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El terrorismo recurre a un camión bomba para otra matanza en un edificio del sur de Rusia

Dos nuevos atentados en Rusia. El edificio de viviendas sacudido la madrugada de ayer por un tremendo estallido en Volgodonsk, a unos 180 kilómetros de Rostov del Don, en el sur de la Rusia europea, no quedó reducido a escombros como en los dos últimos atentados que se cobraron en Moscú más de 200 vidas. El día antes, los sótanos del inmueble (ubicación óptima de los explosivos para causar la máxima destrucción) habían sido inspeccionados por la policía. Por eso, los asesinos recurrieron al camión bomba: el edificio, de nueve plantas, quedó severamente dañado, pero en pie. El último recuento es de 17 muertos y cerca de 50 heridos, la mitad de ellos de gravedad. En San Petersburgo, una explosión en la madrugada de hoy causó dos muertes más.

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El terror se amplía. Ya no se limita a Moscú, el centro del poder, o a Daguestán, foco del último conflicto caucásico, sino a distantes rincones de la gran Rusia, como San Petersburgo, la antigua capital imperial origen de la revolución bolchevique. O Volgodonsk, una ciudad de 180.000 habitantes, a mitad de camino entre Rostov (capital de los cosacos del Don) y Volgogrado (la antigua Stalingrado). A unos 1.200 kilómetros de la capital del país, fue fundada en tiempos de Stalin por los trabajadores que construyeron una presa y una central hidroeléctrica.Las imágenes de televisión mostraban ayer escenas similares a las de la madrugada del pasado día 9 en el número 19 de la calle Gurianov (94 muertos) o las del día 13 en el número 6 de la avenida Kashira (118). Grúas retirando cascotes, un ejército de ambulancias, cuerpos transportados en bolsas de plástico, testigos o supervivientes con más estupor que indignación, y la misma pregunta en muchos rostros: "¿Por qué a mí?". La policía, según informó ayer, detuvo a dos sospechosos de participar en estos atentados, informa France Presse. Según estas fuentes, se trata de rusos originarios de Chechenia que presentaban restos de hexógeno, un explosivo empleado en los últimos ataques de Moscú.

Se va confirmando la información publicada por Vischeslav Ismáilov, un exoficial considerado como uno de los grandes especialistas en el Cáucaso, que pronosticaba en Novaya Gazeta una larga cadena de atentados, y señalaba como objetivos probables a Rostov y San Petersburgo. Y así fue, según reconoció ayer la policía después de manejar la hipótesis de una explosión de gas, informa Reuters. El objetivo volvió a ser un edificio de viviendas. Entre cuatro y cinco kilos de TNT escondidos en el séptimo piso de la casa de nueve acabaron con dos personas cuyos cuerpos se precipitaron por las ventanas a causa de la explosión e hirieron a otras tres.

El miedo se extiende como una mancha de aceite por Rusia, cuya población no está acostumbrada a convivir con el terrorismo. Las fuerzas de seguridad se encuentran en estado de alerta, con los permisos y vacaciones suspendidos y con los horarios ampliados, intentando prevenir nuevos atentados pero conscientes de que poco se puede hacer contra ataques indiscriminados donde cualquiera puede ser el próximo blanco. Según el Servicio Federal de Seguridad (heredero del KGB soviético), en los últimos días se han descubierto y desactivado seis bombas, cada una de las cuales habría podido provocar una catástrofe.

En Moscú, las calles no presentan un aspecto muy diferente del ordinario, aunque se aprecia una mayor presencia de policías que efectúan frecuentes controles de identidad, especialmente a transeúntes con rasgos caucásicos. La "pista chechena", y más ampliamente islámica, sigue siendo la más extendida. A ella se apuntan el presidente, Borís Yeltsin, el primer ministro, Vladímir Putin, y el alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov. El titular de Exteriores, Ígor Ivanov, pidió ayer a sus homólogos de los Estados islámicos que colaboren en la lucha contra lo que se considera un enemigo común. El líder del Kremlin declaró que ya se está trabajando para suspender las comunicaciones con Chechenia.

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Sin embargo, siguen en pie teorías conspiratorias que apuntan al mismísimo centro del poder para buscar el origen de la oleada terrorista. El diario Moskovski Komsomolets apuntaba ayer hacia lo más alto en un artículo, firmado por el Servicio de Información, cuyo título no podía ser más explícito: "¿Se montaron las bombas en el Kremlin?". Se centra la especulación nueva en una antigua: que Yeltsin podría aprovechar una crisis en el Cáucaso para cambiar el rumbo del país y evitar que le releve dentro de un año alguien como Luzhkov, que sería muy capaz de negarle a él y a su familia la inmunidad por los desmanes de los últimos años.

El asunto iba tomando ya tintes tan alarmantes que el Kremlin ha tenido que salir al paso. Ayer, el portavoz de Yeltsin, Dimitri Yakushkin, negó toda relación de su jefe o de su entorno con las explosiones terroristas y lanzó sapos y culebras contra el diario, el segundo más vendido de Rusia. "Al publicar tales mentiras", señaló, "asume un papel que no tiene nada que ver con el periodismo" y actúa como "provocador e instigador". Sorprendentemente, no anunció que se vaya a presentar una querella criminal.

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