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El declive de los liberales en Europa

Westerwelle, en la cuerda floja

Los liberales alemanes se plantean relevar a su líder, hundido en los sondeos

Cuando Guido Westerwelle entró en la sala abarrotada, los militantes liberales alemanes prorrumpieron en un aplauso de victoria liguera. Era el 27 de septiembre de 2009 y los políticos de provincias, las señoras emperifolladas, los ministrables y los repeinados militantes de las Juventudes Liberales se habían concentrado en la central berlinesa del Partido Liberal (FDP) para aclamar a "¡Guido, Guido!". Acababan de obtener el mejor resultado electoral de su historia. Gracias a aquel excelente 14,6%, Westerwelle firmó la coalición con la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Angela Merkel para ser vicecanciller y ministro de Exteriores.

En apenas un año, el FDP se ha hundido en las encuestas y su líder es uno de los políticos menos populares del país. Incluso se le niega la tradicional estima que los alemanes guardan a sus ministros de Exteriores. Las críticas han calado en su propio partido, en cuyas filas suena un obvio ruido de sables. El debate interno podía barruntarse desde hace un par de meses y cristalizó en público hace una semana: ¿cuánto le queda a Westerwelle al frente de los liberales?

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No se equivocan los críticos en que el FDP tiene un problema con la imagen de su líder. El elocuente ministro cumplirá 49 años el lunes próximo, pero conserva una apariencia juvenil. Parece un buen alumno cuyos incuestionables logros no terminan de casar con sus méritos, pero tampoco de satisfacer sus ambiciones. No le importó que Merkel dirija la política exterior desde la Cancillería. Tampoco pareció importunarle que ella ofreciera Defensa al popular Karl-Theodor zu Guttenberg (CSU). El rico aristócrata bávaro le ha aguado la parte espectacular de su cargo, viajando durante todo el año a regiones en crisis.

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En cambio, los primeros viajes de Westerwelle trajeron acusaciones de nepotismo en beneficio de su pareja, el empresario deportivo Michael Mronz, que lo acompañaba en la delegación económica. Ambos registraron en septiembre una unión civil. En cuestión de imagen, la pinza de Merkel -veterana y prudente señora del Este- y el barón de Guttenberg -joven emprendedor y engominado como un corredor de Bolsa- asfixia al vicecanciller.

En cuestiones políticas, el último enfrentamiento entre ambos ministros llegó con la insistencia de Westerwelle en que la retirada de Afganistán comenzará en 2011. Guttenberg lo dudó en público el martes, mientras su colega liberal estaba de vacaciones.

Pero Westerwelle también tiene culpa de su descrédito. Su error más reciente fue la nefasta gestión del semiescándalo del topo que dio informaciones desde su partido a la Embajada de Estados Unidos en Berlín, como desveló Wikileaks. Aseguró primero que no había tal topo; luego que sí, aunque solo lo cambió de cargo en la sede central del FDP. Al final, lo despidió. Preguntado al respecto, Westerwelle arrumbó su proverbial labia para reconocer: "Son cosas que pasan en la vida". Pero ha sido la gota que colmó el vaso para hacerle tambalear en la jefatura del partido.

El FDP renquea en todos los sondeos al filo del 5% necesario para entrar en el Parlamento federal (Bundestag). El matrimonio de ensueño en el centro-derecha alemán ha redundado en abrazo del oso para el más débil. Obnubilado por una pasión mal correspondida, se comprometió con la CDU de Merkel hasta el punto de cegar los canales de negociación política con los socialdemócratas. El antiguo partido bisagra de la política alemana ya no quita y pone reyes a izquierda y derecha, sino que teme por su supervivencia. Del próspero Estado sureño de Baden-Württemberg, que celebrará unas importantes elecciones regionales en marzo, salió una venenosa carta abierta de militantes locales pidiendo la dimisión de Westerwelle. También desde la precampaña regional de Renania-Palatinado se han sumado voces al coro crítico. Siguen la partitura presentada por un dirigente regional que comparó la situación del FDP con la de la República Democrática Alemana justo antes de que cayera el Muro: ensimismada ante el colapso.

Dirigentes del ala más económicamente liberal y políticamente más conservadora del FDP barajaron en una reunión secreta pedir la dimisión de Westerwelle para el día de Reyes de 2011, durante la tradicional cumbre de los liberales en Stuttgart. Otros piden su cabeza para el próximo congreso federal del partido, que será en mayo.

En 2009, Westerwelle insistía en su vocación de representar a las clases medias. Desde que él recorría Alemania con un estrafalario autobús electoral llamado Guidomobil allá por 2002, el FDP ha mejorado continuamente sus resultados electorales con un programa centrado en las rebajas fiscales. Tras 11 años en la oposición, el éxito del pasado año no bastó para que las promesas se cumplan. Westerwelle rechaza ahora "abandonar la cubierta en medio de la tempestad". Algunos de los tripulantes se plantean echarlo por la borda.

Guido Westerwelle, el pasado 8 de diciembre en Berlín.
Guido Westerwelle, el pasado 8 de diciembre en Berlín.AFP

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