7.000 funcionarios civiles, favorece al actual Gobierno.

Sabotear las elecciones

El abandono del proceso de paz por la guerrilla maoísta, y el desalojo de sus oficinas en la capital, facilitará la anunciada ofensiva roja contra el proceso electoral. El hostigamiento de los campamentos de los cascos azules, las violaciones del alto el fuego acordado en París y el amedrentamiento de la población civil hacen temer una sagrienta campaña cuando no la anulación de los comicios. Sin embargo, los ministros de Exteriores del Grupo de los Siete defendieron ayer en Tokio la conveniencia de mantener la consulta para identificar una autoridad civil que, aunque precaria, reciba un posterior apoyo internacional. El príncipe Sihanuk fue reconocido como figura clave en este plan.Poco antes de que los jemeres rojos tomaran la decisión de abandonar el acuerdo de paz, el jefe de la UNTAC, Yasushi Akashi, había advertido en una reunión del Consejo que los principales líderes de ese grupo serían considerados responsables de cualquier ataque a los soldados de la ONU, votantes o empleados civiles. Khieu Shamphan, en esa sesión, rechazó suscribir un documento contra la violencia. Los vietnamitas, mientras tanto, siguen huyendo a millares de Camboya. Cada día cruzan la frontera más de 2.000.

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