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300.000 polacos participaron en Varsovia en las exequias por el sacerdote asesinado Jerzy Popieluszko

Unas 300.000 personas asistieron ayer en Varsovia, en la iglesia de San Estanislao de Kostka y sus alrededores a los funerales y entierro del sacerdote Jerzy Popieluszko, asesinado el pasado 19 de octubre por funcionarios del Ministerio del Interior de Polonia. La ceremonia congregó ante el féretro de Popieluszko a los líderes de la oposición al régimen y del sindicato prohibido Solidaridad. El cardenal primado de Polonia, Jozef Glemp, concluyó su sermón en el funeral con las palabras "perdonamos a los asesinos del padre Popieluszko, no sentimos odio hacia nadie y sólo pedimos que Dios acoja a las víctimas inocentes de la violencia; que la pureza de nuestros corazones limpie a la sociedad de toda ilegalidad. en nuestra querida patria".

Una gigantesca bandera nacional colgaba desde el campai ¡ario de la iglesia hasta el suelo. A la izquierda de la fachada, un gran cartel con los colores nacionales, rojo y blanco, decía: "D¡os, honor, patria". El féretre, del sacerdote asesinado se alzaba sobre un catafalco de unos tres metros a la entrada de, la iglesia, cuya verja estaba totalmente cubierta de coronas de flores y pancartas llegadas de todos los rincones de Polonia. La mayoría de las páricartas llevaba el emblema del sindicato prohibido Solidaridad.Había gente en la calle ¿esde las tres de la madrugada para colocarse en un lugar próximo a la iglesia, a pesar de que las temperaturas bajaron de cero grados por la noche. De día lució un sol radiante. La zona de la iglesia quedó cerrada al tráfico por la policía. Del servicio del orden se encargaban hombres de la parroquia con una insignia con el lema Dios y patria en la solapa. Jóvenes enfermeras, estudiantes y exploradores se ocupaban de asistir a los desvanecidos. En las casas vecinas a la iglesia, los tejados se llenaron de gentes que se sujetaban hasta de las antenas de televisión.

Los dirigentes del Comité de Autodefensa Social (KOB.) Jacek Kuron y Adam Michnik, que pasaron inadvertidos, Llegaron rebasadas las nueve de la mañana. La llegada del premio Nobel de la Paz Lech Walesa provocó un aplauso, masivo y gritos de "So-li-da-ri-dad", Walesa llegó acompañado de su padre espiritual, el párroco de Santa Brígida de Gdansk, Henryk Jankowski, y del intelectual católico Tadeusz Mazowiecki, que en los tiempos de legalidad fue director del semanario Solidaridad, órgano oficial del sindicato independiente, hoy prohibido.

Una corona que iba acoinpañada de un dibujo, pintado por un niño, que representaba a un cura con la bandera de Solidaridad terminada en una punta de lanza que atravesaba a un dragón rojo, llamaba la atención entre las depositadas junto a la verja de la iglesia. Jerzy, nombre de Popieluszko, significa Jorge y la referencia del dibujo era a San Jorge, vencedor del dragón rojo. Una pancarta de Solidaridad de la ciudad de Zamosc decía: "Ahora estoy con humildad de rodillas, pero me levantaré después como un fuerte trabajador de Dios. Cuando me levante, mi voz será la voz del Señor. Mi clamor será el clamor de toda la patria".

Los altavoces permitieron seguir la ceremonia a muchos me-tros a la redonda. El altar estaba situado en una terraza en la fachada de la iglesia. Un sacerdote leyó una relación de las delegaciones presentes: desde mineros de Konin, con sus trajes folclóricos, hasta los trabajadores del hipódromo de Varsovia y los empleados de los tribunales de justicia. También asistieron representantes oficiales del Consejo de Estado, de la Dieta (Parlamento) y del Ayuntamiento de Varsovia. La Regada de diplomáticos en coches ofíciales de EE UU, Reino Unido, Francia y la República Federal de Alemania provocó murmullos de satisfacción entre la muchedumbre.

