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Vía crucis del Papa en Tierra Santa

La visita del Pontífice a Israel tendrá un perfil político nulo por exigencia de Netanyahu - Los palestinos cristianos se sienten abandonados por el Vaticano

Colea la guerra de Gaza, el revuelo por las declaraciones negacionistas del Holocausto del obispo Richard Williamson, la polémica beatificación de Pío XII, y Benedicto XVI, un Papa más académico que diplomático, afronta el desafío de un peregrinaje en Tierra Santa en el que cada palabra y gesto de sus 20 discursos (16 en Israel, cuatro en Cisjordania) serán desmenuzados.

Lejos de las jerarquías eclesiásticas, del Rabinato, de los líderes islámicos y de los estamentos políticos palestinos e israelíes, entre los judíos y musulmanes predomina la indiferencia. En la menguante comunidad cristiana (debido a la baja tasa de natalidad, la ocupación israelí y en menor medida el auge del islamismo político), prima la desilusión.

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El Papa lanzará mensajes de paz, reconciliación y esperanza a las distintas comunidades religiosas. Pero subyace bajo las proclamas una realidad compleja y siempre conflictiva. Aunque Israel y la Santa Sede firmaron en 1993 el Acuerdo Fundamental (una suerte de Concordato), todavía no ha sido ratificado por la Kneset. Y la disputa sobre las propiedades de la Iglesia y su régimen fiscal continúa. La Iglesia abona impuestos sobre sus colegios, hospitales, orfanatos y hospederías, pero no sobre los lugares de culto desde los tiempos del Mandato Británico. Israel desea imponer tasas catastrales a más de una treintena de lugares santos.

"No podemos aceptar que los lugares santos sean propiedad del Estado de Israel. También reclamamos libre acceso a esos lugares. Sin ello no hay libertad religiosa", explica Artemio Vitores, vicecustodio de los Santos Lugares. Deseaba el Vaticano firmar un acuerdo ayer sobre esos lugares. No ha podido ser. La próxima reunión de la comisión negociadora ha sido pospuesta a diciembre.

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La visita tendrá perfil político muy bajo, casi nulo, tal como perseguía un Gobierno israelí al que agradaría que el Papa promoviera las peregrinaciones para fomentar un turismo del que sólo se benefician las empresas israelíes. "Benedicto no hará nada excepcional porque ya lo hizo Juan Pablo II. También dudo de que haga referencias a Cisjordania", afirma el rabino David Rosen, presidente del Comité Internacional Judío sobre Consultas Interreligiosas. "Esperamos que el Papa incluya una referencia a la memoria del Holocausto en el presente y también en el futuro", presionó el viernes Avner Shalem, director del Museo del Holocausto, que recordó el breve pasado nazi del joven Ratzinger. Benedicto no entrará en el museo propiamente dicho porque cuelga una placa que acusa a Pío XII de mirar hacia otro lado durante el genocidio.

Solventada la trifulca sobre el negacionista obispo Williamson ("no hubo cámaras de gas", afirmó meses atrás), Rosen enfatiza: "Nunca ha habido tanta comunicación entre el Vaticano y los judíos como existe hoy día. Un participante en ese diálogo asegura que sólo un cardenal habría sido mejor que Ratzinger como Papa desde el punto de vista de los judíos".

La agenda de la visita, negociada hasta el último detalle desde hace seis meses, complace al Gobierno de Benjamín Netanyahu del mismo modo que deja pésimo sabor de boca en la Autoridad Palestina y en sus comunidades católicas. Los cristianos en Israel y los territorios ocupados (el 1,5 de la población: 180.000 fieles, 60.000 de ellos vecinos de Cisjordania y Jerusalén Este) se sienten abandonados por los católicos del mundo. Sufren, como los musulmanes, la implacable ocupación. La imposibilidad de desplazarse libremente -Belén, a ocho kilómetros de Jerusalén, ha sido por primera vez en 2.000 años separada de la ciudad santa por el muro de hormigón-, el hundimiento de la economía, las dificultades de los clérigos para viajar de una ciudad a otra... Lo comprobará el Papa en el campo de refugiados de Aida, en una Belén decrépita.

El malestar es evidente. "Dos meses antes de la visita un grupo de notables católicos palestinos pidió al Pontífice que no viniera", aseguran fuentes de la presidencia. En su opinión, la coyuntura es "inoportuna". "No nos hemos recuperado de la masacre de Gaza y ya está el Papa reuniéndose con los líderes israelíes. Otra razón es que insiste en que su estancia en Palestina es un peregrinaje con contenido espiritual, y no político. Llega en la semana en que conmemoramos la Nakba [la catástrofe; la expulsión de 800.000 palestinos en 1948, año de la fundación del Estado sionista]. El 50% de la comunidad cristiana fue expulsada y Roma no ha querido vincular la visita con ese episodio histórico. Queríamos organizar una videoconferencia con un campo de refugiados en Líbano donde residen cristianos, y el Vaticano se ha negado".

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