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Juicio político en Francia

Villepin acusa a Sarkozy de abuso de poder

El ex primer ministro asegura en el inicio de la vista del 'caso Clearstream' que se sienta en el banquillo por "el ensañamiento" del actual presidente francés

Antonio Jiménez Barca

Con un traje azul oscuro impecable, una camisa blanca y una corbata oscura, delante de su mujer y sus tres hijos y a punto de entrar en el tribunal que le va a juzgar por "denuncia calumniosa", Dominique de Villepin, ex primer ministro y ex ministro de Asuntos Exteriores de la República Francesa, proclamó con la voz muy firme: "Estoy aquí por la voluntad de un solo hombre, por el ensañamiento de un solo hombre: Nicolas Sarkozy, presidente de la República. Saldré libre y limpio en nombre del pueblo francés". Después, el diplomático que en febrero de 2003, en Nueva York, ante la ONU, se opuso a la guerra de Irak en una intervención memorable, entró en el tribunal y se sentó en el banquillo de los acusados en el caso Clearstream.

Los abogados del acusado piden que el presidente se retire como parte
"Colgaré del gancho de un carnicero al responsable de esto", amenazó Sarkozy
El juicio supone un nuevo asalto de un combate político abierto hace 15 años
Se intentó poner la zancadilla a Sarkozy en su carrera hacia la presidencia
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A su lado ya se encontraba el ex corredor de bolsa, ex informático y matemático de origen libanés Imad Lahoud, el principal sospechoso de haber introducido, fraudulentamente, también en 2003, en una lista de cifras de un banco de Luxemburgo sospechoso de blanqueo de dinero, decenas de nombres célebres de la sociedad francesa, desde políticos de todas las tendencias a cantantes o, incluso, a la actriz Laetitia Casta. Entre ellos, el de Nicolas Sarkozy, por entonces ministro con ambiciones presidenciales.

La declaración de Villepin antes de entrar en el tribunal no dejaba lugar a dudas: se trata de un proceso complicado y enrevesado, en el que testificarán espías, informáticos, falsificadores, dirigentes empresariales y políticos. Pero, sobre todo, es el penúltimo capítulo de una vieja y enconada rivalidad con dos protagonistas, trufada de odios, envidias y cuentas pendientes personales de dos pesos pesados de la política francesa que compartieron silla en el mismo Gobierno durante años y que a principios de 2004 soñaban, cada uno por su parte, con llegar a la presidencia dejando al otro en la cuneta.

Sarkozy viajó ayer a Nueva York, donde participará, casualmente, en la Asamblea General de Naciones Unidas, y posteriormente a Pittsburgh, donde se celebrará la cumbre del G-20. Pero todos los días tiene reservado un hueco en su agenda para llamar a su abogado y amigo, Thierry Herzog, al que le encomendó, en enero de 2006, constituirse como parte civil en el proceso, convirtiendo el juicio en una pugna política a vida o muerte.

La sesión de ayer discurrió en terrenos jurídicos y procesales. Los abogados de Villepin solicitaron que el actual presidente de la República se retire como parte por considerarlo injusto y desigual ya que, por su condición, el jefe del Estado francés goza de inmunidad legal. "Tiene todos los derechos y ninguno de los deberes", aseguró el abogado de Villepin. Herzog replicó que "Nicolas Sarkozy es una parte civil como las otras y Dominique de Villepin un acusado como los otros".

Tal vez desde el punto de vista de este abogado sea así. Pero para el resto de Francia no lo es. No son como los otros. De hecho, este juicio constituye un asalto más de un combate que comenzó hace 15 años, cuando los dos políticos de la misma generación (Sarkozy tiene 54 años y Villepin, 56) se enfrentaron por primera vez: Villepin siempre creyó que la investigación fiscal que sufrió entonces su padre, senador, por aquella época, se debía al por entonces joven y ambicioso ministro de Presupuesto, Nicolas Sarkozy.