El primado Glemp llegó en un autobús del que se apearon vanos purpurados y sacerdotes. En su sermón, Glemp calificó de "vil" el asesinato, pero la tónica general fue conciliatoria. "No tenemos que expresar nuestro dolor con lenguaje de periodistas (alusión a los periodistas del régimen). Nuestro dolor lo referimos a Dios y nuestra postura se expresa en las oraciones". En un momento del sermón, Glemp se emocionó cuando decía: "Ojalá se despierte por fin el instinto de supervivencia del pueblo, misteriosamente sofocado, y ojalá los polacos de diferentes grupos sociales no tengan que encontrarse en medio de lágrimas ante el ataúd de ningún mártir, sino que se sienten a la mesa del diálogo. La Iglesia lo desea desde hace mucho tiempo y aboga por ello. Lo repite hoy ante el féretro del sacerdote asesinado". En este momento el primado interrumpió sus palabras, embargado por la emoción. El público aplaudió, pero Glemp dijo: "No aplaudan, por favor; no aplaudan".

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Concluida la misa, tomaron la palabra representantes de diferentes sectores sociales: obreros, médicos, una enfermera y el famoso actor teatral Andrzej Szczepkowski.

"¡Queremos a Lech y no a Wojciech!"

La capital polaca vivió ayer la mayor manifestación de oposición al régimen desde la declarabión de la ley marcial del 13 de diciembre de 1981. Cuando concluyó el entierro del sacerdote Jerzy Popieluszko, unas 100.000 personas recorrieron a pie los cinco kilómetros que separan la iglesia de San Estanislado de Kostka, en el barrio de Zoliborz, del centro del Varsovia, al mismo tiempo que gritaban eslóganes contra el Gobierno y coreaban los nombres del siadicato prohibido Solidaridad. y de sus dirígentes.En la avenida del Ejército Polaco, unas 100.000 personas marchaban apiñadas tras las pantartas con el emblema del sindicato prohibido y gritaban "So-li-da-ri-dad", "Wa-le-sa" y "Bujak", el líder sindical que todavía actúa en la clandestinidad. Dos pancartas aludían al asesinado Popieluszko con el texto "Sólo dobló las rodillas ante Dios", y "El alma no se puede matar". En las calles laterales, algo alejados y discretamente ocultas, estaban estacionados fuertes contingentes de policía con material antidisturbios. Entre los manifestantes se advertía la presencia de buen número de curas y monjas.

Al aproximarse al casco urbano central de Varsovia, los manifestantes cantaron la vieja canción patriótico-religiosa que dice: "Señor, tú que desde hace siglos defendiste nuestra patria con tu escudo protector, ante tus altares te suplicamos: devuélvenos, Señor, la patri*la libre". Los manifestantes levantaban la mano y hacían con los dedos la uve que simboliza la victoria. Desde las ventanas de las viviendas mucha gente aplaudía.

En su recorrido, los manifestantes pasaron delante de la sede del cuartel general de seguridad de Varsovia, precisamente el centro donde prestaba sus servicios el teniente coronel Leszek W., jefe de una de las se cciones de dicho cuartel, que fue detenido por su implicación en el asesinato de Popieluszko, según comunicó la televisión polaca la noche del viernes. Más adelante atravesaron la plaza Dzierzynski, que está dedicada a el creador de la cheka.

Ante los policías que aparecieron, los manifestantes gritaron: "¡Basta de asesinatos!", y coreaban: "Dejad vuestras porras, nosotros perdonamos". Luego: "Aquí está Polonia". Los policías formaron un cordón, para tratar de impedir el acceso de los manifestantes a la calle Marszalkowska, la más céntrica de la capital polaca. Por los altavoces la policía pedía que se desviasen hacia las calles laterales, pero los manifestantes se agruparon y arrollaron a los policías, que no ofrecieron mucha resistencia. A ratos, los manifestantes gritaron: "¡Querernos a Lech (Walesa) y no a Wojciech (Jaruzelski)!". La policía se abstuvo de intervenir y se limitó a obligar a los manifestantes a subirse a la acera. La manifestación llegó hasta la zona del Palacio de la Cultura, donde se disolvió pacíficamente.

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