Una cuestión de fondo les había separado para siempre: en 1994 Sarkozy apoyó a Édouard Balladur y Villepin siguió siendo fiel a su mentor político, Jacques Chirac, quien tampoco olvidaría nunca la traición de Sarkozy.

En 2003, Villepin, ministro de Asuntos Exteriores, alcanza el cenit de su popularidad. Sarkozy le miraba de reojo mientras alcanza la jefatura de la Unión por un Movimiento Popular, el partido en el Gobierno, y consolidaba, él también, sus aspiraciones presidenciales. Es entonces, a principios de enero de 2004, cuando Villepin encargó al general Philippe Rondot que investigara un listado de cuentas bancarias comprometedoras que un viejo conocido, Jean-Louis Gergorin, le había enseñado en el más estricto secreto, entrando en el ministerio escondido en el coche sin pasar por los controles de seguridad.

Rondot descubrió pronto que todo era un fraude. A pesar de todo, Gergorin, en junio de ese año, envió las listas a un juez. Éste sostiene que por indicación de Villepin y, a la postre, de Chirac, en un intento de zancadillear a Sarkozy en su carrera hacia la presidencia.

Sarkozy, que sospecha que Villepin fue el orquestador de todo bajo la sombra de Chirac, devolvió el golpe presentándose en el proceso, haciéndose pasar por víctima, persistiendo, sin soltar la presa nunca, ni siquiera después de su elección presidencial. Su objetivo era y es el de hundir a Villepin para siempre. Ya lo había advertido: "Colgaré del gancho de un carnicero a los responsables de esto".

Hoy testificará el ex informático acusado de poner los nombres falsos a las cifras, el que se sentó al lado de Villepin ayer. También Gergorin. Villepin lo hará el 30 de septiembre. Entonces se jugará su prestigio político y su (por ahora escasa) condición de candidato para el futuro. Ya lo apuntó el general Rondot en sus diarios, cuando anotaba lo que iba descubriendo sobre el caso: "Villepin me ha dicho: si aparecemos el presidente Chirac o yo en esto, estamos acabados".

Dominique de Villepin (derecha) habla ante los periodistas a su llegada al tribunal de París donde está siendo juzgado.
Dominique de Villepin (derecha) habla ante los periodistas a su llegada al tribunal de París donde está siendo juzgado.REUTERS

UN ESCÁNDALO DE CORRUPCIÓN Y PODER

- ¿Cómo empieza el caso Clearstream? En junio de 2004, un juez francés recibe unos mensajes anónimos que contienen unas comprometedoras listas de personas involucradas en una cuenta luxemburguesa denominada Clearstream y a través de la que supuestamente se blanqueaba dinero. Entre ellas, figura Nicolas Sarkozy, el actual presidente del país, que por entonces era ministro del Interior.

- ¿Qué pasa después?

El juez descubre en pocos meses que el listado es falso, que ha sido adulterado. Las personalidades que figuran en la lista, entre ellos Sarkozy, se querellan contra los posibles autores del compló.

- ¿Quién falsificó la lista?

El principal sospechoso es Imad Lahoud, un informático de origen libio con contactos en los servicios secretos. Asegura que lo hizo por sugerencia de Jean-Louis Gergorin, ex vicepresidente de EADS y viejo conocido de Dominique de Villepin, que a inicios de 2004 era ministro de Exteriores.

- ¿Cuál es el papel de Villepin en la trama? Ésa es la pregunta del millón, que deberá ser dilucidada por los jueces. Sarkozy le considera el cerebro de la trama. Se le acusa, cuando menos, de dejar que la denuncia prosperara sabiendo que todo era falso. El objetivo, en ambos casos, estaba claro: apartar a Sarkozy, su enemigo político, de la carrera para las presidenciales, que se celebrarían en 2007. Villepin lo niega todo y alega que la participación de Sarkozy en el juicio como parte acusadora ha distorsionado el procedimiento.

- ¿Qué pena podría recaer sobre Villepin? De ser hallado culpable, Villepin afronta una condena máxima de cinco años de prisión y una multa de 45.000 euros.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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